SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


viernes, 28 de agosto de 2015

DON’T GET ME WRONG


Pintado me la ha vuelto a jugar… Me pidió que lo siguiera hasta Gante, pero no quiso encontrarse conmigo antes de su cita con el venezolano. Sé que lo hace por mi seguridad, aunque eso no me satisface, preferiría acompañarlo, incluso a la distancia como tantas veces, entre el silencio anónimo de la muchedumbre que nos mimetiza, sin embargo esta vez lo dejó muy claro con su tajante instrucción. Desde que puso sus ojos en ella ha vuelto a ser el de siempre, el hombre de las largas ausencias y de los silencios graves, el de frases lapidarias, el poeta de las ferias y el esteta del arte rupestre. En definitiva quien conocí in hilo tempore, una persona que no necesita prácticamente de nadie, aunque añora a todos.
No sé qué pensar de este nuevo y, sin embargo, reiterado estado de gracia de mi amigo. La rusa se merece eso y más, yo mismo no he podido sustraerme a su encanto. Todavía recuerdo el día que la conocí…
Habíamos ido a un conocido restaurante de Caracas, uno que frecuentaba William Padrón, quizás su favorito, según nos había soplado la asistente de la oficina de su socio Diomedes Artigas, cómo obtuvimos la información es otra historia, la obtuvimos y punto. Ella estaba conversando con otra mujer, sentada a una mesa, parecía una pantera a punto de saltar sobre su presa. Cuando pasamos por su lado ni alzó la mirada, sin embargo Pintado se quedó clavado, atraído por su presencia, yo también me quedé mirándola, aunque consciente de dónde estábamos le tuve casi que empujar para que continuara hacia la mesa que el camarero nos había ubicado al fondo.
La mesa del rincón dónde nos sentábamos era pequeña y estaba coja,  allá apenas llegaba el fresco del aire acondicionado y una columna a nuestra espalda nos impedía ponernos cómodos como hubiéramos querido, pero tenía un par de ventajas importantes: una, desde esta posición observábamos a todo bicho viviente y dos, la observábamos a ella. No hizo falta que cruzáramos ni media palabra para darnos cuenta que ambos estábamos fijándonos en ella. Quizás lo correcto sería decir que sólo yo me había fijado en ella, porque Pintado se había quedado enganchado desde el primer segundo que la vio. Yo lo conozco bien, aquella vez el anzuelo se le había clavado bien dentro.
Ordenamos la comida, un ossobuco con pasta para mí y un pescado grillé para Pintado. Lo mío nada del otro mundo, debo confesar: al cocinero se le había ido la mano con la salsa y no había llegado con la cocción de la carne, me arrepentí casi en el mismo momento de que pusieran el plato por delante. La cara de Pintado me indicó que lo suyo no estaba mucho mejor. El vino chileno que nos pusieron no ayudó a trasegar el condumio, era una pena, pero ni siquiera pagando era posible encontrar vinos aceptables. Comimos un par de bocados y bebimos una copa, hacía calor y el sonido ambiente empezó a elevarse conforme el restaurante se fue llenando. Ella había desaparecido hacía rato por una puerta de un lateral, mi socio y yo nos miramos cuando la vimos pasar sin mirarnos.
Llamé al camarero que nos había tocado en suerte, Genaro ponía en la etiqueta que colgaba con más pena que gloria de su chaquetilla, y le pregunté por ella. Es la Rusa, nos dijo, la dueña… Ah, respondimos con aire de habernos enterado…
Media hora más tarde el vino se había acabado, que fuera chileno y malo no quita para que nos lo ventiláramos, e íbamos a retirarnos cuando apareció el venezolano en escena. El mismo William Padrón que habíamos ido buscando aquel día, el mismo que Pintado sospechaba estaba detrás de todo el desastre que poco a poco estábamos desvelando. El tipo era de mediana estatura y no mal parecido, jodedor y pintón a partes iguales, iba bien vestido para lo que es Caracas estos días y en su descargo hay que reconocer que hizo entrada con una razonable dignidad, habida cuenta de que iba acompañado de un par de espigados criollitos, de bíceps sobredimensionados a punto de reventar las mangas de las camisas. Un camarero salió inmediatamente en su búsqueda y tras saludarlo lo acompañó a la mejor mesa del local.
Pintado pidió un par de whiskys, también hielo y soda en vasos aparte, hacía calor pero no era cuestión de bautizar todavía el Golden label, nunca hasta la tercera copa, dice siempre mi socio. Nos dispusimos a observar, no era día para abordar al venezolano, cada cosa a su tiempo…
Y ella salió de nuevo, tan de repente como había desaparecido se hizo presente en el local. Esta vez la miré con más atención, al entrar me había quedado prendado de su presencia, pero no había podido entrar en detalles. Vestía con un sencillo vestido azul oscuro muy ajustado al talle, con la falda medio palmo por encima de las rodillas, lo justo para imaginar sus piernas, largas y torneadas. Miré por un segundo a Pintado, parecía hechizado, conozco su mirada y sus gestos, esta vez no era él el depredador, era la presa. Aunque ella caminaba en dirección a la mesa de Padrón, se volteó un instante, sus ojos marrones se cruzaron con los míos, sin embargo supe que sólo iban camino a encontrarse con los de Pintado. Él se quedó colgado en la pálida blancura de su piel y en el movimiento a cámara lenta de su melena rubia.
Pintado apuró el primer vaso de whisky cuando yo apenas había dado un par de tragos del mío. No me dijo nada. No hacía falta, lo conozco como se de mí mismo se tratara. Estaba afectado, tanto que apenas pude descifrar el balbuceo que salió de su boca al depositar sobre la mesa, de un golpe seco, el vaso vacío. Le entendí algo así como: “¿Dónde hasta ahora se había metido?...

