SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


martes, 25 de diciembre de 2012

ALGUNOS INFAUSTOS PROTAGONISTAS DEL 2012


Me toca estos días dar repaso a algunos de quienes han sido los -mis- protagonistas del año que se nos va, mi pena es que no lo hago como quien mira atrás con el corazón aliviado después de dejar atrás los peligros, sino como quien corre perseguido por los fantasmas de un pasado tenebroso.
Ocupa un lugar destacado, y por eso lo sitúo en primer lugar, un personajillo aparecido tras la tramoya delirante del populismo argentino, naturalmente me refiero a Axel Kicillof, el viceministro argentino de economía -Secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo, del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas- y alma de la Cámpora. Protagonista indiscutible del robo de YPF, no estaría de más que algún dios clemente le otorgara un mínimo de dignidad y bonhomía de la que carece. Seguramente recogería el premio acompañado de Cristina FK y Julio De Vido. Cuidarse de aproximaciones por la espalda. Por cierto la YPF nacionalizada continua “rien de rien”. Sin levantar cabeza… Será que la culpa a fin de cuentas no era de los españoles.
El próximo sería mi denostado Artur Más… Hoy le señalo con otro elemento de cuidado, Oriol Pujol. No creo que haga falta indicar las razones por las que ambos individuos aparecen en esta lista. Esta mañana el President me dio una razón más, pequeñita, pero razón a fin de cuentas, a tenor de sus declaraciones al preguntarle por el discurso de Navidad de Don Juan Carlos. Aparentemente estaba demasiado ocupado para atender la alocución del Jefe del Estado español… De estos también me cuidaré de aproximaciones por la espalda, aunque quizás con un enfoque más europeísta y global. A pesar de todos ellos he bebido cava catalán –de Villafranca del Penedés- y comido embutidos de Olot y Vich –tan buenos y apetecibles como otros genuinos de algunos pueblos de la sierra de Huelva-. No tengo perdón…
Y para no cansar con estos apuntes de Opinión incluyo en último lugar de esta lista, aunque me he dejado bastantes en el tintero, al Vicepresidente andaluz Diego Valderas, al que le concedo una meritoria mención por no enterarse todavía del desastre en el que estamos metidos. Este fin de semana he visitado a mi familia en Andalucía y he podido comprobar con mis ojos y lágrimas el erial en que han convertido mi bendita tierra. A este tampoco le pongo la espalda a tiro… De Griñán ni hablo, mucho menos de Rubalcaba.
No mencionaré a los n políticos corruptos y desahogados, ladrones y salteadores de caminos, inútiles y patanes, incultos y vagos, cualquier epíteto que les cuadre, porque seguro que me dejo alguno sin mencionar y porque también confío en que sus colegas de profesión, políticos como ellos, hagan su trabajo y acaben con el imperio de la corrupción contra el que clamo.  A fin de cuentas es la obligación de unos y otros.
Y mis mejores deseos, a pesar de todo para Don Mariano. Casi ningún comentario de la calle le favorece. Y es seguro que algo más puede hacer. Pero es que nos lo han puesto muy difícil. No soy de los desilusionados por las medidas, ajustes y recortes, soy de los que creo que son necesarios, pero también que es preciso que actúe para evitar el desmembramiento de España, la vulneración de la Constitución –asumiendo que son las reglas que nos hemos dado para convivir, y si no que proponga las revisiones necesarias- y el deterioro de la condición económica de los menos favorecidos, hacia los que el Estado tiene obligación de proteger…
Observará el público lector que no he mencionado a ninguna rutilante estrella del famoseo, ni empresarios de la noche, ni entrenadores de equipos de futbol, ni a empresarios chinos, tampoco de otras nacionalidades, ni a Cristo que lo fundó. Sin embargo todos ellos ocupan su sitio de privilegio en mi imaginario personal.     

miércoles, 19 de diciembre de 2012

LAS CAUSAS PERDIDAS. ZENET

Hoy me conformo con la música y la letra de Zenet... De nuevo.
Me quedan dos telediarios para hacer de nuevo las maletas... Es lo que tiene la vida del nadador solitario. De Piscina en Piscina...


domingo, 16 de diciembre de 2012

LA LEYENDA DE LOS SENTIMIENTOS. BENEDETTI.


Por cortesía de mi amigo Javier Fuentes...

Cuenta una leyenda, que una vez se reunieron todos los sentimientos de la tierra. Cuando el ABURRIMIENTO había bostezado ya por tercera vez, la LOCURA, como siempre tan loca, les propuso:

