SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


miércoles, 30 de mayo de 2012

ESPAÑA: LA GALERA QUE NOS UNE

Decía ayer Monti, el Primer Ministro Italiano, a tenor de los últimos escándalos en el futbol de su país -el fraude entre los tramposos transalpinos es un clásico, una forma de vida- que no sería mala idea suspender las competiciones durante dos o tres años, hasta enderezar la cosa.

Y me he puesto  a pensar -joder lo que duele el tema-, y digo yo, mayormente por ser imaginativo, como los italianos, para que no se diga que los españoles somos menos… ¿Y si suspendemos el Estado de las Autonomías durante un periodo similar? Hasta que la situación se normalice: se controle el déficit público, se reduzca la deuda externa, las empresas recuperen su valor, los trabajadores recuperen sus empleos… hasta que este carajal se arregle y escampe el chaparrón.

Bastaría con dejar a un lado los egoísmos partidistas y locales, recuperar la fe en nosotros mismos, en el valor del esfuerzo y la constancia del trabajo, en remar todos en la misma dirección: Madrileños, Catalanes, Andaluces, Cántabros, Vascos, Asturianos, Gallegos, Riojanos, Navarros, Murcianos, Baleares, Canarios, Valencianos, Extremeños, Manchegos y Castellanos, Melillenses y Ceutís y si se empeñan por qué no hasta los Gibraltareños -de acento gaditano y look frikinglés-. (Espero no haberme dejado a ninguno, lo sentiría de corazón, más que nada por equilibrar esfuerzos)

Y me ha venido a la mente la imagen de una Galera de bancos corridos y remos pesados llamada España…

Igual si España gana la Eurocopa nos convencemos…

Y para no dejar mal sabor de boca Juan Luis Guerra (Se imaginan dos remeros/remeras en el banco...)


LANTANA



Me resisto a escribir hoy algo que tenga que ver con la inacabable tormenta que navegamos. Por eso vuelvo, una vez más, mi vista al Cine. Todo lo demás son historias…

Semanas atrás mencioné Lantana con ocasión del bolero de Celia Cruz “Te busco”

Leon Zat, el personaje al que da vida en la película Anthony LaPaglia, me sirvió para entender, aunque quizás sea mejor decir tolerar, el laberinto en que se mueve continuamente perdido Pintado, esa senda que este bordea continuamente amenazando con caer en la locura una novela de estas.

Estrenada en 2001, es una película imprescindible. Una trama lineal, la búsqueda de una mujer desaparecida, da pie a varias historias entrelazadas en las que los personajes no dejan de entrar y salir, como en una estación de metro en hora punta, buscándose sin saberlo, encontrándose sin quererlo, rehuyéndose sin conseguirlo.

Una alegoría de las relaciones en estado puro: amor, envidia, desencanto, desengaño, infidelidad… Un retrato de la condición humana lleno de ternura y pasión. La búsqueda de la senda abandonada. Una mirada crítica a lo que hacen las personas cuando intentan reencontrarse con los deseos perdidos y los sueños rotos. Por definirla en pocas palabras más… Una película espejo.

El final, con la canción de Celia Cruz de fondo, deja entrever la redención de algunos personajes y la condena de otros… A elegir cada cual.  


PS: Lantana es el nombre de un arbusto que en España se llama banderita española y en Venezuela cariaquito.

martes, 29 de mayo de 2012

SOLITARIOS Y PERDEDORES

El Crack (ambas las dos) ha sido la que ha ganado el debate interno de esta madrugada. Pugnaba contra El Último Mohicano. El Piojo ha resultado vencedor.



Las dos películas de José Luis Garci ocupan un lugar de honor entre aquellas que guardo en la memoria como joyas del Cine Negro.



A pesar de que el ritmo está quizás un poco “lastrado” por la personal visión que tiene el director madrileño de España, a la que retrata en los azarosos primeros ochenta, por la obligada presencia de María Casanova –un pestiño de cuidado-, el guión –repleto de frases célebres y guiños al cine de los cincuenta-, la fotografía –las estampas de Madrid son muy interesantes, a ratos puedes oler el humo acre que envuelve la ciudad al amanecer, o sentir el frío en las calles por Navidad-, los secundarios de lujo –José Bódalo (El Abuelo), Manuel Tejada, Arturo Fernández, Miguel Rellán (El Moro), hacen de ambas películas dos joyas del Género.