Y yo supe en ese mismo momento que algo irremediable había nacido entre Pintado y La Rusa… Don’t get me wrong  

SONETO XLV


No estés lejos de mí un solo día, porque cómo, 
porque, no sé decirlo, es largo el día, 
y te estaré esperando como en las estaciones 
cuando en alguna parte se durmieron los trenes. 

No te vayas por una hora porque entonces 
en esa hora se juntan las gotas del desvelo 
y tal vez todo el humo que anda buscando casa 
venga a matar aún mi corazón perdido. 

Ay que no se quebrante tu silueta en la arena, 
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia: 
no te vayas por un minuto, bienamada, 

porque en ese minuto te habrás ido tan lejos 
que yo cruzaré toda la tierra preguntando 
si volverás o si me dejarás muriendo.



Pablo Neruda. Cien sonetos de amor

miércoles, 26 de agosto de 2015

PELICULA DE CICLISMO… LA BICI DE GHISLAIN LAMBERT –LE VELO-


Una sorpresa que he podido disfrutar en francés, idioma este que no está entre los que domino… Ninguno, aparte del castellano, no se vayan a pensar.

Un espléndido trabajo de Benoît Poelvoorde (Ghislain Lambert) eficazmente secundado por José García (Claude Lambert) y Daniel Ceccaldi (Maurice Focodel).
Poelvoorde es un cómico que se sale de la pantalla, en esta y en la mayoría de las películas que le he visto. El belga recrea con una fidelidad encomiable las peripecias de un esforzado de la ruta, un gregario que pasa por todo con tal de alcanzar la fama sólo destinada a unos pocos…

La película está repleta de gags bien distribuidos a lo largo de la historia que combina a la perfección la comedia con el drama… 
No os dejará indiferentes...

martes, 25 de agosto de 2015

EVO MORALES, UN LÍDER REVOLUCIONARIO, CARISMATICO Y HUMILDE


No hace falta mucho texto... La imagen habla por sí misma.
La primera vicepresidenta del Senado, Nélida Sifuentes, dirigente del partido de Morales, acusó a la oposición de hacer circular ese vídeo en las redes sociales para desprestigiar al mandatario:"Algunos quieren hacer ver a nuestro presidente como si no fuera humilde, por tanto, el vídeo que está circulando es simplemente para dañar la imagen del presidente", dijo la senadora en un comunicado. 
Igual lleva razón la vicepresidenta de marras y es una cuestión de Humildad...