- ¿Por qué no jugamos al escondite?
La INTRIGA levantó la ceja intrigada y sin poder contenerse, la CURIOSIDAD preguntó:
- ¿Al escondite? ¿Y como es eso?
- Es un juego –explico la LOCURA- en el que yo me cubro la cara y empiezo a contar desde uno hasta un millón, mientras los demás se esconden. Cuando haya terminado de contar, el primero a quien encuentre ocupará mi lugar para seguir el juego.
El ENTUSIASMO bailó, secundado por la EUFORIA. Y la ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer no sólo a la DUDA, sino también a la APATÍA, a la que nunca le interesa nada.
Pero no todos quisieron participar. La VERDAD prefirió no esconderse ¿Para qué? Si al final siempre la acaban descubriendo. La SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no había sido suya), mientras que la COBARDÍA prefirió no arriesgarse.
La primera en esconderse fue la PEREZA, que como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La ENVIDIA, se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La GENEROSIDAD, casi no alcanzaba esconderse, pues cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para algunos de sus amigos: ¿un lago de aguas cristalinas? Ideal para la BELLEZA, ¿la grieta de un árbol? Prefecto para la TIMIDEZ, ¿el vuelo de una mariposa? Lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD, ¿una ráfaga de viendo? Magnífico para la LIBERTAD… pero finalmente se escondió en un rayo de sol.
El EGOÍSMO en cambio, encontró un sitio muy bueno pero desde el principio, ventilado, cómodo, pero sólo para él. La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (¡mentira! En realidad se escondió detrás del Arco Iris) y la PASIÓN y el DESEO, en el fondo de un volcán. El OLVIDO, no recuerdo donde se escondió.
Cuando la LOCURA contaba 999.999, el AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse porque todo estaba ocupado. Pero entonces vio un rosal y enternecido, decidió esconderse entre sus flores.
- ¡… Y un millón! Contó la LOCURA y por fin se puso a buscar.
La primera en aparecer fue la PEREZA, apenas a tres pasos, debajo de una piedra. Luego sintió vibrar a la PASIÓN y al DESEO en el volcán. En un descuido, encontró a la ENVIDIA y a partir de ella pudo deducir donde estaba el TRIUNFO. Al EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo, el solo salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de serpientes.
De tanto caminar, sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la BELLEZA. Con la DUDA resultó aún más fácil, porque estaba sentada en una cerca sin decidir aún en que lado esconderse. 
Así los fue encontrando a todos: al TALENTO entre la hierba fresca, a la ANGUSTIA en una cueva oscura, a la MENTIRA detrás de Arco Iris (¡mentira! estaba en el fondo de los océanos) y hasta al OLVIDO, que ya se había olvidado que también jugaba.
Tan sólo el AMOR no aparecía por ningún sitio. La LOCURA buscó detrás de cada árbol del planeta, bajo por todos los arroyos y subió todos los montes. Y cuando estaba a punto de darse por vencida, vio el rosal. Tomó una vara y se puso a remover las ramas, cuando de pronto se escuchó un grito de dolor: las espinas habían herido al AMOR en los ojos.
La LOCURA no sabía qué hacer para disculparse. Lloró, rogó, imploró, pidió perdón e incluso se ofreció a ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la Tierra, el AMOR es ciego, y la LOCURA siempre lo acompaña.

- Uno, dos, tres, cuatro,… empezó la LOCURA a contar.

Mario Benedetti.

jueves, 13 de diciembre de 2012

FUMATA BLANCA

Por fin vio la luz la novela en su formato definitivo y publicado.
Como en el caso de La Certeza hubo de hacerlo bajo los auspicios directos del padre, sin mayor padrino que el cariño que de hoy en adelante le tengan los lectores que osen acercársele. Ojalá seas uno de ellos, para eso se escribió...
La podéis encontrar en Librerías digitales y en la red de Bubok. La página en la que pedir: La Sombra del Cisne Negro

miércoles, 12 de diciembre de 2012

EL OCASO, TRAS EL HORIZONTE DEL MAR CARIBE.


Pintado volvió críptico de su viaje a Margarita. Le noté cansado, pero con un extraño brillo en los ojos.
Ya saben que es poco locuaz hasta la segunda copa, después se anima, como si le abrieran una puerta a las ganas contenidas y entonces todo en él es un deslizar cuesta abajo.
Le invité, como casi siempre, y como casi siempre aceptó. Entramos en el tugurio, una churuata –especie de cabaña típica, de tejado cónico y empinado, cubierto de maderas y hojas de palma- vacía de gente a esa hora. Nos sentamos pegados a la barra, las mesas que poblaban el local no eran demasiado acogedoras, salvo para las chinches que seguramente poblaban las fibras de moriche con que estaban tejidos los asientos.
Pedimos cerveza, con todo el disgusto de Pintado, porque el whisky que dan por estos lares no es precisamente el que él prefiere. A la tercera solera verde su lengua se desató apenas contenida por la expresión de sus ojos. Había distancia y ternura en ellos.
La había encontrado después de semanas de búsqueda. A la chica de Londres. Aquella angelical víbora de casi uno ochenta, la misma de piel color canela y labios de caramelo, la de ojos negros, almendrados y profundos. El reencuentro había sido intenso -me confesó-, como el choque con un iceberg en la noche helada del ártico, como el rayo certero en la profundidad de la selva. Me lo imaginé –él no llegó a decirme nada en concreto- desbrozando los brazos de ella, apartando cada oscuro rincón y entrando en cada uno de los secretos que guardaba su perfume. Me miró y vi en sus ojos que se había perdido entre mares de sudor y ansia, en un profundo abismo de seda y miel. La sal todavía perlaba entre su barba y las manos, como sarmientos, todavía atesoraban calor y humedad, la que seguramente había bebido en sus muslos, o recogido en el regazo esquivo de aquella hembra hostil.
Al cuarto silencio suspiró y de nuevo sus ojos se oscurecieron, como el cielo del trópico tras la tormenta, a la caída de la tarde cuando el ocaso se pierde tras el horizonte más allá del mar Caribe…

