SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


domingo, 21 de octubre de 2012

MI HERMANO ANTONIO. CUMPLEAÑOS “FELIZ” en LINARES.


El sábado le tocó celebrar a mi hermano su cincuenta cumpleaños. A mi hermano menor...
Viajamos a Linares, Tim incluido, para –de tapadillo y por sorpresa- juntarnos en una de esas ceremonias en las que amigos y familiares allegados –familiares, porque todos los amigos íntimos lo son- agasajan al homenajeado a golpe de sorpresa morrocotuda en la esquina del restaurante de turno.
El local elegido era un viejo edificio de piedra y mortero de hace trescientos años, de los pocos que aún quedan en el pueblo, y que ha sido reconvertido en restaurante resultón. Paredes encaladas y techo de vigas de madera vieja a la vista. Mesas para la familia, para los amigos y otra, la más apartada, para los más jóvenes –una mezcla de preadolescentes, adolescentes y universitarios en ejercicio-.
Mi hermano llegó de acuerdo al guion, a la hora en punto y con cara de sorpresa. Mi primo también, cinco minutos tarde y cara de circunstancias, como de “yo no he tenido nada que ver, ha sido mi esposa, como siempre…”. Cantamos el cumpleaños feliz –versión Parchís, adaptada- y brindamos con un vaso de cerveza en la mano –el vino quedó para más adelante-. Yo, como siempre, había discutido con anterioridad sobre la intensidad lumínica de la sala –insuficiente en mi opinión, y más que suficiente en opinión del dueño del local, un calvito con la misma pinta que Iniesta, pero sin su genialidad, ni en los pies, ni en las manos a la vista del resultado del condumio-.
Esta vez intenté no convertirme en la estrella del fasto. Tengo una cierta tendencia a ser –contra mi voluntad- el fiambre en el velatorio y el novio-cónyuge en la encerrona. Me mantuve sobrio toda la velada y mantuve la conversación neutra sobre el asunto político –nada fácil hoy en día-. Todo salió bien. Mi hermano recibió sus regalos, echó unas lagrimitas de legítima emoción y dijo algunas “tonterías” del tipo de qué bien que hemos llegado hasta aquí…
Descrito el ambiente –y, ahora en serio, apostillando que estuvo solemne y entrañable- toca plasmar el merecido homenaje a mi hermano.
Este tiene el aplomo vital de John Wayne en El Hombre Tranquilo. Antonio es un tío de pelo en pecho -en el sentido figurado porque en el antropomórfico mantiene la tendencia familiar al torso lampiño- al que admiro y respeto como a nadie. Nuestra historia de amistad no ha sido fácil. De entrada fuimos rivales -reñíamos como gatos de farra nocturna-, luego compañeros de piso durante los años universitarios en Sevilla –allí aprendimos a tolerarnos a ratos y trabamos amistad-, con el pasar de los años alejamos el contacto y él frecuentó diferentes ambientes y amistades, aunque siempre estuvimos ahí. Él me ayudó cuando lo necesité, sin pedirlo y como si la cosa no tuviera mayor importancia –que la tenía-. No compartimos las mismas ideas, pero tampoco nos alejan demasiado los planteamientos vitales. Simplemente ve la vida de otra forma, desde otra perspectiva.
Mi hermano Antonio es una persona equilibrada, tierno y tenaz, trabajador y sensible, cumplidor y responsable, respetuoso y luchador.  La vida no le ha salido rodada, pero se ha sobrepuesto y vencido a los inconvenientes que le ha puesto por delante el día a día.
Por todo ello le envío mis respetos y constancia de sincero cariño…
Felicidades Antonio. Y que cumplas muchos más.
PS: A la finalización del evento salimos al frío vespertino. Linares estaba vacío, las calles abandonadas y húmedas por la lluvia caida, las aceras huérfanas de gente. La intensidad de las luces de escaparates y farolas apenas si permitía reconocer el rostro de los escasos viandantes que nos cruzábamos… La poca gente que vi llevaba en su cara la marca de una extraña enfermedad, esa que nos asola cuando la felicidad abandona… Me dio pena ver a mi ciudad natal herida de muerte por la crisis que la asola, como a muchas otras ciudades y pueblos de esta España sangrante… Y lo peor es que sentí en mi boca el sabor amargo de cada cincuenta años que se han cumplido… En el otro plato de la balanza la risa y los ojos llenos de vida de mi hija y de mis sobrinas...

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