CITA EN GANTE


El jueves le pedí al Andaluz que esperara en Brujas bajo el pretexto de que allí se encontraría con Walter Padrón. No le dije la verdad, quería alejarlo de Gante el tiempo suficiente para asegurarme de tener la oportunidad de entablar contacto con la Rusa antes de que las cosas se torcieran…
Últimamente mi estómago es como una pelea de gatos: gruñidos, zarpazos y finalmente un lastimero y agudo chillido de furia. Mi cara es explícita, cada vez que me miro al espejo encuentro una nueva arruga que nunca antes estuvo allí, debe ser cierto eso de que la cara es el espejo del alma. La noche que pasé en el avión entre Caracas y Madrid sólo tuvo de bueno que ella viajaba a mi lado. Me las había arreglado para que nos dieran asientos contiguos, a pesar de que con la nueva configuración del business del aparato, ella siempre viaja en business, Iberia no ayuda a los romances en los aires. Me bastó sentir su suave olor a Chanel número 5, que en su piel se trasmuta en una fragancia enervante, muy diferente al aroma dulzón que yo había imaginado. Debe ser la textura suave y sedosa de su dermis, la combinación con sus feromonas, lo que hace tan diferente el perfume cuando es ella quien lo lleva encima.
Pusimos una película, una comedia tonta cuyo nombre ni recuerdo, sólo tenía ojos para ella, mi único interés era seguirle la mirada cada vez que me volteaba la cara, me costaba un mundo no girarme sobre el asiento para besarla y abrazarla, como había imaginado cientos de veces antes de ahora.
Ella estaba en la misma fase 1 que me había mostrado en Caracas cuando nos encontramos en el Juan Sebastián Bar, aunque esta vez sus ojos tenían un brillo distinto y sus labios pintados de rojo se arqueaban en un inicio de sonrisa que me hizo abrigar alguna esperanza, Sus dedos rozaron mi mano un par de veces, cada vez que acababa el vodka tónica y como una gata me intimaba que le trajera otro del bar del avión. Me daba lo mismo, el sólo hecho de estar junto a ella me bastaba…
Al segundo trago entró en materia y me contó el negocio que se traía con Padrón: el venezolano le ayudaba a transportar a Europa las obras de arte de los artistas que su galería representaba en Caracas. Lo dijo con una inflexión en la voz que le confería a esta un carácter genuino, sincero y profesional. Con un tono que habría convencido al mismo San Pedro a las puertas del cielo de que ella nunca había roto un plato. Yo sabía que mentía, o mejor dicho que no me estaba contando toda la verdad…
Aterrizamos en Madrid de amanecida. El cielo se encendía en rojo allá hacia levante y en la dirección oblicua, casi al norte, las torres de la Castellana parecían estalactitas refulgentes. El espectáculo duró apenas unos minutos  los que tardó el sol en remontar y elevar la temperatura. Apagué el cigarrillo con la punta del pie y volví a entrar en la terminal para abordar el avión hacia Bruselas. Ella había desaparecido, habíamos convenido que el trayecto hacia Bélgica lo haríamos por separado. La Rusa iba camino de Madrid a encontrarse con Walter Padrón. Sólo de pensarlo el estómago me dio un vuelco y un par de putos gatos se enzarzaron de nuevo en la pelea contumaz de cada día. Eché mano del almax y mastiqué tres comprimidos con la esperanza de acallar sus gritos…
El camino desde Bruselas a Gante lo hice en tren, apenas a treinta minutos. Al llegar a la estación de destino me apeé comprobando que en el andén nadie pareciera estar interesado en mí y viajé hasta el centro de la ciudad en tranvía. Gante me recibió con sol y bochorno, no soplaba la más mínima brisa, eso era lo último que habría esperado. El hotel que había tomado era uno muy discreto situado en una casa de tres plantas en una de las bocacalles que dan al canal, cerca de la iglesia de Sint-Michielskerk. Ni deshice el equipaje, dejé mi vieja bolsa de piel cuarteada, que tenía desde mi última estancia en la Argentina, en el suelo y me quedé profundamente dormido, hasta que el ruido de la camarera llamando a la puerta de la habitación me despertó. Me asomé a la ventana, era casi de noche. Llamé al Andaluz y le conté parte de la verdad. Me sentí aliviado manteniéndole fuera de la zona de peligro, además me sentía algo celoso porque a él también le gustaba la Rusa y yo en estas cosas no comparto con nadie. Con nadie, ni siquiera con mi hagiógrafo personal.
Salí para la zona del Gravensteen, el viejo castillo medieval de la ciudad. Echaba de menos un arma, no sabía lo que iba a encontrar y eso me ponía muy nervioso. La primera y última vez que había visitado la ciudad era muy joven como para acordarme de la distribución de la urbe y, aunque la había repasado en la tablet durante el vuelo de la mañana, quería familiarizarme con sus calles antes de la cita de mañana con el venezolano y la Rusa.
Crucé al otro lado por el puente sobre la Rekelingestraat para comprobar la vista desde la zona de la Catedral y asegurarme de que me daría cuenta si alguien me estaba marcando desde esa zona. Me quedó claro de que si se me ocurría escapar por allá sería presa fácil para cualquier observador. Definitivamente la cita debería ser por la noche y al otro lado del canal, alejados de la zona de turistas y a cubierto de miradas indiscretas.