sábado, 1 de diciembre de 2012

DE FIESTA EN LECHERIA


Pintado se marchó al día siguiente, una mujer vino a buscarlo. Me la presentó a volapié y apenas si me quedé con sus ojos, negros y a pesar de ello profundos, y con las pocas palabras de ella, amables y corteses. Se llamaba Juana. Me miró con cuidado y breve, como quien sabe que nunca más coincidiremos. Durante los pocos minutos que los acompañé entendí que salían para Margarita y que una motora los esperaba en el embarcadero de la marina junto al hotel. Pintado acarreaba una bolsa de viaje que parecía semivacía, pero en la cinturilla del pantalón le noté el volumen pesado y rígido de un arma. Ella se despidió con un hasta luego y él me miró en silencio. Luego dejaron el lobby del hotel en dirección a los canales. La espalda de Pintado parecía un muro infranqueable a los sentimientos que llevaba el viento… Esa fue la sensación que tuve. Como un portazo en la noche y luego nada, el silencio y la nada.
Pasé la semana trabajando. Sin noticias de mi amigo.
El sábado me invitaron a una fiesta. Como el año pasado, pero entones no estaba con ánimo. Acepté.
Llegué con media hora de margen, para no quedar solo, a merced de las miradas de unos y otros. A pesar de ello fui de los primeros y me tocó esperar en una esquina intentando ser lo mas invisible posible.
Me vestí formal, el traje estaba arrugado tras el viaje, pero es lo bueno de los trajes de lino puedes parecer una pasa y estar a la última. Sólo me faltaba el sombrero panamá, pero no habría sido correcto. Pedí una cerveza, costó trabajo, en esta parte del mundo sólo se bebe whisky diluido al cinco por ciento en estos eventos. La conseguí tras deslizar un billetico de diez bolos a la mesera que atendía mi zona. Gracias a eso tuve barra libre toda la noche sin tener que levantar la mirada.
Los invitados llenaron el salón en un lento goteo que duró más de una hora. Afortunadamente para mí no era el único “soltero” de la velada, y afortunadamente también las mujeres “solteras” no renuncian aquí a las invitaciones. Aunque primero me senté en una aburrida mesa de extranjeros en tierra extraña, al poco había derivado a una mesa en la que me sentí como un niño en una tienda de golosinas…
El recinto estaba engalanado como el hall de entrada de Ikea. El “arquitecto” palabra con la que aquí se confunde al decorador tenía un gusto retro naif que lo había llevado a conjuntar metacrilato, blanco y negro y porespan de baja densidad con arreglos florales exóticos. Uno de ellos calló sobre la mesa que adornaba en el centro y echó por tierra el trabajo de una peluquera que había imitado sobre la testuz de una dama un remedo de la torre inclinada de Pisa –a pesar del crimen la joven era guapa como noche de luna llena-.
Decidí ni dejarme llevar por el aire hortera de la sala, porque todo lo demás era bello. Sobre todo ellas…
A diferencia de otras veces cumplí con la promesa que me había hecho aquella tarde antes de cruzar la puerta: permanecer lo más tranquilo posible, admirar el espectáculo, disfrutar de la comida y de la música y en caso de extrema necesidad bailar un par de piezas para socializar. Cumplí con casi todo, con algunas excepciones: fue imposible disfrutar de la comida –en esta tierra tan pronto la música comienza la gente se levanta y abandona la mesa para bailar, saltar o reír de pie- a pesar de que tenía buena pinta –las hallacas típicas de esta época me hacían la boca agua, envueltas en hoja de plátano, brillantes y apetitosas-; la música estaba tan alta que era imposible conversar o entender lo que se decía; y algunas féminas se empeñaron en ver bailar al español, aunque yo no ofrecí mayor resistencia. Sólo cumplí el propósito de disfrutar de la bebida, sobradamente.
Gaitas –música típica, no confundir con el instrumento de nuestras tierras norteñas-, salsa y merengue aderezaron la velada. No hubo manera de bailar bolero. Una pena porque algún vestido prometía tener un buen comportamiento en aquellos menesteres. No quedé mal, aunque me he prometido no volver a bailar con quien no sea capaz de llevarme. Solo así soy capaz de moverme sin parecer un tocón de árbol. Segundo propósito intentar no claudicar cuando la mujer con la que bailas te saca una cuarta larga –me pasó con tres de las candidatas a mises-. Aunque esto último, creo que va a ser muy difícil… Mejor no pensar en las fotos que a buen seguro andarán circulando por ahí... Ojos que no ven...
Hice mutis por el foro tras seis horas de fiestorro… Eché de menos a Pintado, él también habría disfrutado…  

viernes, 30 de noviembre de 2012

EN TIERRAS DEL CARIBE


Sigo en tierras del Caribe y me da que esta vez va para largo.
Dejé Caracas hace un par de semanas y en compañía de Pintado recorrimos los pocos más de trescientos kilómetros que las separan por la ruta 9. Cuatro horas de viaje por una carretea bacheada y en regulares condiciones, y tuvimos suerte, era domingo de mañana y ni sufrimos el terrible tráfico que circunvala Caracas a cualquier hora y cualquier día ni las góndolas de transporte que taponan la estrecha carretera entre semana.
Atravesamos el corredor verde del estado Miranda y nos detuvimos en el parador del Guapito -un sitio cerca del Guapo, a mitad del camino-, una isla en mitad de la nada donde repostamos el vehículo y trasegamos un jugo de parchita con una cachapa rellena de queso de mano. Allí tuve la primera oportunidad de cruzar miradas con el personal de esta tierra de leche y miel, francas y alegres, como de con quien no va la cosa…
Pintado no estaba de buen humor. Las marcas de su encuentro con quien fuese remarcaban su rostro tumefacto e intensificaba su mirada, dura y penetrante, como hacía tiempo que no le veía. Callé por respeto, y porque la experiencia me dicta que cuando no quiere es una tumba. Pareció despertar a la altura de Puerto Píritu y simplemente enarcó la ceja. Me recordó una tortuga varada en la playa.
Llegamos al hotel en Lechería un poco antes del mediodía. En recepción nos trataron como si fuésemos dos agentes de la CIA enviados a asesinar al Comandante, nos miraron malencarados y nos condenaron a esperar hasta media tarde hasta que las habitaciones estuviesen listas. Ni la mejor de mis sonrisas, ni el silencio hosco y terrible de Pintado sirvieron para nada, seguramente una mirada a la esfinge hubiera dado mejor resultado.
Puestas las cosas así nos fuimos a comer en un tugurio de los alrededores. Vimos la carrera de Fernando Alonso en Austin y pagamos por unos fettuccini lo mismo que en Madrid por un solomillo de ternera. La cerveza estaba buena, una solera verde helada, y dos y tres…
Recordé otros días en aquella terraza. De noche, con la brisa que venía del mar a pocos metros y las luces que hacen que siempre parezca navidad en esta parte del planeta. Me llamó la atención lo mucho que había echado de menos el primer sorbo de cerveza helada…
Pintado carraspeó como si quisiera decirme algo. Pero se calló porque giró el rostro y lo dejó prendido como quien sigue una baliza del cuerpo admirable de una mujer hermosa. Yo no le seguí el juego, en esta tierra entrar en ese compás supone exponerse a una tendinitis seria de los músculos del cuello, no los diferencio, de cualquiera de ellos, de todos. No al menos el primer día. Ese ejercicio supone un largo prepararse para sufrir reveses de andanadas desde las amuras, impactos que desarbolan el navío y barren la cubierta de proa a popa. Pintado pareció reaccionar cuando en la terraza del restaurante de al lado las chicas de una mesa se levantaron para bailar al son de un canción de Fonseca. El colombiano no me disgusta, pero supongo que encaja mejor de noche... A pesar de la música alegre y pegadiza mi amigo estaba triste, perdido en algun sitio que sólo él conoce.
Cuando Alonso cruzó la línea de meta nos levantamos y peregrinamos de vuelta al hotel para intentar descansar un poco. El sol caía a plomo y las sombras de los chaguaramos bajo los que caminábamos apenas servían para protegernos del inclemente astro. Llegué a la habitación empapado de un sudor cansino que seguía brotando minutos después en la gélida atmósfera acondicionada por un aparato que hacía tanto ruido como el turbohélice de un avión. Solo el agua fría de la ducha calmó los ardores de la piel y así refrescado por una capa de humedad en la piel me tiré sobre las sábanas frías y me quedé colgado…

