Definitivamente estoy tocado –golpiado (sic)- por un bichito llamado nostalgia. En apenas una semana he metido en el mismo saco a mi hermano, a mi primo y hoy le toca a mi amigo Javier Fuentes “El poeta”.
Javier es de un pequeño pueblo de León, pero ejerce de asturiano porque es allí dónde se ha criado, estudiado y trabajado. Y fíjense que no he empleado el término estado o vivido porque Javier es de esos españoles que se ponen las Españas y al mundo por montera y no paran un segundo en un mismo sitio. Estudió lo mismo que yo y nos conocimos cuando nos tocó pelear juntos algún que otro negocio ingenieril. Aunque esa es otra historia…
Pintado sacó de él el gusto por las mujeres malas que se conquistan a golpe de verbo, por el alcohol de primera y por la cadencia silenciosa en la mesa a mantel puesto. También le debe la sensibilidad por la poesía y esa mirada triste y melancólica que tiene mi amigo.
De vez en cuando quedamos para cenar cuando aparece por Madrid y charlamos de nosotros. Javier es de los pocos delante de los cuales puedo desnudar mi alma y expresar las cosas que se escapan cuando la piel no es recipiente bastante. Suele escuchar callado, sin interrumpir, mirando a los ojos, más allá del brillo húmedo.
Es un tipo admirable y singular: listo, inteligente y vivaz, muy, muy trabajador, corajudo, tenaz y a veces disperso cuando le sale la vena de bardo. Pero sobre todo es un tipo leal –ante la adversidad y cuando vienen duras, que de los otros los encuentras a puñados- que ha estado junto a mí en algunos de los peores momentos que me tocaron vivir, de esos que gracias a su compañía se convirtieron en algunos de los mejores e imborrables…
Vaya por mi amigo el poeta, Javier Fuentes…
No hay comentarios:
Publicar un comentario