De vuelta me acodé en la barandilla del puente. Bajo mis pies, atravesaron el canal tres kayaks con una familia: El papá y la mamá y un niño de apenas cinco años que braceaba enérgicamente la pala doble de la embarcación. Tras de ellos nadaban a la par un grupo de patos… Debiera estar pensando en la cita de mañana, pero un único pensamiento ocupaba mi mente: A pesar de que me la estaba jugando me había enamorado de la Rusa, y algo me decía dentro de mí que era de la última mujer en el mundo de quien debería haberlo hecho.
-Pintado, -me dije, -la has vuelto a liar…   

lunes, 24 de agosto de 2015

ZAPATERO FICHA POR UN CIRCO


Jose Luis R. Zapatero es como el Guadiana: Desaparece y aparece a lo largo de su curso. No me cansaré de recordar a este personaje que tanto daño hizo a España y que sin embargo se resiste tenazmente a desaparecer de la escena pública.
Esta mañana leí una reseña en la portada de un diario digital que me interesó. El articula que la desarrolla, al margen de su integra veracidad, que no me corresponde valorar, me ha llevado a publicar  esta entrada. El ICD –Institute for cultural diplomacy- no debe ser precisamente el Club Bilderberg, la presencia del inefable Zapatero lo prueba, más bien al contrario, aunque es indiscutible el tino de la institución para fichar personajes que den lustre a su nómina de celebridades.
No se pierdan las fotos y esa cara de Payaso ingenuo de Zapatero… ¿No podrían ficharlo para el famoso circo de los Hermanos Valentinos? Sí, el mismo que cada mes de Noviembre aterriza por el Plaza Mayor de Lechería, allá en Venezuela… Prometo ir a verlo…  Y por esto abandonaste temporalmente el Consejo de Estado… que me parece muy bien, siempre que no vuelva-.




Lo que hay que hacer para comer, ¿verdad José Luis?

viernes, 21 de agosto de 2015

ESCONDIDO EN BRUJAS


La mesa que ocupaba en la terraza del café Klein me dejaba ver a distancia y en un ángulo agudo la ventana del segundo piso del Relais Bourgondisch Cruyce, el hotel en el que Pintado me había dicho que se alojaba Walter Padrón en Brujas. Ese hotel había servido de telón de fondo de algunas escenas de una película que recordaba con cierto cariño: “Escondidos en Brujas” una comedia negra bastante buena con Collin Farrell, Brendan Gleason y Ralph Fiennes, cuyo recuerdo me hizo disfrutar de la espera. No divisaba ninguna luz tras la ventana de vidrios emplomados de la preciosa fachada de madera y piedra.
El agua del canal que envolvía la esquina que ocupaba el bar reflejaba las luces amarillas de las farolas y  las calles que confluían en este punto se habían quedado vacías de los turistas que acudían desde Bruselas, me entró un escalofrío porque no me había traído ninguna prenda de abrigo, los adoquines del suelo brillaban con la humedad de una lluvia menuda y persistente que había empezado a caer desde primeras horas de la tarde. Pedí una cerveza, una duvel, que me pegó fuerte porque la trasegué con la rapidez con que suelo con las cervezas claritas de España, aun así pedí otra .
Mi celular sonó con esa mezcla de hip hop y funky que mi hijo me instaló la semana pasada y a la que todavía no me he acostumbrado. Deslicé mi dedo por la pantalla y escuché la voz de Pintado. Tardó poco más de cinco minutos en hacerme un resumen de la situación. Padrón nos había dado esquinazo y había preparado la transacción en Gante. La rusa lo acompañaba. Me debía mover para allá a la mañana siguiente. Pintado estaba muy excitado, no sé si por la presencia de la rubia con Walter Padrón o por pensar que el venezolano se la había levantado en sus narices.
Respiré aliviado, lo cierto es que no disfruto con esta parte del trabajo, pensé que por lo menos había aprovechado el tiempo durante el paseo que había dado por la tarde mientras hacía tiempo para conocer la ciudad. Las calles empedradas y las fachadas de ladrillo me habían fascinado. La camarera me dejó la nota de la consumición. Dejé una moneda en el platillo e hice una bolita con la tira de papel de forma automática, y de la misma forma lo arrojé al canal en dirección a la línea de luz que se dibujaba varios metros más allá. Varios patos navegaron cadenciosos y se acercaron a curiosear por si les caía algo.
Me levanté y traspasé la línea de mesas fronteriza con la calle al tiempo que contemplaba la imagen de la ribera del canal frente a mí, una sucesión de fachadas de ladrillo rojo, ocre y negro, iluminadas en luces y sombras que contrastaban recortadas contra un cielo que súbitamente se había limpiado de la bruma que lo envolvió a la caída de la tarde. Intenté recordar algunos de los cuadros que esa tarde contemplé en el Museo Groeninge, pero sólo me vino a la mente la única sensación persistente en mi memoria desde que Pintado me la presentó, la belleza de la rusa...

