SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


viernes, 31 de agosto de 2012

MY BLACKBERRY IS FROZEN... THE ONE RONNIE.



Merece la pena... The One Ronnie, en BBC One.
Los actores -Ronnie Corbett and Harry Enfield- juegan con las denominaciones de algunos Gadgets tecnológicos de todos conocidos.

jueves, 30 de agosto de 2012

EL CARNAVAL DE NOTTING HILL


Londres me recibió la tarde del domingo con su mejor cara. Sol amable y temperatura de primavera sevillana. Había tomado el vuelo de media mañana y tenía tiempo de sobra, a fin de cuentas mi cliente no me esperaba hasta las nueve o'clock. El taxista que me tocó en suerte a la salida de la terminal en Heathrow debía ser un descendiente de oriundos de Kenia -o de cualquier otro pais, antigua colonia, en el áfrica tropical- en primera generación inmigrante, un armario de casi dos metros y a ojo de buen cubero por encima de los ciento treinta kilos en canal, negro como el azabache y de piel brillante como la superficie de un canto pulido. Un tipo simpático que no paró de hablar ni un solo minuto de los cuarenta de trayecto hasta el hotel que Mazarro me había reservado cerca de Paddington, frente a Hyde Park. La verdad no sé por qué tomé un taxi, me costó cinco veces más de lo que hubiera pagado por el tren, pero ese día me sentía rumboso.
Jomo, como aparentemente se llamaba el fulano, me dijo que tenía suerte, pues estaba cerquita del meollo del famoso carnaval de Notting Hill, donde según él, el que no se comía una rosca era porque no quería. La verdad no sé cómo le entendí, mi inglés apenas da para pedir una cerveza en un pub y el mandingo sonaba tan raro en mis oídos como el ronquido de un koala. Pero así fue.
Un cuarto de hora después, tras dejar el equipaje en el hotel me encaminé con paso decidido en pos de la aventura y me interné por aquellas calles de edificios victorianos de fachadas claras, herrajes de hierro forjado, marquesinas neoclásicas y pequeños jardines con setos de tejo y boj.
Aunque, como me dijeron en la recepción del hotel, era el día reservado a los niños, las calles estaban atestadas de gente, de la más diversa edad y condición, y en cualquiera de las mezclas y combinaciones posibles. En eso el imperio británico nos gana a los cetrinos hispanos. Me barrunto que, porque antes que nada, según sus reglas, tienden menos a eso de la mezcla racial y a la coyunta con resultado de parentela a la que tan aficionados hemos demostrado ser los latinos debajo de los Pirineos. Dicho de otra manera, esto es, que cada cual -en los dominios británicos- sigue permaneciendo en su parte de la casa aunque todos estens bajo el mismo techo. Quizás por eso había Indios –Hindús-; africanos de todas las etnias; asiáticos de todo lo lejano, medio y cercano, en cada uno de los colores que van del blanco al canela; chinos y malayos; de Singapur y Hong Kong…; caribeños de Jamaica, Trinidad; y por supuesto europeos de lo más variopinto, desde la soleada Málaga, al frío islandés… Y me dejo un montón. La leche, pensé. Más de dos millones de personas, recuerdo ahora que me dijo la argentina que atendía la recepción. Y vive dios que estaban todas… El aire olía a grasa fundida y humo de barbacoa, a azúcar quemado y a cerveza derramada en el suelo, a orines y vómito de la noche anterior. La miasma flotaba hacia el cielo sin atreverse a despegarse hasta las alturas, como la música metálica que salía de algunas viviendas, cuyos ridículos patios y minúsculas terrazas se veían tan abarrotadas como las casas de Caminito una mañana de sábado primaveral. Si tuviera que describir el ambiente diría que es un extraño híbrido entre la calle del infierno de cualquier feria de España, la madrugada beoda de los sanfermines camino del baile de la zapatilla, una tomatina desbocada -que aquí es de chocolate-. Como el naúfrago que alcanza la seguridad de una playa me acantoné en una esquina –cerca de un grupo de policías que impedían el paso de vehículos en la zona acordonada para la celebración- y mientras consultaba el mapa para orientarme en aquél dédalo de gente ebria se me acercó alguien por atrás y acarició suavemente mi espalda. Una descarga recorrió mi espinazo desde el  cuello a la rabadilla y a punto estuve de volverme y soltar un sopapo. Pero luego me llegó ese olor que nunca he olvidado, a canela, a clavo y a piel de naranja. Ese olor que tienen los dulces en Semana Santa. Supe que era ella apenas un instante antes de notar cómo una inhalación fría como el hielo me aplastaba el pecho y se introducía en mi costado arrastrando tras de sí la consciencia…
Me desperté cuando un bobby rechoncho ayudaba al camillero a meterme en la ambulancia, apenas recuerdo su rostro, pero no olvidaré su sonrisa de desprecio mientras comentaba algo con el compañero…
No olvidaré tampoco el perfume que flotaba en la ambulancia: A canela, clavo y naranja…

viernes, 24 de agosto de 2012

ANCHORENA CLUB. La Noche de mi amigo Carlos.