domingo, 25 de noviembre de 2012

LLEGADA A CARACAS


He permanecido fuera de cobertura durante varias semanas. La razón: Pintado y yo andamos por el Caribe… Y no precisamente en viaje de placer. Me pidió que le acompañara, es la primera vez desde que intimamos, no pude negarme y además necesito material para la próxima.
De momento no me autorizó a dar detalles que expliquen la razón de este viaje así que me limitaré a pincelar escenas que estos días han amenizado mis horas.
Salimos de España un día frio y luminoso, Madrid nos despidió con su atmósfera desnuda de contaminación, una mañana de sábado. El avión de Iberia me acogió cálido como siempre. Los asientos abatibles de la clase business tienen un no se qué de crisálida que me arropa acogedor. El whisky también estaba bien, frío y adormecedor, como las buenas mujeres malas. Me desperté cuando el sobrecargo avisó por la locución interna que quedaba media hora para llegar.
La costa tiene un tono esmeralda en los alrededores de Caracas, vegetación que trepa hasta el cielo del Avila ocultando cualquier intento humano por colonizar las escarpadas laderas. Esa tarde tuvimos suerte, apenas había nubes y la calina no ocultaba el paisaje. El mar vino a nuestro encuentro junto a la estrecha cinta de tierra que dejan los montes al besar las playas.
Sábado tarde, la autopista de subida hasta Caracas estaba abarrotada de coches desvencijados con mas de cuarenta años de vida a sus espaldas, suspiros del sueño americano que fue, lágrimas olvidadas en tierras del tío Sam que han venido a dar con sus huesos de metal roña en este rincón de sol y sal. Los motorizados pululan entre cualquier hueco, dueños del asfalto, números premiados para la lotería de la muerte que se cobra cada semana varias decenas de ellos en cualquiera de las carreteras del país de la patria de Bolívar. Bingo: dos cuerpos desmadejados sobre un charco de sangre a la entrada de uno de los túneles en la subida desde Maiquetía, como flanes sobre azúcar líquido. Ella era trigueña y morena, con el pelo ensortijado, con un tinte caoba que le venía de dentro, sangre reseca por el calor. Él era un bulto informe, acostado a su lado, como si la protegiera durante la caída. Un policía que apenas tendría veinte años nos daba paso abanicando su mano, lacia, como sacudiendo el aire a su alrededor.
Era noche cerrada cuando recalé en la habitación del hotel. Pintado desapareció en el submundo que no me deja conocer en directo. Se perdió en algún lugar de un barrio llamado Petare, donde entrar es un punto y salir una incógnita.
Esperé en el bar del hotel tomando cerveza fría. Un par de horas después salí a la calle a tomar el aire. El caldo asfixiante de la llegada era ahora una brisa llevadera, agradable a pesar de la humedad. Frente a él destellaban las luces de neón que perfilaban un sugerente cuerpo femenino. Un club de alterne donde pululan decenas de sueños por romper, centenares de sueños rotos, miles de realidades ya inalterables.
Me lo pensé, quizás fuera agraciado por una risa cristalina y una historia interesante…
Pero esa será otra historia, porque Pintado llegó en ese momento, traía la ceja abierta y un cuajarón de sangre reseca en la mejilla. Me dijo chitón con la mirada y se perdió en el ascensor hacia su habitación.
Sentí de golpe todo el cansancio del viaje y de las horas de diferencia. Me fui a dormir. Quizás mañana sea otro día…  

ARROZ CAMACHO


Acaba de enviarme mi hermano este vídeo. Créanme le sale bien, tiene enjundia y sabor. Enhorabuena… Cocinilla.
Por cierto veo que a él, como a mí, tambien lo etiquetan como Camacho... Y es que algunos apellidos te borran el nombre. Como Pintado.

