SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


viernes, 10 de febrero de 2017

CUANDO LA REALIDAD SUPERA A LA FICCION. ARTURO ANDRADE. SOLES NEGROS. IGNACIO DEL VALLE.


La tremenda noticia que me ronda la cabeza ha sido la del caso de la niña rusa a la que su madre también rusa prostituía por alcohol y tabaco en Almería… Tantas veces la realidad a la ficción que no debiera sorprenderme que estas cosas sucedan.
El pasado fin de semana concluí la lectura de Soles Negros, la última novela en la que Ignacio del Valle retoma la figura de Arturo Andrade. La leí de una sentada, sin ser capaz de levantarme del sofá, apurando la luz de la sala mientras que por el ventanal dejó de escurrirse el último halito de claridad necesaria para enfocar mis cansados ojos. Cuenta una historia de miseria y podredumbre moral en los primeros años de la posguerra. Andrade ha recorrido un largo camino desde que lo hallé dentro del Arte de Matar Dragones, siendo joven ha envejecido y se ha transformado, casi ha perdido cualquier rastro de piedad o compasión por sus congéneres, ya no quiere salvarse del naufragio y hace lo mínimo por sobrevivir, sólo un viejo compañero de armas, Manolete, con alma más ligera de pesos, menos complejo, pero también con menos lastre moral, lo mantiene pegado a la tierra y lo redime por instantes de caer en la sima de la descomposición. Esta vez me ha costado mantener un mínimo de simpatía por el personaje, era lógico que ocurriera, es casi imposible mantenerse incólume ante tanta podredumbre, pero tenía la esperanza de que se sobrepusiera a ella porque le atribuía al soldado un carácter capaz de superar cualquier situación. No ha sido así, el autor ha decidido no redimirlo de esta y el ser humano sale mal parado, ha perdido casi todos los valores, apenas mantiene cierta dignidad ante el colega, el apoyo a Mencía, la esposa del guerrillero huido al monte con el maquis,  la promesa que le mantiene al preso anarquista que trabaja en la sierra, pero poco más…

Es una gran novela, nada complaciente, vibrante y real, como la vida misma, en la que el personaje nos arrastra a una realidad que supera a la ficción, como la vida de esa ya no tan niña de trece años, que en Almería, delante de todos, de la policía incluso, se prostituía para su madre no tan madre, por alcohol y tabaco… 

domingo, 5 de febrero de 2017

EL DIA DE LA MARMOTA BOLIVARIANA. VUELVA USTED DENTRO DE QUINCE DIAS…


Como en la película de culto de Harold Ramis “El día de la Marmota (Atrapado en el tiempo)”, miles de venezolanos viven su particular vivencia a la hora de renovar sus documentos de identidad. Y como Bill Murray –el protagonista- reviven, semana tras semana, la misma escena que el periodista revive a diario en el pueblecito de Punxstawnwey dónde acudió a cubrir la aparición del roedor Phil…
En la Venezuela de hoy resulta prácticamente imposible renovar la cédula (carnet de identidad) o el pasaporte. Sólo recurriendo a terceros bien relacionados, llámese funcionario del aparato del estado, burócrata del SAIME o del Ejército, pueden obtenerse los citados documentos al módico precio de 500 dólares al cambio, sin que ello implique seguridad alguna de recibirlos.
Lo que cuento no es ningún chisme, le ocurre a miles de ciudadanos y lo he sabido de primera mano, seguro que usted, si es que vive acá puede corroborarlo. Si alguien armado de paciencia e inocente corrección demócrata accede a una oficina del SAIME a reclamar su carnet o solicitar la renovación del pasaporte obtiene un lacónico. “Vuelva dentro de quince días”… Y así en repetición de un particular día de la marmota bolivariana.
Sin embargo estas semanas Maduro publicita el "Carnet de la Patria", un documento de identidad electrónico que regulará el acceso a alimentos y artículos de primera necesidad adquiridos en los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).
El presidente de la República hizo un llamado al fortalecimiento de los Clap como el instrumento ideal para concretar en 2017 la recuperación de la economía: "Hay que fortalecer los Clap y el proceso de carnetización; debe haber puntos de inscripción para el Carnet de la Patria en todos los estados y así derribar los muros de la guerra económica y encaminarnos a la recuperación". Maduro además insiste en la importancia de que todo el pueblo asista al proceso de carnetización,  porque "es la única forma de medir los alcances de la revolución" y llegar hasta donde, por ahora, les ha sido difícil concretar los cambios.
Estamos buenos, igual hasta me tengo que hacer revolucionario para acceder a los alimentos básicos…

Y sobre todo no sean ingenuos, detrás de todo esto, el Totalitarismo, el aparato del Estado intentando frenar la sangría de venezolanos que abandonan el país porque no les queda otra, el control a ultranza, los puentes dinamitados para que nadie detrás acceda o salga de la zona de guerra... En cualquier caso un atentado contra la libertad del individuo.