Es curioso como el post más leído en este Blog tiene que ver con Anchorena Club.
La denominación del club de swingers al que hago mención en la novela tiene que ver con un sucedido real que viví allá por el 2007, cuando residía en Buenos Aires.
En aquellos tiempos cada jueves por la tarde acudía a clase de baile en un local de Belgrano en compañía de mi esposa y otros matrimonios amigos. Los integrantes éramos un cosmopolita grupo compuesto por españoles, brasileños, colombianos y hasta un italiano. No se crean, nos dedicábamos al baile, no vayan a desbarrar e imaginarnos ya inmersos en el bizarro mundo del intercambio de parejas…
Pues bien al finalizar las clases -que impartía una beldad de origen ruso, piel nívea y ojos de un azul tan profundo como un fiordo noruego- solíamos juntarnos para cenar en compañía, uno de esos días recalamos en la terraza de un restaurante italiano Capisci cerca de la esquina de Cabildo y Juramento en la Plaza Manuel Belgrano.
Era una noche cálida, de esas que invitan a pasear para buscar una mesa en un sitio romántico, a disfrutar de la brisa bajo los árboles, a tomar cerveza helada a la luz de las velas mientras contemplas la calle y pasa el tiempo llevado de la mano de los transeúntes. Conseguimos juntar varias mesas y sentarnos para disfrutar de una velada entre amigos. Cerca, con el pie apoyado en uno de los bancos del parque, un músico callejero, de pelo largo y barba recortada, tocaba una guitarra e interpretaba baladas de cantantes cansados. El camarero tomó la nota y a los pocos minutos trajo las cervezas de los españoles, los refrescos light de colombianos y brasileños y el agua del italiano. Nos repanchingamos en los asientos mientras dábamos buena cuenta de las bebidas y de los cacahuetes salados que antecedían el condumio que esperábamos. La música flotaba en el ambiente al mismo compás que las cálidas llamitas de las velas que iluminaban el espacio. Los árboles derramaban sobre nosotros el frescor mecido en las ramas que balanceaba la brisa.
Ese día mi amigo Carlos estaba inspirado. Para cualquiera que no le conozca diré que es hincha del Atlético de Madrid –colchonero hasta la médula- y aunque está un poco calvo es un tipo irresistible cuando sus caderas se animan al socaire de cualquier ritmo latino, de profesión economista y de vocación showman compulsivo –alguna vez se arrancó a bailar sobre la mesa del restaurante al calor de los margaritas, pero eso es otra historia-. Pues bien, inspirado significa que, ese día, mi amigo Carlos estaba dispuesto a salirse de madre a la primera de cambio. Lo supe tan pronto escuché sus risotadas estentóreas al final de la segunda cerveza y vi sus ojos de tigre astigmático brillar húmedos a la luz de las velas.
Una chica se nos aproximó y sin que mediara nadie expresó con claro acento español su deseo de sentarse a la mesa. Tenía un aspecto pelín perroflauta, una hippie perdida en el tiempo y en la distancia, mitad damita, mitad putón verbenero. Era morena, de piel y pelo. Bronceada por el sol austral. Sucia de sudor y del polvo que el agua no había retirado hacía un par de días. De entrada nos callamos mientras nos mirábamos intentando dilucidar que estaba pasando. Pero Carlos –que en otra vida sería discípulo de San Francisco de Asís- se levantó de golpe y arrastrando una solitaria silla le hizo un gesto para que se sentara a su lado.
La imagen está servida. Los españoles –ocho menos Carlos- reímos nerviosos –yo me aparté unos centímetros porque el pelo de ella estaba barriendo literalmente mi plato-, los brasileños y colombianos –bastante conservadores por cierto- se miraron incómodos. El italiano –esposo de una colombiana- miró a su esposa y carraspeó mientras se mesaba la perilla. Ella sonreía segura de sí y agradeció el gesto de Carlos estampándole un par de besos en la mejilla mientras se presentaba al personal.
Resumiré su historia: Canaria, separada, madre de una niña, mediana edad –frisaba los cuarenta- dejó su familia, su tierra y su empleo para seguir al chico argentino –el músico que cantaba baladas en el banco de al lado- del que –según ella- estaba locamente enamorada. Esto llevó no menos de diez minutos durante el feroz interrogatorio conducido por Carlos y secundado por el italiano que conforme pasaba el tiempo se iba animando.
Llegaron los platos y nos repartimos los chorizos criollos, el bife y el asado de tira. Se distribuyeron las ensaladas de brasileños y colombianos, se acantonó en una esquina el plato de sorrentinos a la crema del italiano. El vino sustituyó a la cerveza para los españoles, los refrescos light seguían alumbrando el entendimiento de los latinos y el italiano se lo pensó mejor y tras pedir el permiso de la colombiana –aunque ella se lo negó con los ojos y algo más- atacó con fruición la botella de Malbec. La canaria, mientras, asaltó la humanidad de Carlos y se le encaramó al físico tomándolo por los hombros y magreándolo sin recato. Yo le tuve cierta envidia. No mucha, la justa, pero envidia al fin y al cabo.
De nuevo resumo los hechos. Carlos contó chistes, su esposa contó los arrechuchos, una de nuestras españolas –vieja Miss Salamanca, aunque lo de vieja es un decir porque tiene unos espléndidos treinta y cinco años que Dios le conserve- contó chistes –los mejores-. Los brasileños se fueron al poco –escandalizados aunque no lo dijeron- después de ventilarse la ensalada y la colombiana arrastró tras de sí al italiano que, a ratos pegado a la tercera botella de Malbec, a ratos husmeando los aromas de la canaria, lloró al irse como lo habría hecho el propio Boabdil el Chico al dejar Granada.
Cuando quedó la peña hispana en soledad, y mientras la esposa de Carlos intentaba rescatar al soflamado varón de las garras de tan perversa hetaira –como la llamó la ofendida cónyuge en su interior desde la primera aproximación a su propiedad privada, cual Sánchez Gordillo disfrazado de fémina- la canaria nos contó de la existencia de un club de swingers en la calle Anchorena. Y…
Lo que ella nos relató y yo entendí sirvió para que días después, acompañado de mi perro mientras lo paseaba, nos pasáramos por la puerta del establecimiento. Allí en el portón del lugar decidí que algún día incluiría el establecimiento en una de mis historias. Y por eso Pintado años después viajó a Buenos Aires y, entre otros, visitó el Anchorena Club.
¿Qué pasó con Carlos aquella noche?... Eso, amigos míos, es otra historia…

martes, 21 de agosto de 2012

CAMAS VACIAS. Adiós a Lola Bocanegra.