Pero sobre todo la magistral interpretación de Alfredo Landa. Su Germán Areta (El Piojo) es y será el arquetipo de Perdedor Solitario, el héroe decepcionado y sin esperanza que pelea contra todo y contra todos mientras intenta encontrar un hueco. Areta tiene tics de Tony Romano -aunque ni pega, ni bebe, ni liga como este-, frases dignas de Bevilacqua, la mala leche del inspector Méndez y el desapego de Carvalho. Por ponerlo en comparación con cuatro de sus colegas hispanos.

Pintado bebe directamente de Areta, aunque ha salido mejor parado en el físico y transmuta la angustia metafísica del Piojo en esa mala suerte que le persigue con las mujeres… Aunque indudablemente tiene mejor gusto.

Para no perderse las primeras escenas de ambas películas, en la primera el atraco al bar -la voz de José María García de fondo, todo un documento de la época-, en la segunda los chorizos dentro del coche de Areta -repite secundario respecto de la primera, la misma sonrisa imbécil-. 

     

“Mi trabajo es como otro cualquiera: duermo poco, ando mucho, y lo que veo no me gusta…” "Ya sé que tengo cara de idiota, pero me jode la gente que se fía de las apariencias""Mire, este mundo huele muy mal y hace mucho tiempo que está lloviendo mierda. En mi oficio es donde más se nota y si quiere que le diga la verdad, el olor me trae ya sin cuidado." Germán Areta.

lunes, 28 de mayo de 2012

SI... RUDYARD KIPLING

Pensando en qué ocurre por la influencia de las Alas de la Mariposa me ha venido a la mente, quizás como el mejor medio de exorcizar los diablos que nos acechan. Un canto al valor... Quizás el más repetido de toda la literatura universal.

He preferido incluir la versión original en inglés. Cualquier traducción es interesada y por tanto tendenciosa...

IF

If you can keep your head when all about you
are loosing theirs and blaming it on you;
If you can trust yourself when all men doubt you,
but make allowance of their doubting too;

If you can wait and not be tired by waiting,
or being lied about, don't deal in lies,
or being hated, don't give way to hating,
and yet don't look too good, nor talk too wise.

If you can dream - and not make dreams your master;
If you can think - and not make thoughts your aim;
If you can meet with Triumph and Disaster
and treat those two impostors just the same;

If you can bear to hear the truth you've spoken
twisted by knives to make a trap for fools,
or watch the things you gave your life to, broken,
and stop and buid them up with worn-out tools.

If you can make a heap of all your winnings
and risk it on one turn of pitch-and-toss
and lose, and start again at your beginnings
and never breathe a word about your loss;

If you can force your nerve and sinew
to serve your turn long after they're gone,
and so hold on when there is nothing in you
except the Will which says to them: "Hold on!"

If you can talk with crowds and keep your virtue,
or walk with kings - nor lose the common touch,
if neither foes nor loving friends can hurt you,
if all men count with you, but none too much;

If you can fill the unforgiving minute
with sixty seconds worth of a distance run,
yours is the Earth and everything that's in it,
and - which is more - you'll be a Man, my son.

domingo, 27 de mayo de 2012

ANOCHECER FRENTE AL MONTE ABANTOS


El viernes mi amigo Rubén me invitó a cenar en El Escorial.
Su casa, un venerable edificio de granito, escenario de algunos capítulos de la novela, parecía emerger de entre los madroños y los castaños de indias. En la terraza, iluminada por unos hachones de parafina, se podía disfrutar del fresco de una tarde de Mayo en Madrid, y al fondo el sol poniéndose tras el monte Abantos, que ha recuperado el verdor que perdió tras el incendio forestal de hace unos años.
Luego un paseo a pie por la localidad. Ni un alma en las calles empedradas, sólo de vez en cuando algún grupo de jóvenes camino de la calle Floridablanca y un hortera que hacía sonar en el estéreo de su coche tuneado, a todo volumen, un estrepitoso tema que ni conozco, ni quiero conocer.
Salvo por eso la soledad era mi única compañera mientras el aire fragante, por las rosas y el azahar, me tonificaba trayéndome recuerdos de muchos años atrás, mientras pasaba algunas semanas allí, en un curso de Euroforum.
De aquella época recuerdo el frío de la habitación monacal, una canción -vete tú a saber por qué- que Víctor Manuel cantaba a Ana Belén, el Quijote que aproveché para leer por la noche y la ilusión que por entonces todo tocaba, como un halo de luz.

