SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


viernes, 3 de agosto de 2012

PUERTA A LA LOCURA. Astorga.

20              PUERTA A LA LOCURA. Astorga.

"(…) No pierdas de vista tus ideas fijas.
Mantente alerta porque son la puerta que da a la locura.”

Prosas Dispersas. Tres Libros.
Julio Torri

Era una mañana soleada, el cielo estaba dolorosamente azul y luminoso en contraste con el verde del paisaje y el rojo cárdeno de las rocas de las estribaciones montañosas en esa zona de León. El conjunto era de una rara belleza, se podía sentir el abrumador silencio de la naturaleza, sobre todo. La tertulia radiofónica de Carlos Herrera apenas era capaz de captar su atención. Ni siquiera el Betis sería capaz de plantar cara este año al Barcelona, bromeaba el popular locutor. Ni siquiera pensó Pintado.
El vehículo se deslizaba sobre las imperfecciones del asfalto con la suavidad de una mano acariciando la hierba. La A6 una vez pasado Benavente tenía poco tráfico en dirección a Coruña, apenas los camiones de vuelta a la base tras aprovisionar la Capital del Reino. Habría preferido viajar en avión, sin embargo cada vez que exponía en público su identidad se arriesgaba a ser localizado y en las actuales circunstancias eso suponía un gran riesgo.
Pintado se detuvo poco después de dejar de lado Astorga en un hotel fuera de la ruta principal. Estaba cansado, últimamente había dormido poco, el cuerpo le pedía una tregua. Se sentó en una mesa fronteriza con el comedor vacío, junto a un ventanal frente al paisaje. En el cielo un halcón rondaba alguna presa abajo en el valle, más allá la vena de asfalto ascendía el puerto, apenas una línea negra en la inmensidad. A lo lejos un edificio industrial de hormigón y chapa -una fábrica de mantecadas- rompía la uniformidad impuesta por la naturaleza.
Un camarero hosco y cansado, un gorila sin depilar, le miró indiferente desde la barra mientras limpiaba un vaso gastado con un paño sucio, sin decidirse a ofrecer sus servicios, retando al forastero a romperle la rutina diaria. La cafetera detrás de él perdía vapor por un latiguillo suelto. El sonido se extendía por el local, rasgando el silencio como el filo de un cuchillo deslizándose sobre seda. La mirada indiferente cambió por otra del tipo duelo en Silverado, dispara tú primero forastero. Después de varios minutos de espera una mujer salió de lo que debía ser la cocina, sonrosada como los jamones que colgaban de los ganchos al fondo del mostrador, cárnica como ellos. Le dedicó una mirada de desprecio a su compañero y se arregló con coquetería el peto del delantal que apenas le cubría el enorme busto antes de acercarse hasta Pintado para tomar la nota.
Mientras esperaba el café repasó mentalmente el programa. Había recibido la confirmación de Chimo Nájera a primera hora de la mañana. Sus socios lo esperaban en la base gallega de la compañía, en un pazo próximo a Betanzos. La dirección exacta no se la darían hasta estar seguros de que acudía solo a la cita, alguien lo recogería en la plaza, frente al ayuntamiento, a la caída de la tarde. No le extrañaron las instrucciones, él habría tomado cuando menos las mismas precauciones. Le había preguntado a Nájera si él asistiría a la reunión. El empresario simplemente se había reído y después colgó…
Apuró el fondo de la taza de café y miró alrededor buscando a quien llamar. Nadie salvo el forajido de leyenda tras la barra. Dejó el dinero de la consumición sobre la mesa. Bud Spencer seguía puliendo el mismo vaso con el mismo paño sucio de antes.  Apenas enarcó las cejas cuando Pintado pasó a su lado y se despidió con un sonido poco más audible que el resoplido de una morsa. El sol había pasado su cenit y empezaba a declinar para abrazar las montañas. La tarde era muy agradable, la brisa refrescaba el ambiente y movía las copas de los árboles esparciendo alrededor un estimulante olor a pino y abeto. Una ardilla observó atentamente el coche de Pintado mientras este se alejaba del aparcamiento. La mujer del delantal apartó de un golpe la mano de la morsa que acosaba su trasero…

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