21              CAMAS VACIAS. Adiós a Lola Bocanegra.

La fiesta del jardín estaba en su apogeo. La piscina se había quedado vacía, el agua apenas producía pequeñas olas que rebotaban contra el borde del cubeto. En la superficie flotaban los restos de un escueto traje de baño. Las modelos y los chaperos habían ido encontrando pareja y en este momento había gente perdida a lo largo de todo el jardín o deambulando cerca de las mesas del bufet de la comida. Los camareros trajinaban sin preocuparse de lo que ocurría alrededor con ceguera profesional. Nadie allí se preocupaba por quien tenía al lado, sólo de no quedarse sin compañía femenina o masculina, dependiendo del caso. Habían rebajado la iluminación de la zona, dejando apenas unos hachones de keroseno que daban un tono amarillento e irreal a las escenas. La luna esplendorosamente salvaje teñía las copas de los árboles que protegían los jardines de la vista con una cascada fosforescente. Las luciérnagas surcaban el aire perdiendo la batalla por el cielo. Sandoval se unió al grupo y se le acercaron dos jóvenes efebos que lo rodearon por la cintura. El venezolano los besó de uno en uno atrayéndolos contra sí.
Más allá el monte era testigo mudo de los secretos que guardaba el pazo. A nadie le extrañó que una de las chimeneas de la casa expulsara un humo gris y ocre en pleno verano. En el hogar de la vieja caldera entre troncos de madera y carbón se incineraba el cuerpo troceado de Lola Bocanegra.
Esa tarde Paco Real había viajado desde Coruña hasta Betanzos haciéndole la cobertura a Pintado. Desde las arcadas de la plaza había sido testigo del paseo de su amigo y de su precipitada vuelta al aparcamiento. Más por suerte que por otra cosa había tenido el tiempo justo de llegar hasta el coche alquilado y esperar la salida del vehículo. No se sorprendió al verlo abandonar el estacionamiento en el coche de aquel tipo y repitiendo lo mil veces aprendido los siguió a prudente distancia. No fue fácil, era de noche, y la cosa empeoró cuando tuvo que ampliar la distancia al dejar la autopista intentando no perderse en el vericueto de corredoiras y caminos vecinales. Pero consiguió llegar hasta la puerta del pazo sin ser visto. Dio un corto paseo por los alrededores y comprendió la dificultad de traspasar la seguridad de semejante complejo, algo que parecía imposible a simple vista. Quedarse allí era exponerse a ser descubierto y perder la ventaja que de momento le daba la sorpresa.
Encendió un cigarrillo, el aroma del humo se mezcló con el de los eucaliptos a su alrededor. Desde donde estaba le llegaba el sonido de la música que venía de algún lugar dentro del pazo, cumbia o salsa, algún ritmo latino de esos tan adecuados para mover el esqueleto al compás de las caderas femeninas. Maldita mujer pensó al recordar su presente, sin ella no podía vivir y con ella se moría. La imagen de la traición de su amante la tenía instalada en su mente, destilando veneno a cada embolada del corazón… Dos camas vacías, lo que le esperaba cada noche al volver a casa…  Apuró la colilla y la arrojó a lo lejos, sobre el asfalto y exhaló el humo que le quedaba en los pulmones. Escupió para quitarse de la boca el sabor amargo del alquitrán del tabaco. Tras mucho pensarlo decidió regresar a La Coruña y esperar allí la llamada de Pintado. Era mucho lo que debía contarle del entramado que tenían montado aquellos delincuentes. Un ruido a su espalda le hizo girar la cabeza. Su mirada se deslizó por las estrellas que lucían en el firmamento, la vía láctea pasando por Sirius.
Pintado pasó la noche encerrado en una cómoda celda de la planta sótano. El único mobiliario era un catre estrecho, un lavabo y un cubo en el que hacer sus necesidades. Una auténtica mazmorra cinco estrellas. Apenas durmió, su cuerpo se negaba a conciliar el sueño agobiado por la visión del cuerpo destrozado de Lola y por las implicaciones del ofrecimiento que le habían hecho. Por muchas vueltas que le daba era de esos difíciles de rechazar. Quiso llamar a Real, pero su teléfono móvil estaba frito, allá bajo no había cobertura, apenas le sirvió para conocer la hora en la oscuridad de su prisión. Meditó, reflexionó, analizó pros y contras, apartó el deseo de venganza, dejo de lado la racionalidad del pensamiento, lo miró desde distintos puntos de vista, y al final de cada reflexión sentía angustia y rabia, no había nada más. A pesar de todo el sueño le venció cuando afuera llegaba el alba. Apenas unos minutos de narcolepsia después le despertó el ruido de la llave al girar en la cerradura.
Esta vez no era George Clooney quien actuaba de maestro de ceremonias, aunque su rostro le era conocido. Trató de recordar de qué, pero su mente se negaba a concederle la satisfacción de relacionarlo con algún suceso en concreto. Sin apenas esperar a que se desperezara, en silencio, le hizo gestos para que lo acompañara. Se obligó a salir, a pesar de que le dolía el cuerpo como si hubiera dormido sobre la plataforma de carga de un camión de ganado.
Pintado siguió al matón por el pasillo hasta una escalera que los condujo a un garaje en el que estacionaban varios vehículos. Abordaron el que estaba más cerca de la puerta, un todoterreno de carrocería impecablemente brillante y cristales tintados que impedían ver el interior. Cuando el matón le abrió la puerta trasera Ginés, en un flash, supo dónde y cuándo había visto al matón antes, era la alimaña que se limpiaba el rostro con un paño después de torturar a Lola Bocanegra. Una sucesión de arcadas estuvieron a punto de doblarlo en tierra. Se sobrepuso y entró en el vehículo. Sandoval lo esperaba cómodamente sentado dentro.
-Espero que haya descansado. Debe perdonarnos, hay mejores alojamientos en la casa, pero nos pareció que preferiría algo tranquilo… Y ya sabe, no hay nada para eso como un sótano. ¿Qué ha tomado por fin alguna decisión? No olvide que de eso depende su futuro.
Pintado pensó en la respuesta que le iba a dar, aunque en el fondo sabía que no tenía alternativa. Su única salida era seguirles el juego y atraer a Sanmartín. Luego la probabilidad de llevarse por delante a aquellos tres sería mayor, a pesar de que entonces quien no tendría salida sería él.
-De acuerdo, lo haré.
-Celebro su decisión. Ya creía que nos iba usted a rechazar y que tendríamos que volver a encender la caldera de nuevo esta noche…
Pintado no entendió el juego de palabras, pero no le gustó la sonrisa de Sandoval.
-No lo hago por gusto. No me dejan ustedes muchas opciones. Aunque me gustaría repasar antes todos los detalles. No quiero dejar al azar mi futuro inmediato, tengo la impresión de que me la jugarían ustedes.
-No sea tan desconfiado. Somos hombres de negocios y casi siempre hombres de palabra. No lo lamentará. Ya verá.
Pintado tuvo la impresión de estar recibiendo las garantías personales de una cascabel. Quería salir por pies de aquel coche y meterse debajo de una ducha que le limpiara toda la mierda que le había caído encima.
El vehículo se detuvo al poco rato y Sandoval se bajó de él. Estaban en un pequeño puerto pesquero, apenas un muelle de piedra apto sólo para pequeñas embarcaciones. Reanudaron la marcha. Mientras el coche se alejaba por una empinada corredoira Pintado vio al venezolano abordar una lancha rápida que lo estaba esperando y perderse en la ría entre las bateas que salpicaban la mar esmeralda. Debieron recorrer el mismo trayecto que habían hecho la noche anterior ya que el todoterreno finalmente paró en la misma explanada de la gasolinera junto a la antigua ruta nacional. Rodaron hasta situarse detrás del edificio abandonado de las oficinas, donde se encontraba el vehículo con el que Pintado había llegado hasta Betanzos.
-Aquí se baja usted –dijo el matón apuntando a Pintado con un revolver del 38-. Ha sido una pena que haya aceptado el ofrecimiento del jefe… Podríamos haber pasado un buen rato.
-Otra vez será, hay tiempo. –Respondió Pintado.
-No lo dude.
-Nos veremos. No lo dudo… ¿Mi pistola?
-Luego… En el maletero… Por cierto. Le he dejado otro regalo dentro. –Se despidió el matón con una sonrisa de hiena.
El todoterreno derrapó en la superficie de grava de la vieja gasolinera y se alejó envuelto en una nube de polvo. Pintado esperó hasta que se perdió de vista antes de abrir el maletero y descubrir dentro el cuerpo maniatado y amordazado de Paco Real.

lunes, 20 de agosto de 2012

GARZON, CORREA Y ASSANGE. La atracción de los medios y la facilidad para meterse en camisas de once varas.