UN DIA EN LA VIDA DE LA NOVELA

Hoy me toca una entrada sin contenido "literario", apenas un testimonio, la traza insignificante de la vida de una novela, que como cualquier humano, siendo singular se pierde rápidamente entre millones, el inexorable juicio de los números.
Hace unas semanas decidí proceder con el proceso de publicación: revisé una vez más el texto -siguieron saliendo faltas y defectos, como esos pequeños insectos que se deslizan de entre los armarios y recovecos de las casas antiguas-, contraté la obtención de los datos de registro y remocé la portada, buscando que fuera más atractiva.
Casi hemos terminado, la novela está registrada, ya tiene sus etiquetas legales y verá la luz, tinta sobre papel al fin durante estas navidades. En unos días, como siempre, los demás se convierten en jueces de mis deseos.
Luego que crezca como Dios le de a entender…



jueves, 15 de noviembre de 2012

SUSAETA, ESA COSA SE LLAMA… ESPAÑA. Y nosotros ESPAÑOLES.


Hacía días que no me reunía con Pintado y lo hicimos ayer para ver el partido amistoso contra Panamá. Venía caliente, había visto las declaraciones del debutante Susaeta y se encendió con sus palabras. Le reclamé calma: la edad del joven jugador vasco, los aires que corren y la situación del país tienden a generar esta clase de ruidos. Quizás en otro momento la cosa no habría tenido mayor repercusión, pero hoy en día son importantes los detalles.
A la tercera copa se había calmado y me miró con esos ojos que penetran el acero. Con su media lengua de borracho dijo algo que tiene sentido: “Lo que pasa es que estamos rodeados de cobardes, de todo tipo: los que no se atreven a decir la verdad porque temen que esta eche por tierra su castillo de naipes, como le pasa a los políticos catalanes, que por no decir la verdad no definen primero lo que reclaman, ni lo que ello implica; los que durante años han permanecido impávidos ante la destrucción del sentimiento y significado de España, políticos de cualquier pelaje y condición; y sí de todos nosotros, los españolitos de a pie, que hemos dejado que todo esto pase sin despeinarnos, entre otras cosas porque lo políticamente correcto era dejar que pasara y que por ello hemos dejado que nuestros hijos hayan creído lo que les decía el primero que se les pusiera por delante…”
Pues para mí que Pintado lleva razón… Hay que ser menos cobardes. Porque tarde o temprano todos enfrentamos las consecuencias. Ser hijos de una cosa…

miércoles, 14 de noviembre de 2012

LO QUE VA A VENIR... YA VINO.

Un viral para pensar...


He oido muchas veces esa frase... "es del banco". Muchos entienden ahora su terrible significado.

jueves, 8 de noviembre de 2012

miércoles, 7 de noviembre de 2012

YPF. COMO MUESTRA UN BOTÓN.

Llevo siguiendo el culebrón YPF desde que el gobierno argentino precipitó las hostilidades en el mes de Mayo. ¿Qué quieren? Trabajé allá por tres años y dejé amigos, jirones de piel y algún trozo de corazón.
Durante los últimos meses he seguido de cerca las payasadas verbales, los excesos gestuales y el comportamiento seudoparanoide de la señora presidenta, la ínclita CFK -qué artista ha perdido el show business-: sus viajes en compañía de Moreno y Kicillof, las escapadas de De Vido, las actuaciones diplomáticas en pos de la liberación de la Fragata Libertad -buque escuela (aunque en algunos medios la denominen como insignia) de la Armada argentina, retenida en Ghana-, la guerra contra Clarín y La Nación, el apoyo explícito a las tropelías de D’elia, etc., etc... En definitiva muchos de los episodios escabrosos que jalonan la vida diaria de una sociedad que quiero y me duele, insisto, porque dejé amigos allá y porque nunca podré olvidar mis paseos por las calles porteñas.
De YPF, de continuo, surgen algunas noticias pintorescas. A saber, las de la última semana:
·         El tercer trimestre sus resultados cayeron un 51% y la producción se incrementó un 0,6% interanual con un crecimiento en los nueve primeros meses del año de 4,7% -dato este significativo porque determina el esfuerzo previo que estaba realizando Repsol para el incremento de la producción y que es el que permite consolidar la tendencia de los seis últimos-.
·         Carlos Alfonsi –superviviente seguro de cualquier cataclismo- afirma de acuerdo al guion (supongo que de Galuccio –el nuevo ejecutivo máximo al servicio del Estado-) que construirán una nueva refinería que se pondría en marcha para 2017 –desconozco la pistola que habrán puesto al cuello de los técnicos que esto afirman, que parecen desconocer el periodo de maduración de un proyecto de estas características. Si no vean lo sucedido con la refinería Balboa en España-. ¿Y quién financiará el proyecto? Alfonsi afirma que la propia YPF. Yo, lo dudo...
·         Vean la campaña publicitaria de YPF. No ha gustado nada en el mundillo publicitario local. Qué Dios les “coja” confesados si estos son los planes para el incremento de producción… Por cierto la agencia encargada de la campaña tiene por nombre “La Liebre Amotinada”. No se trata de una invención propia, la imaginación no me alcanza para tanto.


Lo dicho, me han dejado jodido, de nuevo… Espero que a Mas –el President catalán- no se le ocurra mirar para allá… Sería mas jodido todavía.

martes, 6 de noviembre de 2012

LOS VIEJOS AMIGOS. VILACHA y el CAPI.


