Para variar una película contemporánea.
Darín, soberbio. Villamil, creíble, a pesar de que cuesta trabajo imaginarla como la mujer de su vida. Francella, superlativo, lo mejor de la película, su interpretación de Sandoval.
No hay una escena concreta, quizás aquellas en que imaginas los diálogos que nunca se dijeron, quizás aquellas a vueltas con la clave de “Temo”, quizás la despedida en Retiro.
Frases como: “Hay una cosa que el tipo no puede cambiar, ni él, ni vos, ni yo, nadie… No puede cambiar de Pasión”, “¿Cómo se hace para vivir una vida vacía?” “Banco de esperma, sección préstamos, dígame… Buenos días”. Pintado, a ratos, tiene ese aire melancólico de Espósito, y en otros, la filosofía básica y vital de Sandoval.
Me quedo con la historia de amor, el olor de los despachos de Tribunales, el tugurio del microcentro y con el Buenos Aires que imaginas… La trama de la investigación no deja de ser un mal menor, apenas un pretexto para justificar la travesía de Espósito y Sandoval.
Guión basado en la novela de Eduardo Sacheri “La Pregunta de sus ojos”. Ambos son complementarios. Merece la pena leerla. No importa el orden.
La escena final, una concesión al románticismo:
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