Cuando propongo una trama suelo incorporar algo de irreverencia en la lógica de los acontecimientos, primero porque engancha y segundo porque es mi personal contribución a los universos paralelos que nos rodean. Aunque sólo sea de forma modesta. Hubiera resultado provocador reunir a los tres personajes en una misma trama, sin embargo la realidad ha resultado ser aún más transgresora que la imaginación de un servidor.
Mi paisano Garzón, somos de cercanas tierras natales, ha conseguido sorprenderme al tomar bajo su responsabilidad la defensa del ciudadano Assange, posiblemente haciendo gala de la simpatía que los une al estar él mismo acusado de prevaricación y suspendido cautelarmente de sus funciones por el Tribunal Supremo. El rubio australiano, a lo que se ve, ha conseguido despertar el ansia proteccionista del magistrado al ser asediado por las diabólicas huestes de las potencias capitalistas, que lo ha obligado a acantonarse tras los muros de la neutral embajada del Ecuador en Londres. Y por supuesto unidos a ellos por el destino proceloso está el ínclito Correa, democrático dictador del cálido país latinoamericano, haciendo gala una vez más de la encendida defensa de las libertades desde las repúblicas bolivarianas. No me extrañaría que en los próximos días el Comandante tome cartas en el asunto acompañado frente a las cámaras del antaño actor –magnífico, que todo hay que decirlo- y ahora activista Sean Penn.
Por buscar extraños compañeros de cama no me extrañaría nada que el mismo Guy Ritchie -relacionado como saben con Penn vía recalo carnal en el puerto de Madonna- haga acto de aparición el día menos pensado, haciendo que de esta forma Garzón pudiera aparecer en la esperada Rockanrolla 2 que tanto tiempo llevamos esperando los amantes del género.
Llevado de la imaginación soflamada ya puedo ver a Sánchez Gordillo a la puerta de la embajada vociferando consignas acompañado de un nutrido grupo de activistas del SAT, si es que consiguen asaltar uno de los aviones de la controvertida RYANAIR que hacen escala en la tórrida Sevilla… No quiero dar ideas pero igual se presenta al casting de un próximo Robin Hood -el achaparrado, digo yo-. Quizás se les una hasta el propio Rubalcaba, necesitado como está de votos para las elecciones del 2015.
Me llama mi querido y admirado George Clonney -hemos salido juntos un par de veces, aunque él levanta más personal- y me confirma que ha desestimado incluir a Garzón entre el elenco que dará vida a su próxima película, porque desconfía de la capacidad interpretativa del histrión jiennense a quien ve más cercano a Al Pacino que a él mismo.
Y que conste… no desestimo unirme yo mismo al cotarro porque la trama promete.
PS: Observen que en ningún momento me he pronunciado sobre la inocencia del de WikiLeaks… Por razones obvias.

sábado, 18 de agosto de 2012

CAMAS VACIAS. El Plan de Sandoval.

21              CAMAS VACIAS. El Plan de Sandoval.

" (…)De par en par te abro las puertas que me cierras,
me cuentan que el olvido no te sienta tan mal,
la paz que has elegido es peor que mi guerra,
aquella cama nido parece un hospital.

Yo, en cambio, no he sabido ir a favor del viento
que muerde las esquinas de esta ciudad impía,
pobre aprendiz de brujo que escupe al firmamento
desde un hotel de lujo con dos camas vacías(...)”

Camas Vacías
Joaquín Sabina


-Todavía tiene usted la oportunidad de salvarse y evitar que eso que usted acaba de ver le suceda a alguien más. –Explicó Sandoval, sin expresar remordimiento alguno, como si lo sucedido fuera una circunstancia de la rutina diaria.
Pintado respiró con dificultad, tragándose la rabia, consciente de que le iba en ello la vida, aunque en este momento no le importaba demasiado conservarla. Su mente no calculaba probabilidades, ni sopesaba opciones, era como si navegara en medio de una tormenta, más allá de cualquier control, simplemente estaba allí, en medio de la nada más absoluta, del caos desencadenado, deseoso de que existieran dioses y castigos, y que las obras de los humanos no escapasen a la intervención divina.
Medina encendió un habano de grueso calibre con la parsimonia de los ritos sagrados, cortó con cuidado la cabeza, calentó la capa delicadamente con la llama de una lámina de madera de cedro y chupó hasta quedar satisfecho del tiro y combustión del cigarro. Después se dedicó a observar el rostro de Pintado, esperando la oportunidad de intervenir de nuevo en la conversación.
-Pintado no se ha perdido nada. Su amiga era sólo una puta, una drogadicta que no esperaba nada de la vida. No servía para nada… -Dijo al fin.
El silencio que siguió se podía cortar. La mente de Pintado destiló apenas unas gotas de emociones tintadas de rojo.
-Son unos hijos de puta…
Medina y Sandoval se miraron. El mayor se levantó y quedó enfrentado a Pintado, dejando constancia de quien tenía la sartén agarrada por el mango.
El ex policía les miraba sin ver, era una máquina de sentir sobreexcitada por la locura y el miedo. Andaba en precario equilibrio por la estrecha franja que separa al animal del hombre, preguntándose quién vendría en su ayuda.
-Sea usted práctico –dijo el Marqués-. Dele un sentido a esa muerte. Ayúdenos y se estará ayudando… No pretenda jugar con nosotros. Somos demasiado poderosos para usted, nadie en su sano juicio intentaría levantar la mano contra nosotros… debería usted saberlo. No es la primera vez. Boris, continua tú, estoy cansado y este hombre me empieza a enfermar de los nervios… Mañana salgo temprano, tengo una reunión en Zúrich y debo estar allí antes del mediodía… Ya nos veremos de nuevo Pintado.
Medina salió sin despedirse, envuelto en una nube de humo gris que le daba una apariencia fantasmagórica. La imagen de un Nosferatu moderno. Al otro lado de la puerta George Clooney seguía haciendo guardia como un perro fiel. Sandoval se sentó en el sillón que había quedado vacío y cruzó las piernas, mirando en dirección a Pintado.
-Pintado se lo explicaré. Esto ha sido un negocio muy lucrativo hasta ahora, pero ha llegado el momento de cambiar. Lo nuestro es una actividad madura y en el país se respiran aires de renovación. Con la crisis económica está cambiando la forma de vivir de los poderosos, la sociedad no va ser tan permisiva, los nuevos gobernantes, de momento, parecen decididos a imponer otros valores y formas, por eso los servicios que proporcionamos pueden empezar a declinar y alguien pensar en quitarnos de en medio, así que mejor lo dejamos ahora que estamos a tiempo. Además hemos sabido que uno de nuestros socios está pensando en dejarnos de lado, y ya sabe lo que eso significa en nuestro caso. Así que hemos decidido tomar la iniciativa antes de perder el poder que tenemos hoy… No obstante no queremos desaprovechar la red que hemos tejido tan laboriosamente durante años, así que hemos decidido trasladar nuestra actividad a otro lado… Y aquí es donde usted encaja, verá…
El plan de Sandoval tenía la enorme complejidad de las cosas simples. La idea era quitar de en medio a Sanmartín y adueñarse de su parte del negocio allende los mares. La desaparición de Elena Carrión había dejado el espacio libre para que el argentino quisiera quedarse con todo y eso no encajaba en los planes de Medina. Para el Marqués el negocio con Sanmartín era sólo una forma de asegurar su impunidad. No obstante ahora, después de años de duro trabajo, tenía cogidos por los huevos a prácticamente la totalidad de los poderosos del país, y si alguno se le escapaba directamente ya se había él encargado de buscar el punto débil por medio del cual hacerlo.
Sus negocios legítimos habían crecido y no quería poner en riesgo su entramado financiero ahora que una nueva casta de políticos había salido de debajo de las piedras y amenazaban con sanear el país. Era el momento de quitarse de en medio a Sanmartín y vivir de las rentas, y si acaso, como le había convencido el venezolano, trasladar la actividad a los países latinos y asegurar que el maná siguiera fluyendo, ríos de dólares deseosos de ser blanqueados en el entramado bancario propiedad de Medina.
Pero para eso, antes, Sanmartín debía de desaparecer.
-Pintado, queremos que usted liquide a nuestro socio…
Las palabras de Sandoval se abrieron paso en su cerebro, superando las defensas inconscientes interpuestas en los últimos minutos, devolviéndole al mundo racional, a la mesa de casino en la que se jugaba la vida. Procesando la información, ubicando cada dato en el lugar oportuno, haciendo conjeturas, deduciendo implicaciones. La pregunta le vino a la boca de forma automática, con la lógica aprendida en años de profesión.
-¿Por qué yo? ¿Por qué no contratan a un profesional? –y con la lógica, el sarcasmo-. Deben ustedes conocer a unos cuantos.
-No le falta razón, pero sería demasiado evidente. Y recuerde que queremos quedarnos con el negocio al otro lado del Atlántico. Nuestros socios se pondrían muy nerviosos si sospecharan que hemos eliminado a un socio para quedarnos con su parte. No queremos tener una guerra con los cárteles al otro lado. Deben confiar en nosotros para seguir enviándonos su capital para ser blanqueado, ni se imagina las comisiones…
-Había otras opciones: colaborar con la justicia, hacer algún trato. Alguna estrella de la judicatura estaría encantado… -pensó Pintado-. Presenten pruebas de sus actividades, seguro que algún juez querrá ponerle la mano encima… -Dijo
-De nuevo olvida usted que un proceso puede sacar a la luz los trapos sucios de demasiada gente. Mejor lo hacemos con discreción. Es preferible eliminarlo por las buenas, de una forma aseada e irreprochable, un ajuste de cuentas a un canalla criminal. ¿Y quién mejor que usted para llevárselo por delante? Tiene razones sobradas para ello y se trataría simplemente de una venganza. Además quién mejor que usted como cebo para Sanmartín. Nuestro amigo argentino acudirá sin dudarlo en cuanto se entere de que está usted vivo, no acogió precisamente con alegría su huida de Santa Cruz.
-Ya… Y me convierto en diana para la mitad de la mafia del orbe…
-Le haremos desaparecer. Se esfumará de la superficie terrestre, Nosotros nos encargamos de eso. Le facilitaremos una nueva vida, con todo lo que se pueda imaginar, no necesitará volver a pensar en trabajar nunca más… A salvo de todos, en el país de nunca jamás… Eso déjelo de nuestra cuenta.
-No es suficiente. ¿Cómo quiere que me fíe de ustedes?
-No puede, es cierto. No obstante hemos pensado en todo. Se lo voy a explicar. Usted conoce a Nájera, ¿verdad? Se habrá dado cuenta que es un cretino integral, un don nadie que piensa que bailándole el agua a Sanmartín tiene su futuro asegurado. Semejante personaje sabe demasiado, ya no es de fiar. Vamos a matar dos pájaros de un tiro. Él será quien aparecerá como responsable de contactarlo para asesinar a Sanmartín y nosotros pondremos su cabeza en una bandeja para contentar a nuestros socios americanos. Ejecutado el instigador, y usted desaparecido, sólo tendrá que esperar un tiempo para que el interés por usted se esfume. Y en un par de años nacerá a una nueva vida, a salvo de todos y de todo. Simplemente tiene usted que elegir el país que desee e instalarse allí. Y quien sabe… en unos años más podrá volver a ser ciudadano del mundo.
-No sé. No me convence la simplicidad de su plan. Son ustedes unos cabrones…
-Pintado, ha visto usted cómo ha quedado su amiga la puta. ¿Cree usted que no le puede ocurrir lo mismo a su querida María? ¿A cualquiera de sus amigos? Es usted muy ingenuo, yo diría que parece imbécil. De todas formas entiendo que por hoy está bien de emociones. Estará usted cansado, le dejaré meditarlo en la tranquilidad de su habitación. ¿No querrá usted compañía para relajarse? Hoy tenemos de todo…
El silencio y el gesto de desprecio de Pintado fueron lo suficientemente explícitos. Sandoval chascó los dedos de la mano derecha, apenas un gesto sin sentido al final de la conversación. Pocos segundos después el figurín abrió la puerta e invitó a Pintado a seguirlo. Ginés se dio cuenta entonces de que una cámara de vigilancia en una esquina de la estancia había sido testigo mudo de todo lo que allí acontecía. Salió de la estancia deseando haber matado al venezolano con sus manos.

