Aquella noche Pintado estaba menos
melancólico que de costumbre y Alfonso, ya saben el barman de La Sibila, más
generoso que otras veces. La música que sonaba de Antonello Venditti -"Amici Mai”- tenía a mi amigo con la mirada perdida en el sofá Chester hacia el que siempre mira cuando acabamos allí. Yo iba por mi segundo whisky y
Pintado por su tercer Dry Martini. -Alfonso los prepara muy secos y muy fríos, -me
dijo él, -como los ojos de ella cuando se molesta por algo…
-Le pregunté si se refería a La Rusa, -a
quien demonios si no, -me respondió, con un cierto toque sarcástico en la voz y
los labios fruncidos, con cierta violencia contenida. -Sabes andaluz, -me dijo,
y yo supe que tocaba sentencia, como siempre que me menciona por mis orígenes, -Yo
la quiero mucho y no sé si lo que ella quiere es que yo la quiera como Jep Gambardella…
Al principio no caí, rebusqué en el disco
duro, el nombre me sonaba. Pintado estaba hablando con Alfonso, le acercó la
copa vacía y le pidió el cuarto Martini. Me removí nervioso en el taburete y
empecé a deletrear el alfabeto en silencio, dentro de mi cabeza, lentamente,
esperando que las imágenes se me formaran en la mente. Una pareja entró. Ella
bonita, de mediana edad, grandes ojos verdes y boca carnosa, no debería tener menos de
cincuenta, quizás más pensé cuando la luz de los halógenos le acarició la
piel sedosa. Más joven él, tercera generación
de pijos por lo menos, bronceado y cuidado en gimnasio. Pareja ocasional. No se
miraban con complicidad.
Un grupo ruidoso en una mesa del fondo
destruyó con sus risas estentóreas la magia de la siguiente canción de
Venditti, “Che tesoro che sei”, los camareros revoloteaban alrededor de aquella
mesa como buitres hambrientos sirviendo el vino. Otro grupo esperaba que los
acomodaran a una mesa. Una mujer joven se separó de este último grupo y caminó
hacia nosotros con la mirada altiva que tienen esas mujeres que miran sin ver
cuando se acercan. Algunos miembros del sexo opuesto giraron sus cabezas a su
paso, como ventiladores. En un último esfuerzo la imagen que esperaba se formó
de pronto: Jep Gambardella es el personaje de Toni Servillo en la Gran Belleza. La película
italiana…
-Por qué dices eso, -le dije a mi amigo satisfecho de que la senilidad no me pueda de momento. -No
te pareces nada a Gambardella. Tú no tienes su sentido estético de la vida, ni
su sensibilidad, ni su estilo, nada de nada, -apostillé al final de mi corto
relato de diferencias, nada sutiles por cierto.
-Es la sensación que tengo. No sé si ella espera un tipo como yo y no busca en realidad a alguien como Jep Gambardella. Yo nunca podré ser
él. Yo nunca la querré como Gambardella quiere a Ramona –el personaje
interpretado por la bellísima Sabrina Ferilli-, nadie quiere a nadie de la misma manera, ni más, ni menos. Yo nunca podré revolotear la
vida sólo por el puro disfrute de la belleza, yo nunca podré ser el Rey de la
Mundanidad. No, yo soy un tipo algo más prosaico. No me importa usar la misma chaqueta dos días seguidos, no me gustan las fiestas…
-Para, no sigas, -le interrumpí, -pero te gustan los amaneceres, como él, y amas el arte y
la literatura, como él, te gusta escuchar en silencio las conversaciones inteligentes y ajusticiar las peroratas de los insustanciales, y a los dos os gusta la soledad cuando hacéis mutis por el foro... –Es posible,
-me dijo, -ojalá entienda que la quiero como nunca antes a nadie… Ni más. Ni menos,
Ni regular… -Y dicho eso se calló y apuró el cuarto Martini…
Me quedé mirándolo sin entender del todo sus últimas
palabras… Más o menos, regular.
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