Han tenido que pasar trece días del inicio del año para que,
finalmente, las musas –aún cuando estas estén vestidas como para bajar a la
piscina de aquí a un rato- hayan decidido establecerse junto a mí, en esta
habitación de hotel de playa que me ha tocado en suerte.
Viajé desde España hace algo más de una semana, y desde
entonces me he instalado, de nuevo, en estas tierras que baña el Caribe.
Días antes de partir, un Amigo –de esos pocos con A
mayúscula-, Juan Antonio Monterroso, me regaló un libro. Uno que yo
probablemente nunca hubiera comprado: Centauros de Alberto Vázquez-Figueroa. Este
ejemplar, sin embargo, tiene algo único: las breves letras de mi amigo Juan Antonio
deseándome una feliz andadura por estas tierras. La reseña comienza con algo
que ambos entendemos, “en recuerdo de aquellos días en que éramos Centauros”…
Las andanzas noveladas de Alonso de Ojeda no son gran cosa,
pero he de reconocer que la novela se lee rápido y además, por momentos,
impresiona la sensibilidad de aquellos que andamos fuera de las Españas. Pero conociendo
a Monterroso, lo importante es el tratamiento que la historia hace del sentido
del honor del personaje. A ese respecto la novela me ha llegado al corazón.
Ojalá mi pasta fuera la de este individuo pequeño, pendenciero, buen amigo y
mejor hombre. Como Monterroso, aunque este mide algo más de metro noventa.
Lo demás no tiene mayor importancia… En cualquier caso
Gracias, Juan Antonio.
No es bueno dar a tus seguidores estos sustos en el tiempo, estas "entradas en zona de sombra" desapareciendo de nuestras lecturas diarias. Gracias por volver.
ResponderEliminarUn abracito
Gracias como siempre por tus palabras de aliento. Lo cierto es que no me llega el resuello estas semanas. Demasiados cambios y mucha tarea por delante. El trabajo, la proxima novela, nuevas personas alrededor, lejos algunas de las más importantes... Y cerca tantas nuevas.
ResponderEliminar