jueves, 16 de agosto de 2012

EL CAZADOR

Hoy, para el recuerdo, El Cazador –The Deer Hunter- la obra maestra de Michael Cimino estrenada en 1978. Yo era por aquel entonces un joven estudiante de ingeniería en Sevilla. La vi en el multicines Alameda con un amigo al que he perdido la pista -Antonio Tenorio- después de haber trasegado un bocadillo de calamares en la barra de un bar de la calle Trajano, por aquel entonces un estrecho corredor de asfalto y mugre por la que transitaban los autobuses urbanos que paraban en la Plaza del Duque. (El caracter de Pintado se acrisoló con películas de la terna mágica: Coppola, Cimino y Scorsese)
Desde entonces la he repetido casi cada año. Es una de esas historias que pueden entenderse en todos los sitios y en todas las épocas.
Es difícil destacar un personaje, una interpretación, una parte de la historia. Todo es redondo, desde el guion, a la puesta en escena, la caracterización, el ritmo, la banda sonora. Para mí el enfoque más conseguido de la sociedad americana de su tiempo.
Aparte de Robert de Niro y Christopher Walken descubrí -mariconadas aparte- al secundario John Cazale y me prendé -ritmo perfecto como canción de borrachos- de Can't Take My Eyes Off of You… Si quieren navegar por el mar de la amistad y el amor.   

martes, 14 de agosto de 2012

Nunca es triste la verdad. POR QUÉ SI NOS VA TAN BIEN... NOS VA TAN MAL

Lo que sigue a continuación no lo he escrito yo, lo ha hecho Jorge Fernández Díaz en su columna de opinión en La Nación -diario argentino-. No he podido evitar publicarlo. Aquí el texto íntegro. Algunas de sus frases quedan para la historia.

(...) Estamos en silencio y a oscuras…. Hoy tocan las calles de esta ciudad –por Buenos Aires-, y largas colas y rostros anónimos y tristes. Parecen pinturas hiperreales: un invierno de expresiones sombrías y de fatiga desesperanzada. Laburantes que esperan resignados, uno detrás del otro, aquel miserable colectivo abarrotado y agónico que los lleve a casa: una o dos horas por la mañana; una o dos horas por la tarde. No funcionan los subtes; los trenes matan, hieren y descarrillan o son sacados de servicio, y los políticos juegan al ajedrez con esa mansa infantería…