Cuando las palabras viejos y amigos se mezclan inevitablemente se produce en mí una reacción exoemocional (me la apunto si alguna vez se incluye en el diccionario de la RAE). Hace un rato, tarde como casi siempre, me ha llamado por teléfono el “viejo” Capi SanMiguel.
Al Capi lo conocí hace tanto tiempo que he olvidado su nombre de pila, cuando yo era un joven, muy joven ingeniero, y él un veterano que se escaqueaba en el trabajo tanto como podía. Como a tantas otras personas entonces antes de conocerlo por mis propias sensaciones –que es la forma en que yo antes, incluso ahora, percibía la forma de ser de los seres humanos- lo hice a través de las de mi inolvidable amigo José Luis Vila, alias Vilacha. Como he dicho yo era joven y ellos veteranos de otras guerras que luego me narraron al socaire de una copa de orujo y un café de pota.
A Vila lo conocí cuando él aún mediaba los cuarenta. Estaba convaleciente de un infarto que a punto estuvo de llevárselo por delante. Yo estaba en mi despacho –una oficina de paredes grises, estrecha y oscura, que daba a una galería interior, en la lluviosa Coruña-. Una sombra ocultó la poca luz que entraba por la puerta que daba al pasillo.  Alto y delgado, moreno y de barba cerrada, con un poblado mostacho que le ocultaba el labio inferior. Su mirada limpia y penetrante, franca, honesta. Me contó su historia, en pocas palabras, me dan la invalidez, este trabajo es mi vida… Me la jugué, en contra de la recomendación de los médicos de la empresa. Se sentó en una silla, junto a la mesa de reuniones, allí pasó casi un año y durante ese tiempo nos hicimos amigos inseparables y me enseñó lo que años de escuela no habrían podido, el oficio y los trucos de toda una vida.
José Luis acompañó mi andadura profesional durante seis años. Cuando me equivocaba me lo indicaba, cuando mi carácter explosivo me jugaba una mala pasada, atemperaba mis reacciones. No pocas veces cargó sobre sí mis errores, y no pocas me atribuyó méritos que solo a él le correspondían. Me acompañó en algunos de los momentos más jodidos de mi vida profesional, lo hizo de gratis, por amistad.
Contribuyó a hacer de mí el hombre que soy ahora, para lo bueno, nunca para lo malo.
Pues en una de esas tocó conocer al Capi Sanmiguel –esa es otra historia-, pescador impenitente, de los que a la mínima –trabajaba a turnos- se escapaba tres días al Caurel para volver con la cesta repleta de truchas que iba guardando en el arcón congelador tras lo cual organizaba suculentas cenas en las que participábamos una tropa variopinta alistada a golpe de noches compartidas en la refinería donde trabajábamos. Aparecían por allí Vázquez Ríos –inteligencia sobresaliente-, Juanma Vila –el hermano de Vilacha, intachable como él-, el “generalito” Pedreira –un tipo que apenas levanta uno sesenta y con las ínfulas del mismo Montgomery-, Jaime Pazos –de humanidad ingente y buena persona-, Paco Paniagua –un andaluz de Málaga, casado en Galicia-, Eladio Casal –inimitable y afable-, aparte de Vilacha, el Capi y yo mismo. Con el tiempo se unieron algunos, y desaparecimos otros por azares del destino…
Pero Capi Sanmiguel me sigue llamando, como antes, desde hace veintitrés años ya, esté donde esté –he recibido llamadas suyas en Buenos Aires, Caracas, Londres, Nueva York y Lima, que recuerde, a cualquier hora de Dios- para informarme por si estoy cerca que en el día de autos se celebrará truchada de las suyas o sacrificio de “porco” –de Jaime o Eladio- o si acaso el corzo de algún otro, y que mientras el cuerpo aguante él y Vilacha, allí estarán.
Y que conste, que este fin de semana igual cojo el coche y me planto en Coruña para ventilarme un plato de truchas con jamón salteadas con una pizca de pimentón… Y darles un abrazo… Y quizás me lleve a Pintado para presentarle a aquel que tanto me ayudó y acompañó mis años de ilusión y de paso que entienda el origen de algunos de los personajes que ahora acompañan su andadura novelesca.  

domingo, 28 de octubre de 2012

ESTAMPAS DE ANDALUCIA. UNA BODA EN OSUNA.


Este fin de semana he sido testigo, invitado y participante de una celebración en vías de extinción. Las bodas de oro del Tío Miguel y la Tía Mari.
El viernes tarde recorrí los algo más de quinientos kilómetros que separan Madrid de Osuna atravesando Sierra Morena por la inenarrable comarca de los Pedroches, en medio de la lluvia y la niebla. Llegué a mi destino con los últimos arreboles del ocaso, a esa hora en que el cielo desaparece tragado por la inmensidad del cosmos. Hice honor a la cita obligada en la Taberna Manolito Jicales trasegando una ración de quizás los mejores callos de la Andalucía occidental y un San Jacobo de genuino lomo de cerdo, jamón y queso, de los de toda la vida.
Amaneció el sábado con los cielos cargados de agua y el sol jugando al escondite con enormes cirros que apenas le daban cuartel. Desayuné un mollete con aceite frente al mercado de abastos, llamé a Pintado para contarle lo bueno que estaba el trasunto de carne divina remojado de oro y adornado con el rojo intenso del tomate rayado. Rematé la mañana con un trago al coleto de machaquito seco, ese elixir untuoso y aromático que recubre el aparato gástrico de una pátina a prueba de bombas.
Más tarde, a media mañana, la iglesia de San Agustín , barroco tardío, sobrio y elegante en contra del estilo al que pertenece. El templo estaba abarrotado por la familia y amigos, a partes iguales, que la pareja ha sido prolífica en la coyunta y alumbraron cinco hijos que no se les quedan atrás. Eso unido a que los abuelos -ascendientes de todos ellos- fueron generosos en sus afectos, y a las abundantes relaciones sociales del matrimonio que han hecho numerosos compañeros de existencia, completan la contabilidad que justifica la estrechez de los bancos durante la celebración.
Dejo los detalles a la imaginación del lector, pero hubo de todo: lecturas emotivas y emocionantes, de hijos y nietos, canciones populares al aire de guitarra y sones cuasi flamencos, lágrimas e hipidos, abrazos y suspiros, gargantas apretás y algún corsé que otro al borde de la ruptura. Fin de fiesta en un Ford T recuperado por el primo David –un artista de la mecánica- y finalmente ágape interminable en el que no faltaron las famosas rosquillas de la Tía Nati, sublime creación de masa frita y azúcar apenas aromatizada con anís.
Yo me retiré temprano, pero el personal quedó hasta la madrugada hasta que los cuerpos aguantaron y el segundo barril de cerveza dio la última boqueá.
Por la mañana, al día siguiente, con el cielo límpido por la lluvia y el viento de los días anteriores, Osuna lucía como siempre, la  Colegiata y la antigua Universidad en lo alto del cerro  donde todavía resisten las murallas del asentamiento romano que dio origen a la ciudad. Todo el conjunto dominando la campiña que se extiende a lo lejos, hasta donde se pierde la vista, entre olivos y eras, en las que en verano se extienden los sembrados de cereales dorados por el sol de Andalucía, y en los que ahora con los primeros fríos del otoño se esconden liebres, conejos y perdices, perseguidos por galgos y podencos…
Y de nuevo, a la vuelta, un regalo para la vista, los campos verdes por las primeras aguas del otoño, el cielo límpido, dolorosamente azul, las encinas, entre las que pacen ovejas y cerdo ibérico. Los Pedroches despidiendo Andalucía, el Valle de Alcudia a la puerta de La Mancha. Sublime.