A la vista de todo esto, Señor Zapatero,  ¿sigue usted siendo optimista?

sábado, 4 de febrero de 2017

QUE VERGÜENZA ZAPATERO…


El otro día en un encuentro entre directivos de empresas españolas en Caracas, me han comentado, uno de ellos expresó con enorme disgusto su decepción y la vergüenza que le producía como español  la presencia del Sr. Rodriguez Zapatero, el ex presidente de gobierno español, ya saben, en la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Oposición venezolana.
Comparto plenamente ese sentimiento y en otras entradas he expresado mi opinión sobre este señor. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, pero nunca he sido y sigo sin ser capaz de ver las capacidades de Zapatero y me cuesta trabajo entender lo que hay en esa mente que intento escrutar más allá de esa mirada entre bovina y canina que parece el fruto de un imposible cruce entre charolés y san bernardo.
Desde acá solo recibo comentarios de amigos y conocidos poniéndome de vuelta y media al interfecto, pero si se analiza lo que ocurre no queda otra salida. Veamos.  
He buscado la últimas noticias sobre JLRZ: “Zapatero: Soy optimista sobre un futuro en paz y convivencia en Venezuela” dice el titular de El Nacional del 1 de febrero. Le doy vueltas y vueltas a la afirmación del prohombre y sigo leyendo: “el afán por la convivencia exige lucha por la convivencia, intentar generar confianza y mucho respeto”. Ahí le ha pegado, pienso, coño, va orientado. “Hay mucho antagonismo en Venezuela, pero nosotros la Unasur con los acompañantes estamos en un empeño decidido a que la senda de Venezuela no sea la de la confrontación, una confrontación que sería muy grave, sino que sea la senda del entendimiento”…
El periodista resume: Rodríguez Zapatero aseguró en su discurso -tras recibir la distinción (Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Santo Domingo), Diosss¡¡¡- que mantiene una “visión positiva de la acción política” y que su “optimismo permanece y que incluso está optimista sobre el futuro en paz, en progreso y convivencia en Venezuela, tarea a la que ahora estoy muy empeñado”.
Este optimista, tonto hasta decir basta, estúpido –en sentido literal- no se ha dado un paseo por las calles de Caracas ni de cualquier ciudad o pueblo venezolano, no ha hecho una cola, o no ha sufrido en carnes propias la necesidad de un medicamento desaparecido de los anaqueles de las farmacias. Este, que no es más tonto porque no practica, no ha sentido ese pellizco en las entrañas cuando te acercas en tu coche, en cualquier carretera, a cualquier hora, a una alcabala y ves ese fusil en manos de un imberbe de la Guardia, o de las CONAS (Comando Nacional Antiextorsión y secuestro), o de cualquier policía que apenas sabe leer y no tiene ni para comer pero porta una Glock 17 al cinto con todos sus cartuchos rellenando el cargador…
Semejante estulticia nunca debe ser interpretada como un gesto de buena voluntad en pro de la paz, no he comentado la intervención del Vaticano, que también me parece un desacierto desde el momento en que da alas a un gobierno que no demuestra respetar los derechos humanos, a las pruebas me remito, ni ofrecer gestos visibles en pos del diálogo sincero y transparente entre las partes: ¿como interpretar si no el acoso al Parlamento o la ausencia de respeto a lo que dicta la carta magna en lo relativo a las elecciones y el revocatorio del Presidente de la República?. Cada vez que Zapatero aterriza en Maiquetía lo interpreto como una grave amenaza para el futuro de los venezolanos y demanda una actuación decidida del gobierno español que no debe apoyar la presencia en zona de guerra de este indocumentado por la paz…
Y lo peor es que hay venezolanos que nos juzgan y califican por individuos como este... Qué Vergüenza Zapatero.   
Qué maravilla esta Nicki Parrot...

miércoles, 1 de febrero de 2017

EL TENIENTE MARIO CONDE. CUATRO ESTACIONES EN LA HABANA. LEONARDO PADURA


Una sorpresa encontrarme al otro lado del Caribe con el alter ego cubano de Pintado, el teniente Mario Conde.
No conocía las novelas de Leonardo Padura ni tampoco, evidentemente, a su personaje Mario Conde, un desencantado teniente de la Policía Nacional cubana, escritor frustrado, bebedor de ron y fumador de cigarrillos, enamorado compulsivo, intuitivo y pasional. Un tipo que quedó varado en la Habana y que  a falta de otro horizonte hace de la isla su universo único.

A falta de la lectura de los libros he empezado con la versión cinematográfica para Netflix. Todo un regalo que estoy disfrutando este miércoles feriado en Venezuela.
Hoy toca Credence Clearwater revival... 

LA MALETA DEL SEÑOR ANTONIO. CIENTO DIEZ AÑOS A SUS ESPALDAS.