Miré las aguas del canal, ni una mínima onda quedó como huella de dónde arroje la bolita de papel… Pensé en el rostro de la mujer que había enamorado a Pintado y apreté los nudillos con rabia, ella estaba muy lejos de todos nosotros, y viendo las ondas de agua en el canal diluyéndose con la distancia, que así son las cosas de la vida tan fútiles que ni rastro dejan… Escondido en Brujas…      

jueves, 20 de agosto de 2015

JUAN SEBASTIÁN BAR: LA FASE 1…



Pintado se revolvió inquieto en el taburete de la barra del bar. Había pasado allí sentado algo menos de una hora, tiempo suficiente para trasegar tres whiskys y estar apurando el fondo del cuarto. Sentía la garganta y el esófago en carne viva, la bilis se mezclaba con el alcohol en una combinación letal que amenazaba con agujerear su sistema digestivo si el almax no lo remediaba. Volteó la cabeza con la esperanza de verla parecer, pero lo único que alcanzó a divisar con el rabillo del ojo fue la silueta tenue de un par de viejos ocupas de barra, conversando en voz baja, cerca del rincón que daba a la entrada del local.
El Juan Sebastián Bar estaba desierto a esa hora; la actuación estelar de la noche hacía tiempo que había acabado y el local se había ido quedando vacío poco a poco,  desangrándose sin ganas. Los camareros esperaban esparcidos por el local la hora de cierre, sabedores de que entre semana y a esa hora era imposible que entrara nadie. Lejos quedaban los tiempos en que, en Caracas, la rumba no terminaba hasta que el amanecer pintaba de carmesí  y amarillo el cielo en el que se diluían las pequeñas chispas de las estrellas. Ahora, tan pronto cerraban los comercios y las oficinas, las avenidas del Rosal se vaciaban de gente, tan rápido como lo permitía la tranca vespertina de la Fajardo. Hacía horas de eso.
Alguien decidió animar el cotarro y puso una pieza, de salsa suave, que se escuchaba lo suficientemente bajo como para que Pintado se girara cuando creyó escuchar el ruido de la puerta de la entrada, al abrirse. La precedió su aroma, un perfume delicado que él conocía ya en sueños. El ruido del vaso, contra la encimera, le devolvió a la realidad y sus pies tantearon el suelo como los de un buzo al sumergirse y tocar fondo. Una pareja, que se escondía en una de las mesas de la parte más escondida del local, salió a la pista a bailar y pasó por delante suyo, el tiempo suficiente para impedirle seguir con la mirada a la mujer que estaba esperando. El tipo se parecía a Antonio Machín pero más chiquito, y agarraba a la mujer, como veinte años menos que él y guapa como la madre que la parió, con la pericia de un bailarín profesional.
Pintado rastreó con la mirada buscando el objeto de su espera: la dueña del aroma errante que lo había hipnotizado al entrar. Ella casi no se había movido de la puerta, apenas lo suficiente para que esta se cerrara, Pintado se dio cuenta que ella lo miraba con la seguridad de un tigre acechando a su presa.
Cuando estuvo segura de que el hombre la había visto se dirigió hacia él con parsimonia atrayendo con su andar todas las miradas masculinas del local, pocas pero muy interesadas. Pintado se apartó de la barra y fue a su encuentro no sabría decir si en un intento inconsciente de protegerla o de dejar patente que aquella noche aquella mujer era suya en exclusiva.
La rusa casi ni lo miró, lo mínimo para orientar su trayectoria. Ella guapa y rubia, con un rostro de trazos finos y delimitados, barbilla y nariz exquisita en su cara ovalada, rasgos que parecían eslavos, de ahí su nombre de guerra, aunque sus ojos marrones sugerían un origen más meridional. Las piernas largas y torneadas tenían el color dorado del dulce de leche y hacían imaginar un tacto suave y aterciopelada, el vestido negro con dos franjas blanca a la altura de las caderas y del busto se ajustaba a su cuerpo como si fuera de licra, aunque caía con la suavidad de la seda, delineando sus contornos con la precisión de una impresora 3D.
Pintado salivó y sintió un nudo allá en las entrañas antes de que reaccionara su entrepierna como una onda en el agua de un estanque.
Se aproximaron sin avisar, como lo hacen dos trenes frenando al límite, como esos muñequitos con imán en la boca cuando se sitúan a la distancia adecuada… Se tomaron de las manos en gesto de saludo y ella apartó la cara justo en el momento en que Pintado acercaba su boca en un torpe intento de besar la suya.