TRAICION. Verónica.

24              TRAICION. Verónica.


Pintado llevaba una hora en la barra y ahora estaba terminando el tercer café. El barman pasaba el paño sobre la superficie bruñida dejando regueros espirales de humedad mientras lo miraba con aire ausente, esperando sin ganas las instrucciones de algunos de los pocos clientes que ocupaban la cafetería cercana a una perpendicular a la calle Orense. Era el típico bar mutante, por la mañana servía desayunos a los oficinistas de los cercanos ministerios y de madrugada dispensaba los gintonics de los hijos. Por la tarde era telón de fondo a la merienda de esposas y madres, cómplice inconsciente de ellas mientras ahogaban las penas de sexo mojando magdalenas en el café. Cuando Ginés se cansó de mirar a la calle, más allá de la cristalera, pidió un periódico al camarero, este le miró como si fuera un marciano y le puso por delante un par de ejemplares atrasados del Mundo y del ABC.
Pintado terminó de ojear la sección de economía harto de crónicas de la crisis, del programa de duros ajustes anunciado por el gobierno y de las declaraciones del Comisario de Economía de la Unión Europea. Grecia seguía erre que erre y Francia y Alemania sacaban pecho por ser tuertos entre países de ciegos. Y para postre habían abierto las barreras a los productos agrícolas del Magreb… Como el día de la marmota.
Supo que era ella tan pronto entró en el local. Vestía un traje de chaqueta sobrio y elegante, ajustado, manejando con sabiduría el juego que da un milímetro de menos. Era morena y tenía la piel bronceada por los rayos UVA del Spa. Se movía con la seguridad de un general entre la tropa, con distinción de reina en un baile de gala. Dejó el bolso de mano en el asiento de al lado y se sentó en una mesa junto a la vidriera, de espaldas a la calle. Si se hubiera permitido fumar en el local habría encendido un cigarrillo y exhalado el humo echando la cabeza hacia atrás, en su lugar se cruzó de piernas y comprobó que la falda quedara justo por encima de la rodilla.
El camarero salió de la barra batiendo el record de salto de altura del barrio y danzó hacia ella como un figurante de revista. Ella le sonrió y en voz ni alta, ni baja, le pidió una coca cola light. Tenía una voz de contralto, un punto aterciopelada. Miró a su alrededor sin ver, con siglos de experiencia. Su sonrisa era como una ametralladora barriendo territorio enemigo. Todos los hombres del local cayeron rendidos a sus pies.
Pintado dejó el periódico sobre la barra y se dirigió hasta ella, midiendo los pasos, no supo por qué le vino a la mente la imagen de Gary Cooper encarando el duelo matinal en Solo ante el Peligro. Sus ojos de gata estaban fijos en los del ex policía, calculando sus intenciones y lo que podría sacar por ello. No tendré piedad contigo forastero, decían.
-¿Eres Verónica? –Preguntó Pintado.
-Por qué quieres saberlo. –Contestó ella.
-Soy amigo de Lola…
-Ya. Entonces sabrás que estoy trabajando.
-Pagaré por tu tiempo.
-Si es así siéntate. Y dime lo qué quieres.
Pintado se presentó y le explicó que estaba buscando a Lola, omitiendo el destino final de la mujer. La cortesana se quedó dudando unos segundos, intentando decidir si creía o no al hombre. Los labios le temblaban ligeramente, y los ojos brillaban húmedos, pretendía mantener el control aunque le estaba costando un extraordinario esfuerzo.
-Así que tú eres el cabrón que la dejó colgada. Le rompiste el corazón. No sé por qué tendría que ayudarte a encontrarla.
-Es importante, créeme… Eres la única amiga que ella tenía. Hace varios días que le perdí la pista. La última vez que la vi estaba con un tipo, uno con pasta que vive precisamente por esta zona.
-¿Cómos sabes que soy su única amiga?
-Ella me lo contó. Nunca nos conocimos antes, pero me habló un par de veces de ti…
El camarero trajo el refresco y un café para Pintado. Se quedó revoloteando por la mesa de al lado haciendo como que limpiaba. Una mirada de Ginés dura como la piedra lo convenció para regresar detrás de la barra.
-Está bien. Te ayudaré, pero no pienses que lo hago por ti. Si por mi fuera te pudrirías en el infierno.
Verónica le relató lo poco que sabía. Hacía unos días Lola la había llamado por teléfono desde una gasolinera. Se oía mucho ruido, la comunicación era muy mala, le contó que le habían destrozado los piños un matón de Nájera y que un fulano al que le había hecho un trabajito le estaba acompañando a una clínica en la que recomponerse cerca de Coruña.
-¿Cerca de Coruña? ¿No tenía sitios en Madrid?
-Ya. A mí también me extrañó, pero se cortó la comunicación. Luego se quedó sin cobertura porque no conseguí contactar de nuevo con ella a pesar de intentarlo un par de veces.
-¿Recuerdas qué día fue esa llamada?
-No… Aunque déjame mirarlo. Mira la lista de llamadas entrantes… Aquí está… Fue hace seis días… -Dijo ella señalando el display luminoso del móvil.
Pintado calculó mentalmente y comprobó que todo encajaba. La llamada de Lola fue hecha la misma mañana que él estaba viajando a Coruña, dos días después del trabajo que hizo para Cienfuegos. Ambos habían transitado la misma ruta, camino del mismo sitio.
-Gracias. Me has servido de mucha ayuda. Toma, por tu tiempo. –Dijo Pintado de pie, dejando un par de billetes de cincuenta euros doblados sobre la mesa.
Ella lo miró con desprecio. Tomó los billetes, los arrugó y se los arrojó a la cara. Pasó junto a él como un torbellino a cámara lenta y abandonó la cafetería sin girar la cabeza. Pintado deseó que se lo tragara la tierra.
Los presentes observaron como el hombre, de barba descuidada y espaldas de estibador, suspiró con aspecto cansado y se perdió tras la puerta caminando con las manos en los bolsillos.
El calor en la calle abofeteó su rostro y le encogió la respiración, como si estuvieran cociéndole en un microondas. Sobre su espalda caía como plomo derretido el sol de Madrid. Miró arriba y abajo sin importarle la dirección. Echó a andar en sentido opuesto al que había tomado Verónica López, por aquel día se había quedado sin arrestos para mirarla de nuevo a la cara.