viernes, 25 de mayo de 2012

SOLO ANTE EL PELIGRO


Una sobre el valor y la soledad. Un Valiente y los demás cobardes...

Esta tarde he vuelto a disfrutar de “Solo ante el Peligro” (High Noon o A la Hora Señalada). Visualmente sigue siendo una película impactante, aún cuando para el gusto actual pueda parecer primitiva. Es una obra imprescindible para entender como imágenes simples componen un conjunto complejo y poderoso.
A destacar la perfecta planificación de cada secuencia. Fred Zinnemann hace uso de su pericia como director documentalista al tiempo que arremete contra el “establishment” de Hollywood y de la propia sociedad americana. Cada uno de los cortos discursos en la iglesia son críticas al comportamiento de los políticos de su época... Todos te apreciamos pero mejor nos iría si te fueras.
El rechazo de sus otros conciudadanos en el bar, o el gesto de venganza de la antigua amante hacen rechinar los dientes de rabia.
Guiños: la preparación del ataúd mientras le curan las heridas en la barbería, la huida del juez por piernas mientras guarda la bandera y la balanza de la justicia en las alforjas...
Gary Cooper no estaba en su mejor momento físico, se aprecia en sus gestos envarados y rígidos. Sin embargo su mirada traslada como ninguna otra la angustia del miedo y la soledad, pero sobre todo la de la decepción, elemento central de la obra.
La música acompaña la fotografía en blanco y negro. Los secundarios aportan credibilidad, en especial Katy Jurado y Lloyd Bridges.
A pesar de todo obtuvo siete nominaciones y cuatro Oscars en 1952.

LA MUERTE AL OTRO LADO

12              LA MUERTE AL OTRO LADO

“(…)Me miro desde lejos como dicen
que se miran los que han estado muertos:
un fulgor en el vaso
me resume lo helado de los años.
Vértigo de un rodaje discontinuo,
fotogramas vacíos que huyen.”

La Muerte Al Otro Lado De La Cámara
Aurora Luque


... Un ruido a su derecha, de improviso, atrajo la atención de Xian. Una res seguida de un becerro pasaban por delante de la línea iluminada por los faros. Pintado entendió que había llegado su oportunidad y siguiendo su instinto le lanzó a los ojos el puñado de tierra que había cogido previamente abalanzándose contra el costado del sicario, al tiempo que hacía presa en el brazo para desviar la intención del revolver. Xian se giró sin tiempo para eludir la embestida, ambos rodaron por el suelo forcejeando, pugnando por obtener el control del arma. Un disparo al aire. El estampido sonó como un petardo en la noche. Vacío y hueco. La vaca mugió y el becerro se apartó del revuelo asustado. Pintado -menos corpulento que Xian- sintió que perdía contacto con el terreno, así que impulsándose, agarrado al tronco de su oponente, impactó la rodilla de este con la planta del pie derecho. El sicario trastabilló hacia atrás un par de metros resentido por el golpe. El español cargó contra él y le golpeó en la nuez con el canto de la mano. El colombiano se dobló sobre si mismo y cayó de rodillas con la tráquea rota agarrándose el cuello con ambas manos, boqueando en busca de aire. La muerte le llegó entre estertores y gorgoteos, con plena consciencia de su venida, avisando a cada latido, una agonía con tarjeta de visita que no pudo rechazar…