-Fase 1. –Pensó Pintado. -La maldita fase 1…

NOTA: Cualquier parecido entre Rita Pavone y la Rusa es un desorden de la naturaleza...

miércoles, 19 de agosto de 2015

OPERACIÓN UNCLE (THE MAN FROM UNCLE): LA ULTIMA DE GUY RITCHIE


Hacía tiempo que no le dedicaba un post a una película, y hoy lo hago porque este director británico ha tocado mi fibra más sensible al devolverme emociones que no sentía desde mucho tiempo: me hizo recordar las películas de la matinee del domingo o los telefilmes en blanco y negro y doblaje portorriqueño, que admirábamos la chavalería de mi calle aquellas calurosas tardes de verano en camiseta de tirantas en el patio de mi casa, en la primera televisión de la familia –una vieja telefunken con un solo canal en VHF-.

Una de espías de trama muy simple, con dos actores masculinos jóvenes: Henry CavillArmie Hammer–que ya son dos actorazos- y Alicia Vikander, una aparente chica mona e indudable actriz de talento –que a ratos recuerda a Penélope Cruz- como contrapunto femenino.


Ni les explico la trama, aunque me supuso un esfuerzo trasmutar la faz de los agentes de CIPOL: Napoleon Solo -Robert Vaughn en la original- y de Illya Kuryakin interpretado por el magistral David McCallum, en este nuevo formato.


En cuanto al Director: magistral, ritmo made in Ritchie.


La BSO magnifica… Y me quedo con la canción de Peppino Gagliardi “Che vuole questa musica stasera”

martes, 18 de agosto de 2015

CON EL CEREBRO EN CARNE VIVA


Me ha llamado la atención el titulito mientras leía la prensa diaria y me he dicho que merecía la pena pedirlo prestado. Pensándolo bien hay demasiada gente andando por ahí con el cerebro en carne viva.

Por ejemplo Piqué: este chaval, antes me gustaba, incluso le llegué a tener un poquito de envidia cuando se empató con Shakira, me hacía gracia pensar en qué y cómo hablarían estos dos: ¿en castellano con acento colombiano –ese tan quedo y educadito- ella?, ¿en catalán –el chico criado a golpe de colacaos y zumosol-?, es posible que hasta en inglés lo hicieran.  Pues como les decía antes me gustaba verlo de rojo con la selección, la de mi país, y eso que a mí ni me gusta mucho el futbol ni soy de pasar el tiempo viendo correr a dos docenas de tipos en pantys de colores, me gustaba verle cortar el juego del equipo contrario y casi siempre con criterio verle correr hacia adelante para rematar alguna jugada en la portería contraria. Ayer lo expulsaron por mentarle la madre a un asistente, y lleva una racha menuda desde la vergüenza patria del partido de final de copa del rey, me da que alguien le ha puesto el cerebro en carne viva.

