SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


miércoles, 18 de enero de 2017

CORTA HISTORIA DE UN BRUNCH EN MARACAIBO. LA ETICA DEL REPROCHE. TIEMPO DE MANIPULACION.


Pintado ha vuelto a aparecer por la misma puerta que cerró de un portazo cuando se fue hace ahora algo más de un año. Como siempre, ni dijo esta boca es mía, sólo me miró y con un arqueo de cejas me invitó a ponerle una copa de lo que tuviera a mano. No está el horno para bollos entendí en esa expresión de sus ojos un poco penetrante, un poco amable, un poco inteligente y muy, muy escrutadora.
Mientras esperaba el fluir de su verbo, ya saben que él es de pocas palabras, me fijé en lo jodidamente inclemente que es el tiempo con las personas cuando nos juega en contra. No es que tuviera más arrugas, a nuestra edad el tiempo no se mide por su número, sino por su profundidad, pero me di cuenta que su cara estaba surcada de sufrimiento y desesperación, de conocimiento indeseado, de ansia y de certeza de lo que le quedaba. Tenía un ojo más abierto que el otro, asimetría que destacaba como la de dos faros disparejos en la noche
Sus ojos me trajeron de vuelta al momento… Sabes que es cierto eso de que la mejor defensa es un buen ataque… Que no hay sentimientos, ni rabia ni remordimiento, más intensos que aquellos que proceden de lo que eres capaz de adelantar en tu mente, maldita imaginación anticipativa… Y si entiendes esos mecanismos podrás manipular a cualquier tipo, por más inteligente o espabilado que se crea…
Al principio no entendí aquella perorata, tuve que esperar un rato largo, el que pasó contándome lo ocurrido con La Rusa, el desenlace de una historia, sin detalles, relatada sólo a trazos gruesos, a palmos. Percepción masculina: Pasión sublime, tórrida, intensa y desgarradora. Desengaño. Decepción. Incapacidad de alcanzar el cielo con las manos. Caída libre, en barrena. Promesas incumplidas. Amenazas cumplidas con creces. Y en la búsqueda de la protección, reproches de ella: Evidentes, Promesas incumplidas. Subyacentes, Cobardía. En resumen un rescate fallido del Fondo Monetario Internacional, una muestra más de la incompetencia economicosentimental de mi amigo. He llegado a pensar que su problema no es tanto de incapacidad sino de una mala gestión de los riesgos y del equilibrio elemental de la convivencia. Estoy seguro de que su inteligencia le alcanza para imaginar los escenarios alternativos, pero también que desecha todos aquellos sin final feliz, con violines de fondo y rocío en los ojos y se olvida de que la generosidad nunca es desinteresada y tiene un contrapunto lejano en el principio de equidad conmutativa que gobierna la relación de pareja. En cualquier caso entendí que estaba siendo testigo de una ceremonia de despedida. Un entierro sin cadáver de cuerpo presente. El adiós a un sentido deseo. La liberación de un alma. El funeral vikingo de Beau Geste.
Dejé que apurara la segunda copa de whisky –me había vaciado la botella de Jhonnie Walker etiqueta dorada y amenazaba con atacar la reserva, mi última tequila Don Julio-, cuando fue capaz de alzar su mirada para pedirme el veredicto. Cada vez se me parecía más al Bogart del Sueño Eterno. Hasta entonces yo no había hablado, lo había atendido a ratos con la mirada perdida en algún lugar del paisaje de palmeras que nos rodeaba aquella caída de la tarde, a ratos persiguiendo las pasadas fugaces de las parejas de guacamayas  que surcaban el aire cálido y perfumado, embelesado por la trayectoria recta de las colas suspendidas tras los cuerpos fusiformes, con la aerodinámica perfecta de los pequeños seres de Dios, verdes, amarillos y naranjas, pensando en el pañuelo y la mirada lánguida que recitaba Celia Cruz… Todo el tiempo una palabra se deslizaba por mi mente, como un letrero luminoso: Manipulación.
Quise decirle: ¿gilipollas, qué esperabas?... Pero no habría sido amable ni elegante… En cambio le dije: Otra vez será tío, la próxima será diferente…
Me miró, sonrió  -apenas una mueca-, quizás entendió que mi sentencia era un deseo, sólo eso y, antes de girarse para desaparecer en busca de Dios sabe qué o quién, dijo con una estentórea carcajada que quedó resonando en mi interior: Y el puto Brunch tuvo que ocurrir en Maracaibo…

Yo sonreí y pensé en las ancas de mi vecina la Flaca. Sería una buena idea pedirle que me abriera la tapa del Tupperware… (pero esa es otra historia)