SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


domingo, 16 de agosto de 2015

PODEMOS, LAS COLAS EN CARACAS Y EL SEÑOR IGLESIAS: EL PASTOR DE LA COLETA.


Estaba leyendo la prensa esta mañana como cada día al despertar. Es curioso cómo te aferras a tu país cuando estás fuera de él, como añoras esas cosas que en lo cotidiano hastían y en la distancia añoras, cosas de la sique… Y leí que Pablo Iglesias, el de la coleta y líder de Podemos, estaba veraneando en una cabaña ecológica en Avila… Y me arreché que dicen acá.

Estoy pasando un par de días en Caracas mientras espero la salida del vuelo de Iberia a Madrid, vuelo que ahora se hace con una frecuencia de tres vuelos semanales, espera obligada por las dificultades para encontrar un pasaje aéreo entre la ciudad del Oriente donde vivo y la capital venezolana.
Viajé el viernes de mañana y trabajé en la oficina que mi Compañía tiene en La Castellana, cerca de Altamira, en uno de los lugares más exclusivos de la capital. Desde los ventanales del piso trece hay una vista impresionante del Avila y de los bulevares cercanos flanqueados de una vegetación verde y frondosa. Desde allí pude ver al menos tres colas diferentes de pacientes venezolanos a la caza de cualquier alimento básico subsidiado bajo la etiqueta de precio justo. Colas multicolores, rebosantes de vida y humildad, serpenteantes, kilométricas, formadas en su mayoría por jóvenes desempleados, madres desesperadas, funcionarios y funcionarias escapados y escapadas de sus puestos en los bancos o en cualquiera de las sedes de los ministerios bolivarianos y del poder popular y sobre todo por venezolanos de la tercera edad que han tomado sobre sus hombros la responsabilidad de llevar a sus hogares una bolsa de harina pan, una caja de leche o una bolsa de detergente, ni hablar de pañales o compresas higiénicas. Y también por bachaqueros –estraperlistas de baja estofa- acopiando para la reventa abusiva.

Y me imaginé al de la coleta haciendo cola con este maravilloso pueblo exhortándoles a disfrutar del Paraíso…

No quiero a mi madre que ya paso de los ochenta, ni a mis hijos que son jóvenes y todavía desempleados, o a mi vecino Carlos al que quiero mucho, tiene mi edad y está desempleado temporalmente, en una cola dando la vuelta a la manzana de cualquier calle de España. Yo mismo no quiero convertirme en bachaquero.

Don Pablo, señor Iglesias, acepte un puesto en cualquier cola de Caracas, de Maturín, de Puerto La Cruz, de Maracaibo, Valencia, San Cristobal, Mérida o de Lechería y predíqueles mientras la importancia de los virus sociales, los mismos que su partido de sainete traspone en España a los desencantados y desencantadas sin criterio a los y las que pastorea en los secos pastos de nuestra vieja tierra peninsular.


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