Caminito de Juan Iturri

Esa gente vive en un país donde hay un Estado controlador que genera amplias zonas de anarquía. Un Estado totalizador con blancos inexplicables. El resultado es un paradójico cruce entre control y caos. Algo parecido a lo que practica el socialismo bolivariano, cuyo gobierno quiere ocupar militar y políticamente todos los espacios y deja libres algunos fundamentales: en Caracas hay un homicidio cada dos horas. La contradicción de estas políticas parece un ominoso dibujo animado, donde a uno lo encierran para protegerlo en una jaula con dos gorilas violadores. Y se tragan la llave.
Cada vez más lejos de esa sufrida marea de cualunques, los políticos argentinos viven, gozan y se pelean dentro de lo que en sociología se denomina "el círculo rojo": los militantes, los esclarecidos, los dirigentes, los empresarios y los periodistas. La élite. Que en la Argentina confunde todo el tiempo realidad con símbolo.
… Del mismo modo, ya era lo suficientemente justa y estimulante la política de derechos humanos y los juicios a los responsables de la dictadura militar impulsadas por el kirchnerismo sin la necesidad de extasiarse porque Néstor Kirchner pidiera que bajaran el cuadro de Videla. Fue tal el impacto de esa escena en el mundo progresista, logró Néstor tanto con tan poco, que le quedó la impresión al Gobierno de que podía atarse a los gestos, las escenografías y el marketing épico...
Esa sobredimensión de lo simbólico derivó en situaciones curiosas. Primero, le dio la idea al "círculo rojo" de que se estaban llevando a cabo debates políticos de profundidad. Tienen la profundidad de un charco. Desde entonces celebramos una aerolínea de bandera, pero con pérdidas que dan miedo. Festejamos la estatización de YPF, pero no tenemos un maldito inversor que nos ayude a sacar petróleo y seguimos importando combustible a precios exorbitantes. Cuadruplicamos el presupuesto carcelario, pero con resultados penosos. Damos millonarios subsidios a los transportes, pero los trenes y los subtes y los colectivos son una calamidad. Volcamos cantidades importantes de dinero en la educación, pero no logramos una escuela que reduzca las desigualdades ni mejoramos la calidad de la enseñanza: los chicos aprenden en peores condiciones y cada vez menos, y las universidades ranquean en baja. Hablamos de la salud, pero los hospitales públicos están desvencijados y los médicos viven a merced de turbas y delincuentes. Y exaltamos la militancia juvenil, pero la convertimos en una soldadesca obediente y sin espíritu crítico...

EL TIEMPO QUE ME SOBRA. Una cuestión de física cuántica.


Han sido varios los amigos, o conocidos, que ante la invitación a compartir lo escrito en este blog me han soltado eso de: ¡No sé como tienes tiempo para esas cosas!
Alguna que otra vez el comentario me ha parecido hiriente. No obstante soy consciente se debe ser condescendiente con ese tipo de aseveraciones porque el tiempo aún en su aspecto intangible es un bien susceptible de ser gestionado con economía. La forma en que lo hagamos no deja de ser una decisión personal, sujeta a las capacidades de cada fulano.
¿Acaso me meto yo -me pregunto en esos casos- con lo que cada cual hace con el suyo? ¿Acaso objeto el propósito de los actos de mi prójimo en el desgranar de los segundos?
El tiempo sólo vale lo que vale lo que hacemos mientras transcurre. El tiempo sin propósito, sin acción, no es tiempo, es solo cosmos por el que todavía no pasó el famoso Bosón de Higgs. Por eso, mi tiempo, ahora que lo empleo en concretar ideas, tan evanescentes y livianas, como el aire que me rodea, me sobra –porque existe- y se materializa en estas letras que dedico a todos aquellos que al leerlo dirán, o lo pensarán, aquello de: No sé como tiene tiempo para estas cosas…  

jueves, 9 de agosto de 2012

PICAROS EN MADRID. EL LAZARILLO DEL DANUBIO.

Recorría esta mañana el camino desde la salida de los túneles de la M30 hasta mi recientemente estrenado lugar de trabajo, cuando a la altura de la Estación de cercanías de Delicias, en la calle Ramírez de Prado, he sido testigo de un espectáculo singular.
La mañana tenía ese color gris de los días de agosto a primera hora, el cielo aún no pintaba de turquesa y el aire olía a asfalto recocido, enfriado tras la noche ardiente, ese olor metálico y agrio que se nos queda en la garganta aferrado a ella como un garfio de escalada. La luz ambiente se desvanecía todavía en las retinas haciendo que el verde de los árboles me pareciera tan gris como el cielo que era el dosel matinal, o como el piso de la calle, apenas hojas de papel maché pegadas a troncos escuálidos de aspirantes a viejos plátanos de indias.
Es lo que tiene Madrid, su atractivo no se halla en los bulevares de los barrios, ni en sus equipamientos urbanos.
A esa hora aún había poca gente por la calle, tan poca que hasta las paradas de autobús parecen abandonadas y las avenidas solares vacios tras la espantada de vacaciones. Una chica salía del portal de la casa y encendía el primer cigarrillo callejero, un perro husmeaba el aire en busca del origen del desayuno. Un coche me adelantó por la derecha, como si le fuera la vida en el paso por boxes.
Acera adelante, del lado de la antigua fábrica de cerveza del Águila, desfilaba un curioso grupo, dos hombres y dos mujeres, rumanos. Ellos gañanes de aspecto mustio y cabellos renegrecidos, piel del color del asfalto. Ellas vestían sayas de un indefinido color que se camuflaba perfectamente con el paisaje, podrían parecer prolongaciones de las  losas de la solería, salvo por el pañuelo floreado que cubría sus cabezas. A unos metros por detrás se apresuraban para alcanzarlos un par de componentes del grupo – a estas alturas yo ya me había percatado de que no se trataba de un grupo de coros y danzas, ni de los integrantes de la orquesta de cámara de Bucarest- uno de ellos, ligero como una liebre perseguida por ágiles lebreles, asía en su mano izquierda, como habría llevado un violinista el estuche de su querido instrumento, la muleta que seguramente en unos minutos montará en su flanco mientras reclama limosna en cualquier esquina de la capital del Reino…
Cuidado con los Pícaros profesionalizados. Una nueva forma de delincuencia de bajo nivel y alto impacto. Igual Sanchez Gordillo los sindicaliza y los incorpora a su grupo de excluidos del sistema. Igual Valderas y Llamazares les otorgan carta de naturaleza y los acojen en su amoros regazo. Igual todos se suman a la rebelión de los antisistema. 

miércoles, 8 de agosto de 2012

TONI ZENET. AMANECIO SIN QUERER

LA IRRESISTIBLE ATRACCION DEL ABISMO. EL SINDROME DE ROBIN HOOD.

Cuando tocaba en los bares un borracho me decía
"En las cenizas del fracaso está la sabiduría".

Amaral. Hacia lo salvaje.

