He tenido estos días la oportunidad de comparar entre dos visiones diferentes del mismo asunto. De amores imposibles vistos desde las ópticas de diferentes autores.
Por un lado la de Laura Esquivel en Como Agua para Chocolate, por la otra la de Gabriel García Márquez en El Amor en tiempos del Cólera.
Tienen puntos de partida semejantes, un amor que los padres hacen imposible y finales comunes, la consumación del amor en el tiempo. Y he dicho consumación que no final.
Me quedo con la Tita de Laura Esquivel y con el Florentino Ariza de Márquez, ambos plasman de alguna forma los exorcismos de su amor infinito, la una en forma de recetas de cocina, el otro por medio de la lista de las amantes con las que narcotizaba su deseo por Fermina Daza.
Ambas historias son travesías por la vida y en ambas hay un rio que mientras fluye contiene la fuerza desatada de las pasiones -el Rio Grande y el Rio Magdalena- y ventea los deseos de sus protagonistas. En una la vida en el rancho, en la otra Cartagena de Indias. En ambas historias los protagonistas apenan se atreven a dejar de lado lo que les resulta familiar, como peces en un estanque. Ni pueden, ni quieren escapar de su destino.
De las películas basadas en ambas novelas, me quedo con la Mexicana. Adorable Lumi Cavazos. La adaptación de la novela del colombiano es mediocre, a pesar de la belleza de Giovanna Mezzogiorno, la insufrible caracterización de Bardem –achaparrando su figura compacta- y de los demás actores hispanoparlantes trasladando al inglés una historia profundamente hispana hacen el resultado poco creíble, en mi opinión. Y aunque no me vuelve loco Shakira, me gustó su Hay Amores...
apreciado señor, soy una colombiana que reside a orillas del Río Magdalena. Me gustaría que en sus próximas novelas viajara a esta zona tan linda de mi tierra, cerca de la desembocadura. Hay muchas historias de amor y de guerra en sus aguas oscuras y disfrutaría leyéndolas de su pluma.
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