SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


domingo, 7 de octubre de 2012

NIÑOS DE LA CALLE. Agua.

23              NIÑOS DE LA CALLE. Agua.


La botella de whisky estaba a punto de dar el último suspiro, el cenicero repleto de colillas, Real aplastó la décima de la serie después de encadenar con ella el undécimo cigarrillo. El puto grillo de la noche pasada seguía cantando rancheras en el jardín después de expulsar a la lechuza que lo había dejado por imposible. Los ojos de Real parecían inyectados en sangre después de que contara de nuevo a Pintado lo que había averiguado.
-Aquello no es una clínica de reposo. He visto muchas cosas, pero nada como esto. No volvería a pasar por eso otra vez si puedo evitarlo, es diabólico. Tenías que haber respirado ese ambiente… ¡Coño Ginés, abrió los ojos! Respiraba y la máquina marcaba los latidos del corazón. ¡Aquel chico estaba vivo, cosido como botillo, vivo…! Me pregunto por qué todos los fiambres de la morgue eran jóvenes latinoamericanos. ¡Joder!, parecían niños de la calle. De los que te puedes encontrar en cualquiera de las grandes ciudades del continente. No son muy diferentes de los que he visto en Buenos Aires, en Rio o en Lima… Tenían esa mirada… Incluso con los ojos cerrados tenían esa mirada…
Pintado se quedó meditando las palabras de su compañero. Y una idea se abrió paso en su cabeza…
-Quizás Paco esa sea la explicación. Quizás después de todo Elena Carrión no reclutaba chicos de la calle sólo para prostituirlos, quizás querían algo más de ellos…

Decidieron redactar un informe y entregarlo a Bermúdez. Aunque sopesaron la opción de esperar e intentar obtener más datos, el recuerdo de los cadáveres en la morgue de la clínica les inclinó a actuar sin más dilación. No sabían qué estaba pasando realmente, ni mucho menos los porqués, habían atisbado en un flash algo que podían imaginar execrable y tenían la obligación de parar aquella locura lo antes posible. Podían, eran, muchas, demasiadas, las vidas que había en juego. No obstante eran conscientes de que antes de que la justicia pudiera intervenir pasarían muchas horas antes de obtener los permisos necesarios y mover la maquinaria legal.
Y lo que ocurrió después fue muy complejo de organizar. El procedimiento a todas luces irregular. A pesar de la oposición de la Audiencia Nacional que no quería actuar con pruebas tan limitadas y sin preparar mínimamente la intervención, Talavera habló con Satrústegui y eso permitió instruir de emergencia bajo los indicios de una confidencia a la policía sevillana, esa fue la cobertura legal del proceso. El auto de instrucción llegó al día siguiente y el juez encargado se personó en la Clínica ZOT.
El registro se hizo con la intervención de un numeroso equipo formado por agentes de la Brigada Judicial reforzados por un operativo de la Guardia Civil compuesto por varios números del cuartel de Rascafría y miembros de la Unidad Central Especial de Inmigración venidos desde Madrid. Todo ello montado en un tiempo record gracias al apoyo de la Fiscalía General a la operación. Real los acompañaba por deferencia del Comisario Jefe de la Brigada en Madrid. Pintado quedó esperando, oculto, obligado por las circunstancias.
No encontraron nada.
Efectivamente la distribución del complejo obedecía al esquema que había dibujado el confidente. Existía una sala con cámaras frigoríficas en las que encontraron cuerpos de animales que se utilizaban para experimentación y para la obtención de células embrionarias con las que fabricaban una crema que aplicaban a los pacientes de la clínica. Existían los quirófanos, pero eran utilizados para operaciones de cirugía estética. La sofisticada maquinaria médica era un conjunto de equipos de cirugía laser y ultrasonidos al servicio de la estética.
Las plantas asistenciales del edificio tenían una ocupación limitada ya que la práctica totalidad de las intervenciones tenían carácter ambulatorio. De entrada a nadie le extrañó la sofisticación de los medios y equipamientos. Sin duda se trataba de una clínica que proporcionaba servicios caros a clientes muy exclusivos. A nadie pareció tampoco extrañar que los pocos pacientes que ocuparan las habitaciones fueran chicas que parecían salidas de los clubes y prostíbulos esturreados a lo largo de las carreteras españolas. Pareciera que el establecimiento se hubiera especializado en siliconar anatomías para el disfrute del personal.
Fueron atendidos por una cordial relaciones públicas que les guió y condujo por cada uno de los recovecos del edificio.
La lista de clientes quedaba protegida por el secreto profesional hasta que el juzgado cursara la orden correspondiente.
El juez salió tan airado del recinto que dejó a Real en tierra acompañado del comisario madrileño. En paralelo se habían practicado los mismos registros en los centros de Sevilla y Coruña con idéntico resultado. Bermúdez en Sevilla asistió a las diligencias con cinco palmos de narices, como su colega de Madrid.
Las conclusiones del juzgado fueron contundentes: No existían indicios suficientes de delito, aunque se pudieran apreciar faltas administrativas relativas a la actividad de la clínica. La legislación española no era lo suficientemente precisa al respecto como para aplicar otra cosa que no fuera una sanción económica. La Dirección de la empresa se reservó la posibilidad de emprender acciones legales contra el Estado por las molestias sufridas. Y Ahí quedó la cosa.

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