Me desayuno esta mañana con varias noticias que resultan curiosas por separado pero inquietantes cuando se juntan en la media neurona que queda activa en esta canícula estival.
Por un lado, la “travesura” de Sánchez Gordillo, diputado de IU y alcalde de Marinaleda, quien ayer acompañado de una “turba” anónima asaltó un par de super en las localidades de Ecija y Arcos de la Frontera para arramblar con productos que luego entregó en un banco de alimentos de Sevilla. Sus argumentos incontestables: “Hemos robado para darles a los pobres, porque los ricos ya andan robando” y “esta crisis es un gran robo”. Debe pensar este moderno Robin Hood de luengas barbas que la solución pasa por el caos. Me pregunto por qué no compró él mismo los alimentos con su salario de político profesional.
Otra noticia que ha llamado mi atención tiene que ver con la fortuna personal de la Presidenta bolivariana de la República Argentina, la ínclita Cristina Fernandez. Acumula en su pecunio personal declarado la cifra de cuarenta millones de pesos, algo así como ocho millones y medio de dólares -en el supuesto de que pudiera cambiar pesos por dólares, cuestión esta complicada en la Argentina actual-. Me pregunto cuál será la cifra real, si esta es la que ha declarado oficialmente. También por qué en lugar de hacer de Robin Hood –véase expropiación de YPF- no dedica parte de sus ingresos a solucionar los problemas enquistados en los miles de villas miseria que pueblan el territorio nacional. Un inciso. Ayer visioné la película “El Bonaerense”. Magnífica y sobria. Nada parece haber cambiado en el país en los últimos diez años –salvo el peinado de las chicas, las etiquetas de las botellas de cerveza y el poder adquisitivo de los argentinos-. Una pena.
Por ultimo una breve mención a mi admirado Chávez, que estos días hace campaña acompañado del inimitable Sean Penn –cuyo aspecto por cierto no puede ser más parecido al del Sheriff de Nottingham o al del propio Juan Sin Tierra- . Todos conocen la vocación hoodiana del venezolano, que estos días se asegura la prevalencia de sus compañeros de milicia –los que no defenestró- en las listas dactilares de los aspirantes designados para gobernar los estados federales. Sin embargo nada se mueve en el país. El líder bolivariano atesora en su interior el secreto de la implosión cósmica que reduce el Todo a la Nada. De nuevo el Caos.
Como ven el mundo del caos rinde tributo a la estética Robín de los Bosques. Cuidado ciudadanos… Cuiden sus gallinas, no se las pelen en crudo.

martes, 7 de agosto de 2012

PUERTA A LA LOCURA. Oleiros.

20              PUERTA A LA LOCURA. Oleiros.

La presión del pañuelo sobre los ojos le empezaba a molestar, cuando alguien se lo retiró. Bajó del coche algo desorientado, miró alrededor buscando un punto de referencia. Estaba frente a la fachada de una casa, un pazo típico de la zona, un edificio de dos plantas de granito y madera, con cubierta de tejas rojas y grandes ventanales de vidrio volados sobre arcadas que rodeaban la construcción. Grandes chimeneas culminadas por tejadillos del mismo tipo que los de la cubierta principal le daban un aspecto de casa señorial, de otra época. La fachada estaba iluminada desde abajo por focos halógenos empotrados en el suelo, como si de un monumento público se tratara. El camino hasta la casa estaba señalizado por puntos luminosos que se perdían camino abajo hasta la entrada, más allá de donde la vista alcanzaba. Árboles centenarios, robles y castaños, de gruesos troncos y denso follaje rodeaban todo el contorno contribuyendo a resaltar el conjunto. Un par de rottweilers hacían guardia junto a la entrada sentados a los pies de un fornido hombre con pinta de dedicarse en los ratos libres al noble deporte del levantamiento de troncos y piedras.
El figurín lo invitó a seguirlo dentro del edificio. Pintado lo siguió dócilmente, sin rechistar. Pasaron por varias salas, todas ellas arregladas e iluminadas con la pompa y el boato necesario para una celebración a la que se hubieran invitado a los políticos autonómicos de moda. Llegaron ante una puerta cerrada, George Clooney la abrió, le invitó a entrar y cerró la puerta cuando Pintado pasó al otro lado. Era algo parecido a una biblioteca, un salón rectangular de grandes dimensiones, con suelos de tarima de madera y paredes cubiertas de estantes repletos de libros. Donde los muebles dejaban hueco ocupaban su lugar tapices, cortinajes y cuadros al óleo.
Frente a una chimenea conversaban dos hombres. La cara de uno de ellos le resultaba vagamente familiar.Tras los ventanales de la sala, se desplegaba una fiesta a la que asistían decenas de personas vestidos con sus mejores galas. El jardín estaba iluminado como si fuera de día y en la piscina, grande como para disputar en ellas las pruebas olímpicas, se desenvolvían mujeres con cuerpos de diosas y ropas inexistentes. No obstante el sonido de la juerga no llegaba hasta allí, parecía una escena de una película muda. Una mulata escultural salió del agua y se acercó a un hombre cuya barriga sobresalía de un esmoquin trasnochado. Lo besó en la boca y se abrazó a él mojándole la chaqueta. El gordo de doble papada, con pinta de ex consejero de algo, sonrió satisfecho convencido de su galanura, chupó con fruición el enorme habano, exhaló una larga voluta de humo y palmeó el voluptuoso trasero de la chica atendiendo al sonido y al tacto como quien prueba un melón. Pintado pensó que era imposible salir de aquello. El poder corrupto salía impune de todo…
 
Sandoval abrió la puerta y esperó junto a ella hasta que Pintado se decidió. George Clooney encabezó el séquito. Los tres bajaron unas escaleras de piedra que les condujo hasta una cancela metálica que separaba el edificio de un sótano lúgubre y húmedo.
Las paredes refractaban una luz amarillenta y lánguida. El pasillo largo y estrecho parecía engullir cualquier atisbo de luminosidad que llegara del techo. Los pasos de la comitiva sonaban como si chapotearan entre lodo a pesar de que el suelo estaba enlosado y seco. Una puerta al fondo parecía ser el destino del paseo por las mazmorras.
El figurín giró la llave en la cerradura y entró en un recinto oscuro como boca de lobo. Sandoval y Pintado esperaron hasta que un halo de luz escapó por la puerta y entraron.
El horror y la angustia acudieron hasta el cerebro de Pintado venidos del pasado. Sus ojos tardaron en acostumbrarse a las dimensiones del recinto, y su cerebro en aceptar las imágenes que le llegaban.
Una silla al fondo, un cuerpo humano sentado en ella. Un charco de líquido, orines, excrementos, vómito, sangre. La piel arrancada, quemada, lacerada, abierta en heridas que recorrían los tendones y las venas.
La picana, un generador, herramientas: punzantes, cortantes, mordazas. Alambres.
El rostro crispado, girado, torturado, sin dientes, sin piel.
Las manos, sin dedos.
Un hombre en una esquina, en camiseta, limpió sus manos con un paño enrojecido por la sangre que le resbalaba por el codo y el antebrazo, salpicándole la cara. Observando a los tres intrusos que habían llegado, orgulloso de la tarea recién concluida.
Pintado registró la escena con meticulosidad de profesional, captando imágenes sueltas, sensaciones que su cerebro se negaba a relacionar. Ocultando para sí la conclusión final de la escena.
Alguien lo tomó del brazo y lo sacó de la habitación a su pesar. Obedeció de forma inconsciente, sin control sobre el cuerpo, sólo el mínimo para no caerse. Recorrió el pasillo, la luz ahora parecía salir desde el suelo y aniquilar sus neuronas. La bilis le había subido a la boca, el sabor de la saliva era amargo. Las luces de los salones al recibirlo fueron como una ducha de agua fría. Oyó sonidos de gaitas, de tambor, risas y voces estridentes, chillidos de mujer a lo lejos.
Medina le acercó una copa con brandy. La apuró de un trago. El líquido le quemó la garganta y calentó su estómago. Una arcada pudo con la mínima voluntad que le quedaba y vomitó sobre la alfombra bajo él, se inclinó hasta que el estómago pareció salirle por la boca y con él la vuelta a la realidad, un grito que le salió del fondo de las entrañas y con él la rabia.
-Cabrones… -Gritó con los ojos inyectados en sangre, sin poder apartar de su cabeza la imagen del cuerpo torturado de Lola Bocanegra.    

domingo, 5 de agosto de 2012

PUERTA A LA LOCURA. Betanzos.