Pintado había llegado hasta la ruta principal con ayuda del GPS que equipaba el todoterreno, y entonces había utilizado el teléfono que le había proporcionado Juan Miranda. Marcó el número de la tal Wanda. La conversación fue muy dura: tensa al principio hasta que se estableció entre ellos la confianza necesaria para dar credibilidad a la conversación; emotiva luego cuando describió la muerte del ministro y explicó su huida y desenlace. Ella le indicó el sitio al que tenía que dirigirse y donde alguien saldría a su encuentro para llevarlo a un lugar seguro.
Cuando lo encontraron, navegó el laberinto de carreteras de tierra siguiendo una camioneta conducida por una especie de gigante de cabello rubio y piel muy blanca. De noche habría sido imposible hacerlo sin ayuda. Se adentraron unos 80 kilómetros al sureste de Santa Cruz, en pleno corazón de la comunidad menonita de la zona. Atravesaron el río Guapay por un viejo puente metálico y pararon al otro lado. Pintado se sentía mal, mareado, y necesitaba orinar. El silencio de la noche solo era roto por el ruido de la brisa atravesando la estructura metálica y por el fragor del agua discurriendo río abajo. Pintado se dobló sobre sí y se sintió flotar, reconfortado de momento. A su lado el gigante esperaba simplemente como si fuera una parte del paisaje. El español se fijó en él por primera vez, antes se había limitado a seguirle, no hubo tiempo para nada más. Mediría dos metros, quizás más, e iba vestido como los granjeros Amish: Un mono azul con peto y sombrero de paja de ala ancha. Durante el rato que estuvieron allí parados hasta que el español se recuperó, este se dio cuenta de que su guía era un hombre de pocas palabras, en realidad de ninguna.
Media hora después habían llegado hasta una granja situada en mitad de ninguna parte. Los recibió un hombre mayor de pelo completamente blanco y ojos de un azul intenso. Iba vestido como el gigante que lo había ido a buscar, ajeno a modas y con uniformidad absoluta. Le acompañaron hasta un edificio que hacía de granero a la luz de una vieja lámpara de keroseno y le señalaron un jergón entre la paja junto al que había un montón de ropa y unas mantas. A su lado había una palangana con agua y jabón. El único que le habló fue el viejo, con las palabras justas le indicó que podía lavarse y cambiarse de ropa y descansar allí hasta mañana.
Le despertó el canto del gallo al amanecer. Se desperezó lentamente mientras el sol derramaba su luz sobre los campos sembrados de maíz. Una pradera donde la vista se perdía sin referencia más allá de la granja en la que se encontraba. A lo lejos vio un tractor arando un campo vecino. El cielo límpido, de un azul puro e intenso, surcado por un par de rapaces que hacía la primera incursión del día, parecía un mar infinito que le hizo preguntarse por la posición que ocupaba en la esfera celeste. Sus tripas le recordaron que llevaba casi un día en ayunas, su cabeza dolorida que le habían arreado de lo lindo. Y entonces le vino a la memoria que debía ocuparse de Xian que ahora ocupaba la trasera del Toyota, al lado de su equipaje. Un sonido atrajo la vista hacia el camino. Vio acercarse a alguien en su dirección, la mujer morena que se había sentado a su lado en Santa Cruz.
Vestía como la primera vez que se vieron: jeans y camiseta blanca de algodón, sólo que ahora había sustituido los zapatos de tacón por unas deportivas. Apenas tardó unos segundos en estar a su lado. Lo saludó con cortesía y distancia y Pintado se dio cuenta de que había estado llorando, su rostro estaba velado por la tristeza y sus ojos hinchados. Lo invitó a seguirla y el español la acompañó en silencio hasta el edificio principal de la granja: una casa de madera de dos plantas pintada de blanco con los ventanales y puertas remarcados en azul. Sentado en el porche esperaba el hombretón que le había servido de guía la noche anterior. Cuando pasaron por su lado ella le acarició la cara y él agachó la cabeza como habría hecho un perro fiel.

