Estaba
leyendo la prensa esta mañana como cada día al despertar. Es curioso cómo te
aferras a tu país cuando estás fuera de él, como añoras esas cosas que en lo
cotidiano hastían y en la distancia añoras, cosas de la sique… Y leí que Pablo
Iglesias, el de la coleta y líder de Podemos, estaba veraneando en una cabaña
ecológica en Avila… Y me arreché que dicen acá.
Estoy pasando
un par de días en Caracas mientras espero la salida del vuelo de Iberia a
Madrid, vuelo que ahora se hace con una frecuencia de tres vuelos semanales, espera
obligada por las dificultades para encontrar un pasaje aéreo entre la ciudad
del Oriente donde vivo y la capital venezolana.
Viajé
el viernes de mañana y trabajé en la oficina que mi Compañía tiene en La
Castellana, cerca de Altamira, en uno de los lugares más exclusivos de la
capital. Desde los ventanales del piso trece hay una vista impresionante del
Avila y de los bulevares cercanos flanqueados de una vegetación verde y
frondosa. Desde allí pude ver al menos tres colas diferentes de pacientes
venezolanos a la caza de cualquier alimento básico subsidiado bajo la etiqueta
de precio justo. Colas multicolores, rebosantes de vida y humildad, serpenteantes,
kilométricas, formadas en su mayoría por jóvenes desempleados, madres
desesperadas, funcionarios y funcionarias escapados y escapadas de sus puestos
en los bancos o en cualquiera de las sedes de los ministerios bolivarianos y
del poder popular y sobre todo por venezolanos de la tercera edad que han
tomado sobre sus hombros la responsabilidad de llevar a sus hogares una bolsa
de harina pan, una caja de leche o una bolsa de detergente, ni hablar de pañales
o compresas higiénicas. Y también por bachaqueros –estraperlistas de baja
estofa- acopiando para la reventa abusiva.
Y me
imaginé al de la coleta haciendo cola con este maravilloso pueblo exhortándoles
a disfrutar del Paraíso…
No
quiero a mi madre que ya paso de los ochenta, ni a mis hijos que son jóvenes y
todavía desempleados, o a mi vecino Carlos al que quiero mucho, tiene mi edad y
está desempleado temporalmente, en una cola dando la vuelta a la manzana de
cualquier calle de España. Yo mismo no quiero convertirme en bachaquero.
Don Pablo,
señor Iglesias, acepte un puesto en cualquier cola de Caracas, de Maturín, de
Puerto La Cruz, de Maracaibo, Valencia, San Cristobal, Mérida o de Lechería y
predíqueles mientras la importancia de los virus sociales, los mismos que su
partido de sainete traspone en España a los desencantados y desencantadas sin
criterio a los y las que pastorea en los secos pastos de nuestra vieja tierra peninsular.
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