Ayer me dormí vencido por el cansancio tras
un día de sol y sal. Hoy es uno de esos días que se podrían tornar mágicos,
pero que de momento han nacido entre la bruma lejana de la calina del Caribe.
Hace un calor pegajoso y no soplan ni un soplo de brisa, esa misma que a
veces por la mañana temprano me transportan a una ensoñación de momentos
pasados. Mañana no sé qué pasará.
Estoy sólo en casa, está mi asistenta, pero
ella no cuenta. La lavadora con la ropa de la semana acaba de detenerse porque
alguien ha cortado el suministro de agua. Suele ocurrir ya con una precisión
que poco a poco se va haciendo tan inexorable como el paso del propio tiempo
que mide.
He leído los correos atrasados, he ordenado
los archivos, he limpiado las películas que se han bajado durante la noche y he
refrescado la lista de las que quiero visionar en los próximos días. He enviado
un correo a mi amigo Ramiro y he leído otro del indio –de la India- de turno, que
como siempre responde autista una petición concreta y clara –ellos son así:
cuando crees que todo está aclarado y meridiano se revuelven y empiezan desde
el principio, como si nada hubiera sucedido, demostrando que el tiempo para
ellos tiene un sentido diferente-. No me he inmutado. He decidido que los indios del mundo no me inmutarán más.
He leído un comentario sobre el discurso de
Rajoy en el South Summit –que mi hijo ha ayudado a preparar trabajando como
becario sin sueldo, por la cara, durante
los últimos fines de semana, para mayor gloria de María Benjumea (ella se
define como una start up en si misma) y sus socios. Siempre ha habido clases, y
mi vástago no es de la Jet. No obstante debo agradecer la oportunidad que se le
ha dado de trabajar y aprender-. Siguiendo con el gallego, nuestro Presidente,
cada vez más, me parece un hombre vencido por el tedio de si mismo, alguien que
no se aguanta la imagen que ve reflejada en el espejo cada mañana, al que la
inteligencia que le sobre no le basta para entender el sentido trascendente que
tendría el liderazgo en un momento histórico para España, como el actual. Quizás
es que le vence el escepticismo, le faltan amaneceres y puestas de sol, y no le
sobran colaboradores a la altura de las circunstancias. Por lo menos acudió –disciplinadamente
y aseadamente- al desfile militar del día nacional. Bien por él y por Carmena,
que pasée por la tabla Pablo Iglesias.
Algunas perlas del día:
El escatólogo –antes los llamábamos comemierdas, perdónenme ustedes la
grosería- Willy Toledo ha declarado su glotonería e incontinencia defecativa en
su cuenta de twitter al respecto de la Fiesta Nacional. Perfecto, está en su
derecho, pero que se baje… Y que pasee por la tabla.
Entre los que se abonan a la teoría del
genocidio los más listos de la clase:
Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, ha criticado que el Estado conmemore «un
genocidio» en la fiesta del 12 de octubre y que gaste dinero conmemorándolo con
un desfile militar. José María González, «Kichi», alcalde de Cádiz y licenciado
en Geografía e Historia, «de Por Cádiz sí se puede», ha dicho que no tiene nada
que celebrar porque España nunca ha descubierto América: «Masacramos y
sometimos un continente y sus culturas en nombre de Dios». Es lo que tienen los
análisis anacrónicos de los acontecimientos. Seguro que no fue una fiesta de
los quince, pero no fue muy diferente a los anteriores actos de la humanidad que conforman la Historia de nuestros antepasados, pregúntenle si no a los íberos, lusitanos, celtas, cartagineses, andalusies, castellanos, etc. de los que sólo queda algo que hoy llamamos españoles...
Por cierto por todos los Fernández de ambos lados del océano, por los hijos de los supervivientes del genocidio... Por todos aquellos que hicieron posible que se pueda cantar así Contigo Aprendí...
Por cierto por todos los Fernández de ambos lados del océano, por los hijos de los supervivientes del genocidio... Por todos aquellos que hicieron posible que se pueda cantar así Contigo Aprendí...
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