...Una hora después Pintado había regresado hasta la granja y se duchaba al aire libre. El agua fría que salía de la enorme alcachofa metálica recorrió su cuerpo limpiando y refrescándolo, arrastrando con ella la suciedad acumulada. Tenía la sensación que deben de tener las serpientes durante la muda de la piel. Se giró para que el agua le recorriera la espalda y la vio… Ella lo miraba en silencio contemplando el cuerpo masculino, al cruzarse las miradas Wanda bajó la suya y se retiró lentamente andando con los brazos cruzados sobre el pecho. En esos instantes fugaces Pintado observó sólo las lágrimas que arrasaban el rostro femenino.   
Esa tarde la fisonomía de Pintado se había transformado. Wanda le había cortado el cabello casi al cero, pero había respetado la barba de un par de días que oscurecía la cara del español. El día al sol del trópico había hecho que su rostro enrojeciera lo suficiente para parecer un marisco tostándose a la plancha. Un par de días más y sería otro. Vestido con el mono azul parecía uno más de la comunidad, salvo por su inconfundible aspecto mediterráneo.
Sentados en el porche de la granja esperaron la llegada del Teniente Coronel Mendoza al que, como a Pintado ayer, había ido a recoger Peter en la camioneta. No había sido fácil convencer al militar boliviano de acudir allí. Pero la llamada de Wanda acabó por demostrarle que todos estaban en el mismo barco, en uno que zozobraba por momentos en la tempestuosa situación provocada tras el asesinato de Miranda. El boliviano era digno hijo de su patria. Tenía todo el aspecto de un colla nacido en La Paz. Estatura media y fuerte musculatura, piel cobriza y rasgos indígenas. Y una mirada penetrante y franca que apuntaba la inteligencia de su propietario. Estrechó la mano de Pintado con la fuerza de unas tenazas de herrero y aceptó la invitación de Wanda para sentarse entre ellos. El español repitió la misma historia de la mañana.
-Señor Pintado, estamos metido en un buen lío. Lo busca la policía de media América y las televisiones están mostrado su foto de continuo. De momento me he mantenido al margen, pero es cuestión de tiempo que involucren a mi departamento en la investigación. Tenemos pocos días si queremos atrapar a Sanmartín y a los suyos. Nadie creerá que usted no ha intervenido, todas las pruebas apuntan a ello. Si Miranda no se hubiera puesto en contacto conmigo yo tampoco daría mucho crédito a la historia. Además dudo que quieran atraparlo vivo. Las órdenes son tirar a matar en cuanto lo vean.
-Lo entiendo Mendoza. Es preferible dejar que las cosas sigan su curso y aprovecharnos de la sorpresa. Esta partida ha empezado sacrificando la reina, pero no por ello está perdida… -Dijo Pintado pasándose la mano por el cuero cabelludo.
-No sé mucho de ajedrez, pero no se me ocurre como podría ir peor. –Interrumpió el militar mientras aceptaba una limonada que les trajo la dueña de la granja...