sábado, 27 de octubre de 2012

TRAICION. La casa de Cienfuegos.

24              TRAICION. La casa de Cienfuegos.

" (…)Se enamoró de mis baladas suburbiales,
igual que se enamoran
las miopes abogadas defensoras
de abyectos criminales(...)

(…)Pero antes del después de los despueses,
haciendo eses,
aprendí a maldecir el deber
y a sentir sin saber
lo que nadie sabía.
Si pequé nunca me arrepentí.
Guardo un maravedí
de carmín todavía(...)”

Después de los Despueses. La Orquesta del Titanic
Sabina&Serrat


Real revisó habitación por habitación con meticulosidad de archivero. Se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano y se desembarazó de la chaquetilla azul de algodón con el llamativo logo de colores chillones que había usado para entrar en el domicilio de Cienfuegos camuflado de operario al servicio de la compañía telefónica. Rebuscó de nuevo en los cajones intentando encontrar algún indicio del paradero del funcionario del CNI, la ropa estaba concienzudamente doblada y clasificada, tenía el típico olor a naftalina. Recorrió el pasillo y entró en el salón, se paró delante de la terraza, abrió la puerta de aluminio, del exterior penetró la flama canicular, el aire parecía caldo, denso y caliente, las plantas de las macetas del exterior estaban mustias, las hojas amarilleaban antes de morir, traspasado el punto de no retorno. Cerró de nuevo la puerta de la terraza y buscó el mando del aire acondicionado. A los pocos minutos la atmósfera sofocante se volvió de nuevo respirable. 
  Cuando llegó hacía apenas media hora, con la excusa de instalar la fibra óptica en el domicilio, el portero de la finca donde vivía el funcionario no le había sabido dar razón de su paradero. El viejo le dijo que al menos llevaba cinco días fuera, lo sabía porque era el tiempo que llevaba sin retirar las bolsas de basura de la puerta, justo –recordó Real- coincidiendo con el registro de la Clínica ZOT. No le puso mucho reparo cuando le pidió permiso para entrar a hacer el trabajo, ni siquiera le extrañó que Real no le pidiera las llaves, pensó que bastaba con hacer una conexión en la caja de distribución del sótano. Lo dejó solo en la portería y el viejo salió a la calle para pasar el rato en conversación con el portero de la finca colindante.
Abrió la caja fuerte de Cienfuegos. No había nada dentro, salvo una caja vacía de munición de 9 mm abandonada en una esquina del cubículo metálico, y polvo acumulado. En la cocina, dentro de la nevera, los yogures estaban caducados desde hacía días y las verduras del cajón inferior parecían desperdicios abandonados a la puerta de un restaurante chino. Debajo del mostrador, en una bolsa de plástico, una barra de pan estaba lo suficientemente endurecida como para ser utilizada como mazo.
Volvió tras sus pasos a la habitación de trabajo que hacía de biblioteca. Recorrió la sala con la vista: un ordenador portátil, una mesa con una pátina de polvo depositado durante días, anaqueles repletos de libros, lomos desvaídos de ediciones en rústica…  Y empezó a retirar los libros de las baldas, revisando uno por uno por si encontraba algo entre sus hojas. Un centenar de libros después la búsqueda dio fruto y una cuartilla manuscrita cayó al suelo desde su escondrijo. Era una anotación con un login de usuario y una contraseña.  Tuvo una corazonada. Rebuscó en los cajones de la mesa en busca de la correspondencia. Estaban vacios. Quizás con un poco de suerte –pensó-. Bajó los escalones de dos en dos y buscó el buzón de Cienfuegos debajo de la escalera. Estaba abarrotado de buzoneo comercial. Abrió la portezuela con una navaja y escarbó dentro con las manos, con premura. Bingo, varios de los sobres tenían el formato de las comunicaciones bancarias. Satisfecho, se los guardó en el bolsillo trasero del pantalón y subió de nuevo hasta el piso para dejar las cosas como las había encontrado.