SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


martes, 21 de agosto de 2012

CAMAS VACIAS. Adiós a Lola Bocanegra.

21              CAMAS VACIAS. Adiós a Lola Bocanegra.

La fiesta del jardín estaba en su apogeo. La piscina se había quedado vacía, el agua apenas producía pequeñas olas que rebotaban contra el borde del cubeto. En la superficie flotaban los restos de un escueto traje de baño. Las modelos y los chaperos habían ido encontrando pareja y en este momento había gente perdida a lo largo de todo el jardín o deambulando cerca de las mesas del bufet de la comida. Los camareros trajinaban sin preocuparse de lo que ocurría alrededor con ceguera profesional. Nadie allí se preocupaba por quien tenía al lado, sólo de no quedarse sin compañía femenina o masculina, dependiendo del caso. Habían rebajado la iluminación de la zona, dejando apenas unos hachones de keroseno que daban un tono amarillento e irreal a las escenas. La luna esplendorosamente salvaje teñía las copas de los árboles que protegían los jardines de la vista con una cascada fosforescente. Las luciérnagas surcaban el aire perdiendo la batalla por el cielo. Sandoval se unió al grupo y se le acercaron dos jóvenes efebos que lo rodearon por la cintura. El venezolano los besó de uno en uno atrayéndolos contra sí.
Más allá el monte era testigo mudo de los secretos que guardaba el pazo. A nadie le extrañó que una de las chimeneas de la casa expulsara un humo gris y ocre en pleno verano. En el hogar de la vieja caldera entre troncos de madera y carbón se incineraba el cuerpo troceado de Lola Bocanegra.
Esa tarde Paco Real había viajado desde Coruña hasta Betanzos haciéndole la cobertura a Pintado. Desde las arcadas de la plaza había sido testigo del paseo de su amigo y de su precipitada vuelta al aparcamiento. Más por suerte que por otra cosa había tenido el tiempo justo de llegar hasta el coche alquilado y esperar la salida del vehículo. No se sorprendió al verlo abandonar el estacionamiento en el coche de aquel tipo y repitiendo lo mil veces aprendido los siguió a prudente distancia. No fue fácil, era de noche, y la cosa empeoró cuando tuvo que ampliar la distancia al dejar la autopista intentando no perderse en el vericueto de corredoiras y caminos vecinales. Pero consiguió llegar hasta la puerta del pazo sin ser visto. Dio un corto paseo por los alrededores y comprendió la dificultad de traspasar la seguridad de semejante complejo, algo que parecía imposible a simple vista. Quedarse allí era exponerse a ser descubierto y perder la ventaja que de momento le daba la sorpresa.
Encendió un cigarrillo, el aroma del humo se mezcló con el de los eucaliptos a su alrededor. Desde donde estaba le llegaba el sonido de la música que venía de algún lugar dentro del pazo, cumbia o salsa, algún ritmo latino de esos tan adecuados para mover el esqueleto al compás de las caderas femeninas. Maldita mujer pensó al recordar su presente, sin ella no podía vivir y con ella se moría. La imagen de la traición de su amante la tenía instalada en su mente, destilando veneno a cada embolada del corazón… Dos camas vacías, lo que le esperaba cada noche al volver a casa…  Apuró la colilla y la arrojó a lo lejos, sobre el asfalto y exhaló el humo que le quedaba en los pulmones. Escupió para quitarse de la boca el sabor amargo del alquitrán del tabaco. Tras mucho pensarlo decidió regresar a La Coruña y esperar allí la llamada de Pintado. Era mucho lo que debía contarle del entramado que tenían montado aquellos delincuentes. Un ruido a su espalda le hizo girar la cabeza. Su mirada se deslizó por las estrellas que lucían en el firmamento, la vía láctea pasando por Sirius.
Pintado pasó la noche encerrado en una cómoda celda de la planta sótano. El único mobiliario era un catre estrecho, un lavabo y un cubo en el que hacer sus necesidades. Una auténtica mazmorra cinco estrellas. Apenas durmió, su cuerpo se negaba a conciliar el sueño agobiado por la visión del cuerpo destrozado de Lola y por las implicaciones del ofrecimiento que le habían hecho. Por muchas vueltas que le daba era de esos difíciles de rechazar. Quiso llamar a Real, pero su teléfono móvil estaba frito, allá bajo no había cobertura, apenas le sirvió para conocer la hora en la oscuridad de su prisión. Meditó, reflexionó, analizó pros y contras, apartó el deseo de venganza, dejo de lado la racionalidad del pensamiento, lo miró desde distintos puntos de vista, y al final de cada reflexión sentía angustia y rabia, no había nada más. A pesar de todo el sueño le venció cuando afuera llegaba el alba. Apenas unos minutos de narcolepsia después le despertó el ruido de la llave al girar en la cerradura.
Esta vez no era George Clooney quien actuaba de maestro de ceremonias, aunque su rostro le era conocido. Trató de recordar de qué, pero su mente se negaba a concederle la satisfacción de relacionarlo con algún suceso en concreto. Sin apenas esperar a que se desperezara, en silencio, le hizo gestos para que lo acompañara. Se obligó a salir, a pesar de que le dolía el cuerpo como si hubiera dormido sobre la plataforma de carga de un camión de ganado.
Pintado siguió al matón por el pasillo hasta una escalera que los condujo a un garaje en el que estacionaban varios vehículos. Abordaron el que estaba más cerca de la puerta, un todoterreno de carrocería impecablemente brillante y cristales tintados que impedían ver el interior. Cuando el matón le abrió la puerta trasera Ginés, en un flash, supo dónde y cuándo había visto al matón antes, era la alimaña que se limpiaba el rostro con un paño después de torturar a Lola Bocanegra. Una sucesión de arcadas estuvieron a punto de doblarlo en tierra. Se sobrepuso y entró en el vehículo. Sandoval lo esperaba cómodamente sentado dentro.
-Espero que haya descansado. Debe perdonarnos, hay mejores alojamientos en la casa, pero nos pareció que preferiría algo tranquilo… Y ya sabe, no hay nada para eso como un sótano. ¿Qué ha tomado por fin alguna decisión? No olvide que de eso depende su futuro.
Pintado pensó en la respuesta que le iba a dar, aunque en el fondo sabía que no tenía alternativa. Su única salida era seguirles el juego y atraer a Sanmartín. Luego la probabilidad de llevarse por delante a aquellos tres sería mayor, a pesar de que entonces quien no tendría salida sería él.
-De acuerdo, lo haré.
-Celebro su decisión. Ya creía que nos iba usted a rechazar y que tendríamos que volver a encender la caldera de nuevo esta noche…
Pintado no entendió el juego de palabras, pero no le gustó la sonrisa de Sandoval.
-No lo hago por gusto. No me dejan ustedes muchas opciones. Aunque me gustaría repasar antes todos los detalles. No quiero dejar al azar mi futuro inmediato, tengo la impresión de que me la jugarían ustedes.
-No sea tan desconfiado. Somos hombres de negocios y casi siempre hombres de palabra. No lo lamentará. Ya verá.
Pintado tuvo la impresión de estar recibiendo las garantías personales de una cascabel. Quería salir por pies de aquel coche y meterse debajo de una ducha que le limpiara toda la mierda que le había caído encima.
El vehículo se detuvo al poco rato y Sandoval se bajó de él. Estaban en un pequeño puerto pesquero, apenas un muelle de piedra apto sólo para pequeñas embarcaciones. Reanudaron la marcha. Mientras el coche se alejaba por una empinada corredoira Pintado vio al venezolano abordar una lancha rápida que lo estaba esperando y perderse en la ría entre las bateas que salpicaban la mar esmeralda. Debieron recorrer el mismo trayecto que habían hecho la noche anterior ya que el todoterreno finalmente paró en la misma explanada de la gasolinera junto a la antigua ruta nacional. Rodaron hasta situarse detrás del edificio abandonado de las oficinas, donde se encontraba el vehículo con el que Pintado había llegado hasta Betanzos.
-Aquí se baja usted –dijo el matón apuntando a Pintado con un revolver del 38-. Ha sido una pena que haya aceptado el ofrecimiento del jefe… Podríamos haber pasado un buen rato.
-Otra vez será, hay tiempo. –Respondió Pintado.
-No lo dude.
-Nos veremos. No lo dudo… ¿Mi pistola?
-Luego… En el maletero… Por cierto. Le he dejado otro regalo dentro. –Se despidió el matón con una sonrisa de hiena.
El todoterreno derrapó en la superficie de grava de la vieja gasolinera y se alejó envuelto en una nube de polvo. Pintado esperó hasta que se perdió de vista antes de abrir el maletero y descubrir dentro el cuerpo maniatado y amordazado de Paco Real.

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