Directamente del último rincón de mi memoria… Tantos recuerdos de mi
época de estudiante en Sevilla. Cuantas veces lo escuché de fondo mientras
trataba de resolver los problemas de cálculo y álgebra… Las noches frescas de Mayo,
el olor del Guadalquivir allá al fondo a la altura de la esclusa, los rumores
del aeródromo de Tablada y el perfil de los cerros del Aljarafe.
El soporte eran cintas de cassette grabadas de los discos
comprados con los ahorros robados a la asignación para la comida. Miguel, mi
amigo Miguel de la Torre, me había montado un amplificador casero en una caja
de aluminio, y dentro una placa de circuitos fabricada por él mismo cuyos componentes había comprado
en una tienda cerca de la Plaza de Cuba –Sonytel creo que se llamaba-. La caja estaba
atornillada burdamente y tenía un par de diales luminosos y dos potenciómetros,
uno para el sonido y el otro para el balance. Las cajas acústicas eran dos cajones de
madera con un par de altavoces de no más de 20 watios de potencia… Un cañón…
Los graves sonaban bien, lo suficiente para hacerme pensar
que aquella habitación de apenas 10 metros cuadrados que Benjamín, mi amigo
Benjamín Rodriguez, me había asignado…
Gracias Hilario, cuando te fuiste te llevaste contigo muchos
de mis mejores recuerdos de juventud…