SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


domingo, 5 de agosto de 2012

PUERTA A LA LOCURA. Betanzos.

20              PUERTA A LA LOCURA. Betanzos.

Llegó a la ciudad gallega un par de horas después, con tiempo de sobra antes de su cita. Aparcó el vehículo en el subterráneo de la plaza y antes de salir sacó la automática de la guantera y la ciñó a la cinturilla del pantalón, al amparo de la chaqueta. Deambuló por las arcadas de piedra de la plaza disfrutando de la temperatura y sintiendo en el rostro el fresco aire de la tarde. Las luces del ocaso empezaban a perder su pugna con la noche, ese instante evocó en él la sensación de que el reloj se había detenido y retrocedido en el tiempo hasta épocas pretéritas. Un par de jubilados que venían en su dirección se detuvieron delante de él y rompieron la magia del momento, hablaban entre sí en gallego. Uno de ellos, un hombre moreno y enjuto, con dedos delgados como alambres y poblado bigote negro, que contrastaba con el cabello ralo y cano, se acercó más y le dijo algo al oído. Le dictó en susurros un mensaje muy rápido, con un fuerte deje gallego: “Lo esperan en el aparcamiento, junto a su coche”. Y tal y como había venido se fue, charlando con su compañero, calle abajo, en dirección al río.
Aquello lo pilló por sorpresa. Se esperaba que alguien lo abordara en otro momento, pero no en este. Y lo peor, no se había dado cuenta de que nadie lo observara y sin embargo era evidente que así había sido. Pintado miró a diestra y siniestra. Todo era tan normal y ordinario como cabía esperar. Escenas cotidianas de la vida de una pequeña ciudad a la caída de la tarde: una mujer con aspecto de funcionaria asesina, genética y permanentemente alterada, arrastraba a una niña de la mano; un hombre con traje de chaqueta se apeaba de un vehículo y entraba en el edificio de la notaría con la prisa de los que llegan una hora tarde; una pareja de jóvenes se besaban sin recato y con pasión de primerizos desencantados que están de vuelta de todo; un viejo matrimonio con décadas de hastío, párvulos sin embargo para joder la vida al otro, deambulaban sin esperanza a la espera de que el tiempo los dejara solos y echaran de menos su amoroso odio. Las farolas se prendieron y la luz pulsante empezó a desplazar las tinieblas, con desgana primero y con vigor después, hasta que la plaza iluminada dejó de pertenecer a esa otra época anclada en el pasado.
Entró en el subterráneo preocupado por haber perdido la iniciativa. Sus pasos resonaban huecos en el túnel de bajada. Pintado se acercó al vehículo con cuidado, reconfortado por el peso que sentía en su cintura. Quien lo esperaba era un hombre delgado, más joven que él, más alto también, más guapo. Joder, se parecía a George Clooney, iba vestido con una elegante chaqueta sport de color azul y pantalones beige impecables, un figurín salido del escaparate del Corte Inglés. El bulto en el costado era indicador de que su anfitrión portaba un arma. Se le quedó mirando dudando como iniciar la conversación. El otro no le dio opción, le hizo un gesto invitando a seguirlo y lo condujo hasta un vehículo aparcado algo más allá. Un coche corriente que no llamaba la atención. Antes de entrar le quitó la Star y se la guardó en la chaqueta…
El maniquí iba en silencio, apenas le dirigió la mirada los primeros minutos, hasta que salieron de Betanzos. Detuvo el coche en la playa de una gasolinera abandonada y le entregó un pañuelo negro haciéndole un gesto para que se lo ajustara a la cara y se cubriera los ojos. Reanudaron el viaje, primero por la autopista, se notaba en la velocidad del vehículo, en la suavidad de la marcha y luego, el resto del trayecto, por una carretera muy virada y con el firme en regular estado. George Clooney había puesto una música que hacían de la escena algo irreal, Contigo de Joaquín Sabina. Al cabo de media hora el coche frenó en un suelo de grava, Pintado oyó chirriar el accionamiento mecánico mal engrasado de una puerta y el vehículo reanudó la marcha por unos pocos minutos adicionales…

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