SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


sábado, 27 de octubre de 2012

TRAICION. La casa de Cienfuegos.

24              TRAICION. La casa de Cienfuegos.

" (…)Se enamoró de mis baladas suburbiales,
igual que se enamoran
las miopes abogadas defensoras
de abyectos criminales(...)

(…)Pero antes del después de los despueses,
haciendo eses,
aprendí a maldecir el deber
y a sentir sin saber
lo que nadie sabía.
Si pequé nunca me arrepentí.
Guardo un maravedí
de carmín todavía(...)”

Después de los Despueses. La Orquesta del Titanic
Sabina&Serrat


Real revisó habitación por habitación con meticulosidad de archivero. Se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano y se desembarazó de la chaquetilla azul de algodón con el llamativo logo de colores chillones que había usado para entrar en el domicilio de Cienfuegos camuflado de operario al servicio de la compañía telefónica. Rebuscó de nuevo en los cajones intentando encontrar algún indicio del paradero del funcionario del CNI, la ropa estaba concienzudamente doblada y clasificada, tenía el típico olor a naftalina. Recorrió el pasillo y entró en el salón, se paró delante de la terraza, abrió la puerta de aluminio, del exterior penetró la flama canicular, el aire parecía caldo, denso y caliente, las plantas de las macetas del exterior estaban mustias, las hojas amarilleaban antes de morir, traspasado el punto de no retorno. Cerró de nuevo la puerta de la terraza y buscó el mando del aire acondicionado. A los pocos minutos la atmósfera sofocante se volvió de nuevo respirable. 
  Cuando llegó hacía apenas media hora, con la excusa de instalar la fibra óptica en el domicilio, el portero de la finca donde vivía el funcionario no le había sabido dar razón de su paradero. El viejo le dijo que al menos llevaba cinco días fuera, lo sabía porque era el tiempo que llevaba sin retirar las bolsas de basura de la puerta, justo –recordó Real- coincidiendo con el registro de la Clínica ZOT. No le puso mucho reparo cuando le pidió permiso para entrar a hacer el trabajo, ni siquiera le extrañó que Real no le pidiera las llaves, pensó que bastaba con hacer una conexión en la caja de distribución del sótano. Lo dejó solo en la portería y el viejo salió a la calle para pasar el rato en conversación con el portero de la finca colindante.
Abrió la caja fuerte de Cienfuegos. No había nada dentro, salvo una caja vacía de munición de 9 mm abandonada en una esquina del cubículo metálico, y polvo acumulado. En la cocina, dentro de la nevera, los yogures estaban caducados desde hacía días y las verduras del cajón inferior parecían desperdicios abandonados a la puerta de un restaurante chino. Debajo del mostrador, en una bolsa de plástico, una barra de pan estaba lo suficientemente endurecida como para ser utilizada como mazo.
Volvió tras sus pasos a la habitación de trabajo que hacía de biblioteca. Recorrió la sala con la vista: un ordenador portátil, una mesa con una pátina de polvo depositado durante días, anaqueles repletos de libros, lomos desvaídos de ediciones en rústica…  Y empezó a retirar los libros de las baldas, revisando uno por uno por si encontraba algo entre sus hojas. Un centenar de libros después la búsqueda dio fruto y una cuartilla manuscrita cayó al suelo desde su escondrijo. Era una anotación con un login de usuario y una contraseña.  Tuvo una corazonada. Rebuscó en los cajones de la mesa en busca de la correspondencia. Estaban vacios. Quizás con un poco de suerte –pensó-. Bajó los escalones de dos en dos y buscó el buzón de Cienfuegos debajo de la escalera. Estaba abarrotado de buzoneo comercial. Abrió la portezuela con una navaja y escarbó dentro con las manos, con premura. Bingo, varios de los sobres tenían el formato de las comunicaciones bancarias. Satisfecho, se los guardó en el bolsillo trasero del pantalón y subió de nuevo hasta el piso para dejar las cosas como las había encontrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario