SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


viernes, 5 de octubre de 2012

EL AUTO DEL JUEZ PEDRAZ…


Pintado ayer noche estaba cabreado, mucho, de las veces que más cabreado lo he visto, salvando lo de la semana pasada del ínclito Mas.
Si estaba cabreado que esta vez era yo quien miraba a la cuarentona de al lado, vaquero ajustado y blusa palabra de honor si me da el teléfono la llamo –no me miró y tuve que girarme en el taburete para encarar la jeta de mi amigo-. Él no miraba para ella –les juro que era guapa y atractiva, de las que le vuelven loco, pero ni caso-, no paraba de rezongar por lo bajinis que si el auto del Pedraz “pa arriba”, que si el auto del Pedraz “pa abajo”. Le pedí que me lo explicara. Lo intentó.
Me dijo que no era que el juez se haya comprado un coche nuevo -ya decía yo que por eso no se podía armar tanto revuelo-. Yo insistí –una vez aclarada mi incultura coyuntural-, me lo detalló en Román paladino: “El pijo –y sucedáneo de Garzón- ha exculpado a la panda de indocumentados que nos anda incendiando el solar de la convivencia”.
Pintado, a veces, es críptico e ininteligible, si lo sabré yo que me toca aguantarlo de día y, a veces, de noche. Pero esta vez le he entendido. El del flequillo –ya no existen jueces de la horca- anda tirando piedras al sol y ha vuelto a hacer una de las suyas en el ejercicio de sus funciones.
Y Pintado insistió que para él lo de menos es que en el texto del auto descalifique a la clase política a la que dedica el curioso término de decadente –a fin de cuentas en eso no va tan mal encaminado, porque un poco de decadencia digo yo que sí que existe-, lo jodido era que anda perdonando “la vida” a aquellos que el 25S, sin ningún asomo de duda- intentaron asaltar el Congreso y de paso pegarle fuego a medio Madrid… Y a eso no hay derecho.
Cuando terminó la explicación alzó la cabeza olisqueando el aire, sus ojos brillaron durante un segundo, apenas un destello perdido en la penumbra del pub, y continuaron su recorrido saltándome como si fuera invisible, su mirada quedó fija en algún lugar tras de mí. Al poco su sonrisa se abrió como una flor y se levantó. De pie pidió otro güisqui y me dejó solo mientras se sentaba junto a la cuarentona que lo recibió como si lo hubiera estado esperando toda la noche…

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