Hacía días que no me reunía con Pintado y lo hicimos ayer para ver el partido amistoso contra Panamá. Venía caliente, había visto las declaraciones del debutante Susaeta y se encendió con sus palabras. Le reclamé calma: la edad del joven jugador vasco, los aires que corren y la situación del país tienden a generar esta clase de ruidos. Quizás en otro momento la cosa no habría tenido mayor repercusión, pero hoy en día son importantes los detalles.
A la tercera copa se había calmado y me miró con esos ojos que penetran el acero. Con su media lengua de borracho dijo algo que tiene sentido: “Lo que pasa es que estamos rodeados de cobardes, de todo tipo: los que no se atreven a decir la verdad porque temen que esta eche por tierra su castillo de naipes, como le pasa a los políticos catalanes, que por no decir la verdad no definen primero lo que reclaman, ni lo que ello implica; los que durante años han permanecido impávidos ante la destrucción del sentimiento y significado de España, políticos de cualquier pelaje y condición; y sí de todos nosotros, los españolitos de a pie, que hemos dejado que todo esto pase sin despeinarnos, entre otras cosas porque lo políticamente correcto era dejar que pasara y que por ello hemos dejado que nuestros hijos hayan creído lo que les decía el primero que se les pusiera por delante…”
Pues para mí que Pintado lleva razón… Hay que ser menos cobardes. Porque tarde o temprano todos enfrentamos las consecuencias. Ser hijos de una cosa…
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