SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


domingo, 28 de octubre de 2012

ESTAMPAS DE ANDALUCIA. UNA BODA EN OSUNA.


Este fin de semana he sido testigo, invitado y participante de una celebración en vías de extinción. Las bodas de oro del Tío Miguel y la Tía Mari.
El viernes tarde recorrí los algo más de quinientos kilómetros que separan Madrid de Osuna atravesando Sierra Morena por la inenarrable comarca de los Pedroches, en medio de la lluvia y la niebla. Llegué a mi destino con los últimos arreboles del ocaso, a esa hora en que el cielo desaparece tragado por la inmensidad del cosmos. Hice honor a la cita obligada en la Taberna Manolito Jicales trasegando una ración de quizás los mejores callos de la Andalucía occidental y un San Jacobo de genuino lomo de cerdo, jamón y queso, de los de toda la vida.
Amaneció el sábado con los cielos cargados de agua y el sol jugando al escondite con enormes cirros que apenas le daban cuartel. Desayuné un mollete con aceite frente al mercado de abastos, llamé a Pintado para contarle lo bueno que estaba el trasunto de carne divina remojado de oro y adornado con el rojo intenso del tomate rayado. Rematé la mañana con un trago al coleto de machaquito seco, ese elixir untuoso y aromático que recubre el aparato gástrico de una pátina a prueba de bombas.
Más tarde, a media mañana, la iglesia de San Agustín , barroco tardío, sobrio y elegante en contra del estilo al que pertenece. El templo estaba abarrotado por la familia y amigos, a partes iguales, que la pareja ha sido prolífica en la coyunta y alumbraron cinco hijos que no se les quedan atrás. Eso unido a que los abuelos -ascendientes de todos ellos- fueron generosos en sus afectos, y a las abundantes relaciones sociales del matrimonio que han hecho numerosos compañeros de existencia, completan la contabilidad que justifica la estrechez de los bancos durante la celebración.
Dejo los detalles a la imaginación del lector, pero hubo de todo: lecturas emotivas y emocionantes, de hijos y nietos, canciones populares al aire de guitarra y sones cuasi flamencos, lágrimas e hipidos, abrazos y suspiros, gargantas apretás y algún corsé que otro al borde de la ruptura. Fin de fiesta en un Ford T recuperado por el primo David –un artista de la mecánica- y finalmente ágape interminable en el que no faltaron las famosas rosquillas de la Tía Nati, sublime creación de masa frita y azúcar apenas aromatizada con anís.
Yo me retiré temprano, pero el personal quedó hasta la madrugada hasta que los cuerpos aguantaron y el segundo barril de cerveza dio la última boqueá.
Por la mañana, al día siguiente, con el cielo límpido por la lluvia y el viento de los días anteriores, Osuna lucía como siempre, la  Colegiata y la antigua Universidad en lo alto del cerro  donde todavía resisten las murallas del asentamiento romano que dio origen a la ciudad. Todo el conjunto dominando la campiña que se extiende a lo lejos, hasta donde se pierde la vista, entre olivos y eras, en las que en verano se extienden los sembrados de cereales dorados por el sol de Andalucía, y en los que ahora con los primeros fríos del otoño se esconden liebres, conejos y perdices, perseguidos por galgos y podencos…
Y de nuevo, a la vuelta, un regalo para la vista, los campos verdes por las primeras aguas del otoño, el cielo límpido, dolorosamente azul, las encinas, entre las que pacen ovejas y cerdo ibérico. Los Pedroches despidiendo Andalucía, el Valle de Alcudia a la puerta de La Mancha. Sublime.

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