20              PUERTA A LA LOCURA. Betanzos.

Llegó a la ciudad gallega un par de horas después, con tiempo de sobra antes de su cita. Aparcó el vehículo en el subterráneo de la plaza y antes de salir sacó la automática de la guantera y la ciñó a la cinturilla del pantalón, al amparo de la chaqueta. Deambuló por las arcadas de piedra de la plaza disfrutando de la temperatura y sintiendo en el rostro el fresco aire de la tarde. Las luces del ocaso empezaban a perder su pugna con la noche, ese instante evocó en él la sensación de que el reloj se había detenido y retrocedido en el tiempo hasta épocas pretéritas. Un par de jubilados que venían en su dirección se detuvieron delante de él y rompieron la magia del momento, hablaban entre sí en gallego. Uno de ellos, un hombre moreno y enjuto, con dedos delgados como alambres y poblado bigote negro, que contrastaba con el cabello ralo y cano, se acercó más y le dijo algo al oído. Le dictó en susurros un mensaje muy rápido, con un fuerte deje gallego: “Lo esperan en el aparcamiento, junto a su coche”. Y tal y como había venido se fue, charlando con su compañero, calle abajo, en dirección al río.
Aquello lo pilló por sorpresa. Se esperaba que alguien lo abordara en otro momento, pero no en este. Y lo peor, no se había dado cuenta de que nadie lo observara y sin embargo era evidente que así había sido. Pintado miró a diestra y siniestra. Todo era tan normal y ordinario como cabía esperar. Escenas cotidianas de la vida de una pequeña ciudad a la caída de la tarde: una mujer con aspecto de funcionaria asesina, genética y permanentemente alterada, arrastraba a una niña de la mano; un hombre con traje de chaqueta se apeaba de un vehículo y entraba en el edificio de la notaría con la prisa de los que llegan una hora tarde; una pareja de jóvenes se besaban sin recato y con pasión de primerizos desencantados que están de vuelta de todo; un viejo matrimonio con décadas de hastío, párvulos sin embargo para joder la vida al otro, deambulaban sin esperanza a la espera de que el tiempo los dejara solos y echaran de menos su amoroso odio. Las farolas se prendieron y la luz pulsante empezó a desplazar las tinieblas, con desgana primero y con vigor después, hasta que la plaza iluminada dejó de pertenecer a esa otra época anclada en el pasado.
Entró en el subterráneo preocupado por haber perdido la iniciativa. Sus pasos resonaban huecos en el túnel de bajada. Pintado se acercó al vehículo con cuidado, reconfortado por el peso que sentía en su cintura. Quien lo esperaba era un hombre delgado, más joven que él, más alto también, más guapo. Joder, se parecía a George Clooney, iba vestido con una elegante chaqueta sport de color azul y pantalones beige impecables, un figurín salido del escaparate del Corte Inglés. El bulto en el costado era indicador de que su anfitrión portaba un arma. Se le quedó mirando dudando como iniciar la conversación. El otro no le dio opción, le hizo un gesto invitando a seguirlo y lo condujo hasta un vehículo aparcado algo más allá. Un coche corriente que no llamaba la atención. Antes de entrar le quitó la Star y se la guardó en la chaqueta…
El maniquí iba en silencio, apenas le dirigió la mirada los primeros minutos, hasta que salieron de Betanzos. Detuvo el coche en la playa de una gasolinera abandonada y le entregó un pañuelo negro haciéndole un gesto para que se lo ajustara a la cara y se cubriera los ojos. Reanudaron el viaje, primero por la autopista, se notaba en la velocidad del vehículo, en la suavidad de la marcha y luego, el resto del trayecto, por una carretera muy virada y con el firme en regular estado. George Clooney había puesto una música que hacían de la escena algo irreal, Contigo de Joaquín Sabina. Al cabo de media hora el coche frenó en un suelo de grava, Pintado oyó chirriar el accionamiento mecánico mal engrasado de una puerta y el vehículo reanudó la marcha por unos pocos minutos adicionales…

sábado, 4 de agosto de 2012

ATARDECERES ROBADOS

Ahora, con el cuerpo de ella delante, a la luz irreal de esta puesta de sol en Sorrento, un diluvio dorado, como si el sol se hubiera reventado y dejado escapar de la bolsa vitelina del aura toda la energía acumulada en miles de millones de años, me pregunto: ¿de qué ha servido Todo?.
Ni me acuerdo como era yo antes. Sólo que era muy diferente a ahora. El Pintado joven, pleno de fuerza, arrollador, arrogante, descreído de la muerte y dilapidador de la vida.
Todo este tiempo llevándola conmigo, a cada segundo, detrás de cada rincón, una obsesión que me dominaba desde que me levantaba hasta que en sueños revivía escenas imposibles, y vuelta a empezar cada día y así durante –ya tantos-años. Años de atardeceres robados que nunca contemplamos juntos.
Años en los que, a pesar de todo, me olvidé de vivir con la plenitud que los años aconsejaban. Años en los que la consciencia de mi cobardía –porque era un cobarde cuando huía de ti y buscaba refugio en aguas de otros mares- puesta cada día delante por mí, sin compasión, apenas con la lucidez de los sabios, me hundían más y más en el conocimiento de mi incapacidad de amar. Y me hacían ver el fracaso por adelantado, como alguna vez me imaginé reconocen los ancianos su fracaso el último día de su vida… En realidad he escenificado una y otra vez el último día de mi vida, cuando repaso las cuentas.
Ahora, con tu cuerpo inerme delante, perdida la vida que siempre regalaste a otros mientras que a mí me la hacías desear, debería empezar a sentir alivio, pero no es así.
No se trata de lo que ahora ocurre, sino de lo que ha ocurrido hasta ahora, como si eso me hubiera sepultado en el interior de un pozo del que no sé como salir.
Lo peor de todo es la consciencia del tiempo malgastado, el que necesitaba para sentirme un hombre que transita el mundo. Ahora me queda, lo que me has dejado, rabia, una sensación de ahogo que me impide, como siempre, alcanzar la paz conmigo.
Descansa en paz. El sol se acaba de esconder tras el horizonte y deja un reguero de sangre sobre el tapete malva del mar eterno. Siento la mano cálida del Legía Mazarro en mi hombro. Su voz me llega muy lejos. Creo que me ha dicho, déjalo ya…
Me alejo por el camino que se adentra en el olivar, monte arriba, huyendo del mar que me guarda la espalda, apenas reconfortado por la compañía de Mazarro.