SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


martes, 14 de agosto de 2012

Nunca es triste la verdad. POR QUÉ SI NOS VA TAN BIEN... NOS VA TAN MAL

Lo que sigue a continuación no lo he escrito yo, lo ha hecho Jorge Fernández Díaz en su columna de opinión en La Nación -diario argentino-. No he podido evitar publicarlo. Aquí el texto íntegro. Algunas de sus frases quedan para la historia.

(...) Estamos en silencio y a oscuras…. Hoy tocan las calles de esta ciudad –por Buenos Aires-, y largas colas y rostros anónimos y tristes. Parecen pinturas hiperreales: un invierno de expresiones sombrías y de fatiga desesperanzada. Laburantes que esperan resignados, uno detrás del otro, aquel miserable colectivo abarrotado y agónico que los lleve a casa: una o dos horas por la mañana; una o dos horas por la tarde. No funcionan los subtes; los trenes matan, hieren y descarrillan o son sacados de servicio, y los políticos juegan al ajedrez con esa mansa infantería…

Caminito de Juan Iturri

Esa gente vive en un país donde hay un Estado controlador que genera amplias zonas de anarquía. Un Estado totalizador con blancos inexplicables. El resultado es un paradójico cruce entre control y caos. Algo parecido a lo que practica el socialismo bolivariano, cuyo gobierno quiere ocupar militar y políticamente todos los espacios y deja libres algunos fundamentales: en Caracas hay un homicidio cada dos horas. La contradicción de estas políticas parece un ominoso dibujo animado, donde a uno lo encierran para protegerlo en una jaula con dos gorilas violadores. Y se tragan la llave.
Cada vez más lejos de esa sufrida marea de cualunques, los políticos argentinos viven, gozan y se pelean dentro de lo que en sociología se denomina "el círculo rojo": los militantes, los esclarecidos, los dirigentes, los empresarios y los periodistas. La élite. Que en la Argentina confunde todo el tiempo realidad con símbolo.
… Del mismo modo, ya era lo suficientemente justa y estimulante la política de derechos humanos y los juicios a los responsables de la dictadura militar impulsadas por el kirchnerismo sin la necesidad de extasiarse porque Néstor Kirchner pidiera que bajaran el cuadro de Videla. Fue tal el impacto de esa escena en el mundo progresista, logró Néstor tanto con tan poco, que le quedó la impresión al Gobierno de que podía atarse a los gestos, las escenografías y el marketing épico...
Esa sobredimensión de lo simbólico derivó en situaciones curiosas. Primero, le dio la idea al "círculo rojo" de que se estaban llevando a cabo debates políticos de profundidad. Tienen la profundidad de un charco. Desde entonces celebramos una aerolínea de bandera, pero con pérdidas que dan miedo. Festejamos la estatización de YPF, pero no tenemos un maldito inversor que nos ayude a sacar petróleo y seguimos importando combustible a precios exorbitantes. Cuadruplicamos el presupuesto carcelario, pero con resultados penosos. Damos millonarios subsidios a los transportes, pero los trenes y los subtes y los colectivos son una calamidad. Volcamos cantidades importantes de dinero en la educación, pero no logramos una escuela que reduzca las desigualdades ni mejoramos la calidad de la enseñanza: los chicos aprenden en peores condiciones y cada vez menos, y las universidades ranquean en baja. Hablamos de la salud, pero los hospitales públicos están desvencijados y los médicos viven a merced de turbas y delincuentes. Y exaltamos la militancia juvenil, pero la convertimos en una soldadesca obediente y sin espíritu crítico...

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