Charagua era la población más cercana a la granja y donde la comunidad esparcida por los alrededores hacían las compras de primera necesidad cuando no viajaban hasta Santa Cruz. Apenas la conformaban un centenar de casas, una escuela pública, la tienda de avituallamiento y la iglesia: una antigua misión jesuita reconstruida por los habitantes del lugar diez años atrás.
Por las calles de tierra circulaban apenas un par de carros tirados por viejos caballos de labor y junto a la tienda bazar había aparcados dos furgones cuatro por cuatro que recogían la carga de vituallas que serían repartidas entre los miembros de la comunidad. Para los menonitas era importante limitar el contacto con la sociedad. Por eso vivían en zonas tan apartadas y alejadas del ajetreo del mundo, incluso en aquella región remota de Bolivia. Frente a la tienda, sentadas en unas gradas de madera esperaban conversando entre ellas varias mujeres de la colonia cercana. Todas vestidas de la misma manera, como la propietaria de la granja, faldas largas y medias gruesas, pañoletas en la cabeza y sombreros de paja con una franja morada, la única concesión al color entre los suyos y la forma de distinguirse entre las diferentes familias de la comunidad.
Había pasado algo menos de una semana desde la muerte de Miranda. Hoy era domingo, el día convenido con Mendoza para recibir la documentación falsa que llevaría Pintado para salir del país y moverse hasta su próximo destino la población de Pucallpa en la amazonía peruana. La radio de la granja había servido para fijar la cita.
Después del primer encuentro con Pintado, Mendoza había removido Roma con Santiago hasta encontrar la pista del segundo francotirador. Una cámara de seguridad del hotel instalada la tarde antes había grabado el paso de Stewart a través del pasillo de servicio. Por eso el mercenario no había reparado en ella, la decisión había sido tomada por un técnico con cierta dosis de autonomía y quedado fuera del escrutinio de sus jefes. Uno de esos pequeños detalles accidentales de la vida. El boliviano había conseguido una copia de la grabación por medio de un amigo en el comando departamental que no hizo demasiadas preguntas. Su rango le permitió acceder a los recursos del departamento de la policía técnica científica en La Paz. El trabajo había servido para identificar a Stewart. Una vez tuvo el rostro del hombre fantasma, la suerte siguió siendo su aliada y le pudo seguir la pista hasta la agencia donde había alquilado el todoterreno. El vehículo había sido devuelto en el aeródromo de Chimoré. El militar le explicó que esa era una zona cocalera en la que las fuerzas policiales tenían mínimas posibilidades de control. Ese día habían salido varios vuelos privados. Sólo uno llevaba un pasajero que respondía a la descripción del Gringo, y acababa en Pucallpa –Perú-.
Los dos hombres compartían unas cervezas sentados bajo una carpa de lona frente a la iglesia del poblado. Una mujer, pequeña y nervuda, les había servido las frías con un plato de rodajas de plátano frito. A pocos pasos el tronco espinoso de un enorme toborochi en flor acogía un nido de pájaros horneros. Su sombra protegía a un perro dormido con el aspecto de no haber comido en días.
-Llevaba razón Pintado. Ese cabrón nos tomó la delantera. Hemos subestimado a Sanmartín.
-Seamos prácticos Coronel, ya no debo esperar más para salir de aquí.
-Una vez fuera de Bolivia no le seré de mucha ayuda, dependerá usted por completo de su capacidad para moverse. La verdad dudo mucho de que estemos haciendo lo correcto. Está corriendo un riesgo excesivo para sus posibilidades. No sabemos si la hoja de ruta del vuelo ha sido manipulada, el piloto todavía no ha aparecido…
-Es lo único que tenemos. Volaré desde Chimoré hasta el Perú, Wanda ha pagado el viaje.
-¿Por qué se fía usted de esa mujer? No la conoce.
-Por lo mismo que usted se está fiando de mí… Ella y Miranda tenían una historia en común… Eso me ha contado, y él confiaba en ella… No necesito más.
-Ya, sólo que Miranda está muerto. Allá usted, yo en su lugar no me fiaría ni de su sombra.
-Lo tendré en cuenta. Ahora debo irme. Gracias por todo y espero que nos veamos de nuevo cuando esto acabe, Mendoza.
-Eso espero Pintado. Suerte…
El perro se despertó acuciado por una mosca que atacaba su hocico y se desplazó para echarse a la sombra de la iglesia. Los carros recogieron a las mujeres y siguieron tras las camionetas una vez asentada la polvareda levantada por aquellos. Pintado perdió la mirada en el horizonte mientras esperaba a Peter.   

NOTA DEL AUTOR: El capítulo, tal y como se ha incluido, está incompleto. Solo contiene alguno de los párrafos del original.

jueves, 24 de mayo de 2012

CASA SALVADOR

Anoche tuve el privilegio de cenar con dos viejos amigos en un local clásico entre los clásicos.

El tugurio, una vieja taberna, está escondido en el Dédalo de callejas que rodean al Mercado de San Anton en Chueca. La fachada no dice nada, la puerta está protegida por una vetusta reja  de celosía que se abre a primera hora de la tarde.

Se accede al local tras atravesar una vieja cortina de terciopelo rojo, como aquellas que protegen la entrada de la vista en locales de dudosa reputación, de esos en los que antes sólo había mujeres malas y humo.

Nos sentamos en una mesa en un rincón, junto a cuatro fotografías con la secuencia de la cogida y muerte de Manolete en Linares. Más allá cuadros, impregnados del humo de los habanos que se fumaron algún día. Oleos de motivos taurinos. Muchos de ellos tristes y complejos, como la aguda punzada de las cornadas que esconden.