Por ejemplo la alcaldesa Carmena: No le tenía yo echado el ojo a esta señora con pinta de abuela progre mal vestida o mal aconsejada que también podría ser. Hoy me entero que recién regresada de vacaciones –que pasa en Cádiz-, en eso no tiene mal gusto, y después de pasar por la peluquería, que menudo edificio capilar se gasta, anda cumpliendo programa electoral. En particular sobre las atribuciones y funciones de la Policía Municipal. ¿No habría manera de pedirle que pasada la borrachera electoral reflexionara responsablemente sobre lo que realmente necesita una urbe como Madrid y sus habitantes?


Para rematar y en relación con el cerebro leo que Sharon Stone tuvo un ACV que la dejó tocada de ahí arriba. Y que todavía anda recuperándose… Afortunadamente sigue tan guapa como lo atestigua el reciente reportaje que publica Harper's Bazaar. A sus 57 años luce espectacular… En carne viva.

domingo, 16 de agosto de 2015

MI AMIGO RAMIRO


La primera vez que me tropecé con Ramiro ocurrió bajo ese tipo de circunstancias en las que difícilmente calibras a las personas. Reunión de trabajo, mucha gente alrededor y cada uno a lo suyo que era lo de nadie.

Nunca pensé por entonces que dejaría una huella profunda en mí. Aunque eso es lo que suele ocurrir con las personas que luego quedan indeleblemente prendidas en la pequeña historia.

Hace unas semanas tuve que despedirme de él porque ha sido asignado a otra misión. No fue una despedida agradable, a pesar de que sé la ilusión que le hace regresar a su país –Ecuador- y cuidar durante un tiempo de su madre –a la que venera- y de su hija, Mija, a la que idolatra. Lo miraba en su despacho y se me hacía un nudo en la garganta cada vez que quería dedicarle unas palabras de cariño, que además estaban impregnadas de admiración y respeto. Me resbaló una lágrima el día que Charlie –otro perillán al que debo dedicar una página- glosó su vida profesional y él miró arrobado para su esposa y compañera de fatigas.

He pasado tres años bajo su dirección y he de reconocer que pasó por méritos propios a formar parte del imaginario de mi vida y también de ese universo en que rebullen los personajes de mis novelas.
Copito hizo méritos para compartir aventuras con Pintado, para él deberé vestir un personaje noble, leal, generoso, valiente, educado, pillastre e inteligente y entregado a sus amigos y colegas. Para él deberé imaginar antros nocturnos de rumba y alcohol donde las bellas mujeres embriagan con su mirada a los hombres que como Copito y Pintado buscan mujeres como tú…


Ramiro, un abrazo.  

PODEMOS, LAS COLAS EN CARACAS Y EL SEÑOR IGLESIAS: EL PASTOR DE LA COLETA.


Estaba leyendo la prensa esta mañana como cada día al despertar. Es curioso cómo te aferras a tu país cuando estás fuera de él, como añoras esas cosas que en lo cotidiano hastían y en la distancia añoras, cosas de la sique… Y leí que Pablo Iglesias, el de la coleta y líder de Podemos, estaba veraneando en una cabaña ecológica en Avila… Y me arreché que dicen acá.

Estoy pasando un par de días en Caracas mientras espero la salida del vuelo de Iberia a Madrid, vuelo que ahora se hace con una frecuencia de tres vuelos semanales, espera obligada por las dificultades para encontrar un pasaje aéreo entre la ciudad del Oriente donde vivo y la capital venezolana.
Viajé el viernes de mañana y trabajé en la oficina que mi Compañía tiene en La Castellana, cerca de Altamira, en uno de los lugares más exclusivos de la capital. Desde los ventanales del piso trece hay una vista impresionante del Avila y de los bulevares cercanos flanqueados de una vegetación verde y frondosa. Desde allí pude ver al menos tres colas diferentes de pacientes venezolanos a la caza de cualquier alimento básico subsidiado bajo la etiqueta de precio justo. Colas multicolores, rebosantes de vida y humildad, serpenteantes, kilométricas, formadas en su mayoría por jóvenes desempleados, madres desesperadas, funcionarios y funcionarias escapados y escapadas de sus puestos en los bancos o en cualquiera de las sedes de los ministerios bolivarianos y del poder popular y sobre todo por venezolanos de la tercera edad que han tomado sobre sus hombros la responsabilidad de llevar a sus hogares una bolsa de harina pan, una caja de leche o una bolsa de detergente, ni hablar de pañales o compresas higiénicas. Y también por bachaqueros –estraperlistas de baja estofa- acopiando para la reventa abusiva.