Quien escribe, o lo intenta, conoce bien esa sensación de caminar al borde del precipicio, la ansiedad por plasmar lo que revolotea dentro de tu cabeza, esquivo a veces, espeso otras.
Llevo esa sensación a flor de piel desde hace días. Necesito compartir lo que llevo dentro, contar historias, plasmar a brochazos gordos lo que la vida me deja.  Y no es cuestión de conversación franca con la pareja o con el amigo de turno, al menos no solo de eso. Es tirar el bote de pintura sobre el lienzo enorme en el suelo y pisar sobre el rastro viscoso que se extiende erráticamente sobre la superficie horizontal.
Debe ser eso que antes llamaban musa, inspiración, se hace esquiva la condená… No me importa ser ñoño a veces, compensa la brutalidad con la que se materializan otras las ganas de escribir. Por eso la poesía infumable de Galdón, o el diálogo interminable con Pintado frente a una imaginaria copa de efectos no tan imaginarios.
En cualquier caso ya conozco el remedio, es cuestión de empezar.
Necesito contar lo que está pasando en este país dónde vivo desde hace algunos años y comparto con otros seres humanos a los que la realidad de este trágico comunismo caribeño de opereta, pero tan implacable y letal como todo totalitarismo que se precie, no vayamos a confundirnos, les está haciendo vivir en propias carnes la historia que los millones de europeos del este vivieron hasta la caída del muro, o los cubanos, queridos vecinos lejanos y esperpénticos, viven todavía a pesar de la desaparición del sátrapa Fidel, o lo que algunos españolitos descerebrados pretenden a tenor de su amor por las ideas de Iglesias y Errejón –ya veremos en lo que acaba su matrimonio a punto de disolución-.
Llevo semanas lamentando no levantar mi pluma –nadie ha dicho que sea buena, por si acaso a alguno se le curva el labio en un rictus de sarcasmo- contra el opresor, para cuando menos expresar mi repulsión por lo que sucede y dejar claro lo que pienso de todo esto. Hay ya demasiada gente que me importa involucrada en este fangal que es ahora Venezuela, y lo llamo así porque la vida acá es la de una charca infectada de caimanes que pelean y depredan a todo bicho que se mueva por encima, sobre y debajo de la superficie putrefacta.
Este país se ha convertido en un espacio donde medran los incapaces, progresan los radicales, sobreviven los delincuentes, asesinan los sicarios y las bandas que secuestran y extorsionan, se corrompe una juventud cada vez más carente de los valores tradicionales de la familia. Este país que alguna vez fue llamado joya del caribe, que estaba llamada a ser el faro de progreso de Latinoamérica, el hogar de acogida de millones de inmigrantes españoles (que aquí los canarios, vascos, gallegos, andaluces, extremeños, catalanes, o linarenses , son sólo eso, putos españoles), italianos, portugueses, sirios, libaneses,  cualquiera que procediera de países en dificultades, cualquiera que estuviera dispuesto a compartir la vida del criollo y a trabajar duro para dignificarla tenían cabida. En este país todos esos incapaces han empobrecido la charca, la han depredado, agotado los recursos haciéndolos inviables. Mientras estos mismos se han enriquecido a costa de los demás, robando a manos llenas, corrompiendo un sistema político de instituciones débiles, manipulando la historia de lo cotidiano, empequeñeciendo la Historia de quienes fundaron la República, antes y después de la independencia, traficando con alimentos, mercancías, drogas, promoviendo una sociedad en la que el espíritu se ha vuelto anécdota y folclore, el arte futilidad inútil, la belleza consumo y la inteligencia aplicada un ejercicio estéril y peligroso…

Y todo esto porque el sábado, de regreso de mi paseo matutino por la playa dorada donde rompen las olas que devuelve la isla Chimana, me di de bruces con una muestra de la brutalidad de estos días. En un pequeño mercadito americano, de esos en los que se vende en la calle los restos de una vida, a veces de toda una existencia anterior, sobre el suelo de cemento que rodea un quiosco en venta, me topé con una maleta de madera, forrada de tela cuarteada y polvorienta que alguna vez exhibió un luminoso azul cobalto, con refuerzos de madera, cuero y latón remachados. Aquella imagen era la viva estampa de Venezuela. Un viejo artículo de lujo arruinado al sol del Caribe, en venta por unos mangos que ya no valen nada. Pero como sucede con la belleza en Venezuela, no importa de dónde venga, se me quedó mirando con esos ojos profundos de maleta huérfana y decidí adoptarla.

Traspasé la malla de alambre que separaba el rastrillo de la acera y entré a preguntar. Un viejito, el señor Antonio, por encima de los setenta, delgado y fibroso, cabello blanco y despeinado, sonrisa irónica, hijo de vasca y venezolano y nieto de emigrantes españoles, me atendió: Mire usted estoy vendiendo lo que me queda, mis hijos ya se han ido, mi mujer ya marchó –lo dijo con brillo en los ojos-, esta maleta era de mis abuelos, la trajeron de allá… ¿Le gusta? La miré y la llevé conmigo, ahora reposa en una esquina de mi casa junto a otros huérfanos que recogí. Ahora ella también, algún día, regresará…

Alberto Cortez, en recuerdo a mi padre a quien tanto gustaba esta canción.