Entraron cinco guiris que el viejo camarero escondió en un reservado para que no estorbaran demasiado. Los cinco, tres mujeres y  dos hombres, pidieron rabo de toro, cinco raciones, y agua sin gas. El camarero intentó endilgarles un par de raciones de croquetas –Chicken crockets en inglés, mira tú- sin éxito.

Frente a nosotros ocupó plaza una pareja, ella una colombiana morena, guapa, él un afortunado hp que nos miró con chulería una buena parte de la noche, y que rió como una hiena , la boca cerrada y los labios inclinados, cuando mi amigo Ricardo volcó sobre mi una copa de vino tinto que me dejó hecho unos zorros.

Entre plato de callos y merluza a la romana hablamos de lo divino y de lo humano, despachamos un par de botellas de rioja y nos reímos de lo lindo.

Luis y Ricardo son dos viejos bucaneros que todavía creen en el compromiso, la confianza y guardan hueco para las emociones a la hora de vivir la vida. Ambos me devolvieron un ratico de ilusión perdida, y juntos trazamos un plan para salir de la crisis.

Se lo mandaremos a Mariano antes, así que me perdonarán los lectores que no lo desvele hoy. Ya sabrán en su tiempo cómo ha salido España de la crisis.

Terminamos la noche tomando una copa en Candelita. La barra solitaria solo acogía un par de parejas melancólicas y una chica de piernas largas, como unas vacaciones en el infierno. Supusimos que era Chilena, por el acento, y eso que no nos habló. Nos quedamos sin saberlo. No preguntamos.

Sólo nos miró y susurró algo al camarero, un equívoco muchacho, habitante de la zona, que puso una pieza con la que otro, siempre es otro, sacó a bailar a la chica. No sé en qué quedo la cosa, nos fuimos antes, pero si sé que hubiera hecho Pintado…


CRISTINA FERNANDEZ Y GUILLERMO MORENO. POR FIN LOS SUTITUTOS DE PORCEL Y OLMEDO

Me he quedado sin palabras… para describir el despropósito de estos dos.
Como muestra un par de videos suficientemente ilustrativos  de este desmadre. No se pierdan la lista de productos... Cabra clonada, pollos, sastrería... A partir del minuto 4 se instala el delirio colectivo...


Que Dios, en su sabiduría y misericordia nos pille confesados. No llores Argentina… Rie.

miércoles, 23 de mayo de 2012

UNA NOCHE… DE COPAS.


Imagínense la siguiente situación: Unos amigos nos invitan a su casa a celebrar un acontecimiento. Con nuestro esfuerzo nos hemos ganado el derecho a un premio en el que podemos ser el ganador con sólo nuestra presencia y participación en la cena en nuestro honor. Aceptamos y con nosotros nos llevamos a un par de miembros de la familia para que nos apoyen durante el acto. Invitan también a un ilustre que será quien entregue el premio al vencedor. El ilustre es un tipo simpático, hijo de otro ilustre que por estar un poco mayor y trabajado, la cadera la tiene hecha unos zorros, prefiere quedar en casa al cuidado de su yaya -una simpática mujer con la que se casó tiempo ha, muy educada e inteligente- aunque hubiera preferido quedar al amparo de las sayas de la criadita, una alemana cuarentona de muy buen ver –lo que son las cosas-.
Imagínense, la casa engalanada, la mesa puesta, las viandas en la mesa, la música en el pickup –la casa es un poco carrozona y han puesto música de Manolo Escobar y de los Diablos-. Nos sentamos… Y al llegar el ilustre nos dedicamos a pitar al personal, a criticar a los anfitriones, a despotricar contra la sufrida abuela –sentada en el rincón del fondo, estupefacta por el espectáculo- y a poner verde desde el portero del bloque al vecino del quinto –que como hace años es de genotipo dudoso-. Pitan también el retrato del abuelo y a la enseña que cuelga en un rincón –una réplica del banderín de enganche de la Legión, que juró en su día el padre de la familia rumbosa- flácida y triste por los tiempos que corren.

¿A que no nos parecería bien?