Y me imaginé al de la coleta haciendo cola con este maravilloso pueblo exhortándoles a disfrutar del Paraíso…

No quiero a mi madre que ya paso de los ochenta, ni a mis hijos que son jóvenes y todavía desempleados, o a mi vecino Carlos al que quiero mucho, tiene mi edad y está desempleado temporalmente, en una cola dando la vuelta a la manzana de cualquier calle de España. Yo mismo no quiero convertirme en bachaquero.

Don Pablo, señor Iglesias, acepte un puesto en cualquier cola de Caracas, de Maturín, de Puerto La Cruz, de Maracaibo, Valencia, San Cristobal, Mérida o de Lechería y predíqueles mientras la importancia de los virus sociales, los mismos que su partido de sainete traspone en España a los desencantados y desencantadas sin criterio a los y las que pastorea en los secos pastos de nuestra vieja tierra peninsular.


sábado, 15 de agosto de 2015

LA BALANZA DEL PECADOR


Han pasado más de dos años desde la última vez que incursioné en este recóndito baúl de sentimientos. Lo hago sin mucho que decir, pero no con tan poco de contar…
Ayer me visitó de nuevo Pintado y me entregó un sobre. Era por la tarde y yo lo estaba esperando en la cafetería del JW Marriott de Caracas donde me había citado la mañana anterior. El salón estaba semivacío y las pocas mesas que estaban ocupadas parecían sacadas de una escena de una de esas películas yanquis en las que un agente de la CIA se encuentra con su contacto en tierra enemiga. Los pocos focos que no estaban tuertos vertían una luz fría que salía de las hélices de las horrorosas bombillas de bajo consumo, enroscadas como lombrices en los casquillos de latón,  y apenas servía para iluminar la inmensidad desolada del recinto.
Solo la contemplación de la belleza de las elegantes líneas de un viejo piano de cola servía para atenuar la sensación de melancolía que me invadió durante la espera.
Apenas noté su presencia. Pintado arrojó el sobre sobre la mesa y llamó al mozo con un gesto de la mano. Lo miré intentando descifrar en su rostro el rastro del tiempo pasado. Me devolvió la mirada en silencio, con un rictus que apenas era una sonrisa esbozada. Supe que nada había cambiado y que era el tipo de los eternos conflictos sin solución.
Pidió un whisky, se conformó con un etiqueta negra. Yo le acompañé. No está Venezuela para muchas exigencias estos días. Bebimos en silencio, como casi siempre. La primera copa cuando nos encontramos, sin decir palabra, es un rito entre él y yo. Se fijó en la cubierta del libro que yo tenía sobre la mesa: “El azar de la mujer rubia” de Manuel Vincent-, y dijo entre dientes algo así como: –vaya coincidencia, no te jode¡¡¡ que no entendí.
Apuró el último trago del vaso, de un golpe, sin retener el líquido ambarino en la boca, chasqueó la lengua y me miró con suspense, manejando los tiempos como el consumado histrión que es. Sus ojos brillaban divertidos, el mentón apuntó a mi rostro esperando la pregunta de rigor que no le hice. Ya nos conocemos y sabemos el tempo del ritual.
Golpeó el sobre con un dedo y me dijo: -La tercera, chupatintas. “la balanza del pecador”. A ver qué haces con ella…
Acto seguido se levantó y me dejó mirando el sobre mientras él hacía mutis por el foro. Toqué a bulto y le calculé algo así como doscientas hojas, casi media resma de folios. Alcé la mirada con apenas tiempo para verle dejar el lobby del hotel agarrado de la mano de una mujer rubia y esbelta, de piernas esculturales y figura divina que le siguió dando saltitos…