Que gane el mejor y que al abuelo ni nos lo mienten…

TRÁS LA MIRADA DE PINTADO… MEJOR IMPOSIBLE.



Pintado afronta en la novela muchas noches de perdedor, ocultando el paso del tiempo en ver películas, arrastrando sus pensamientos en la noche por calles desiertas.

Él vive en la Ciudad de los Corazones Rotos, y como otras personas con las que nunca se cruza, para culminar con un viernes aburrido y morder las ganas, sale en la madrugada a caminar por calles solitarias.

Y como Jack Nicholson no se atreve a pisar las juntas de las losas del suelo como rendijas que acumulan esperanzas y recuerdos, impregnadas de secretos y pasiones de otros.

En su cabeza repite las notas de la canción de Nat King Cole, como si con esa ofrenda pudiera exorcizar los recuerdos que se le agolpan dentro, sin comprender que no será suficiente… ¿O sí?

For Sentimental Reasons… Jack Nicholson. Helen Hunt. Una comedia/drama...

martes, 22 de mayo de 2012

ME GUSTA COMO ERES


Como una herida en el corazón que no me duele
me gusta como eres
como una ventana que al cerrar deja correr el aire
una niña, una madre, una mujer en mi vida.

lunes, 21 de mayo de 2012

LOS AMARILLOS


Mi amigo Javier me hizo hace tiempo el honor de convertirme en “amarillo”.

¿Quiénes son nuestros amarillos? Los amarillos son las personas que dan sentido a nuestra vida, que se sitúan entre el amor y la amistad.
“El mundo amarillo es un mundo fantástico que quiero compartir contigo. Es el mundo de los descubrimientos que hice durante los diez años que estuve enfermo de cáncer. Es curioso, pero la fuerza, la vitalidad y los hallazgos que haces cuando estás enfermo sirven también cuando estás bien, en el día a día. Este libro pretende que conozcas y entres en este mundo especial y diferente; pero, sobre todo, que descubras a los «amarillos». Ellos son el nuevo escalafón de la amistad, esas personas que no son ni amantes ni amigos, esa gente que se cruza en tu vida y que con una sola conversación puede llegar a cambiártela. No te adelanto más: tendrás que leer este libro para poder empezar a encontrar tus «amarillos». Quizás uno de ellos sea yo... El mundo amarillo habla de lo sencillo que es creer en los sueños para que estos se creen. Y es que el creer y el crear están tan sólo a una letra de distancia. ¿Qué esperas a saber quiénes son tus «amarillos»” Albert Espinosa.

De mi amigo Javier Fuentes: Un poema para homenajear a mi amarilla.

Casi como una sombra,
como el velo de niebla
que hace del frío piel....

Deje al olvido acampar,
cubrí con tiempo y distancia,
como  polvo en el desván.
Te guardé....y solo en momentos de hondo pesar,
te volví a recordar.

Camino por recuerdos que ahí están
dormidos, silenciosos,
cubiertos de todas las cosas
que un día pudieron pasar.....
caminos que nunca abrimos,
y otros que dejamos de pasear.

Ahora bostezan,
se vuelven a levantar.
Cómo regresaran....
los recuerdos que años atrás,
nos hicieron sentir y juntar.

Curiosos ecos,
sonidos de un pasado
dormido que quiere aflorar.
Siento curiosidad,
por volverte a acariciar,
por el contacto de tu mirar,
por las palabras atrapas,
por tus labios dejándolas brotar.

Quién sabe si quizás.....
las puertas del desván,
al abrirse....nos regalen paz.

Voy ahora a callar,
Oigo los recuerdos
quieren desayunar.....
después, quien sabe después lo que pasará.

Me gusta recordar.

domingo, 20 de mayo de 2012

BLADE RUNNER. COMO LÁGRIMAS EN LA LLUVIA.



"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais... Atacar naves en llamas más allá de Orión... He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser... Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia..."

Pintado mira al espejo como lo hace Deckard. Encaja los golpes y sangra como él, y cuando cae al suelo y sufre tiene su mismo rictus facial. Sustituye la sopa, tragada a las prisas en un chiringuito cutre en las calles de LA, por las tapas de cualquier bar de Sevilla o Madrid.
Su alter ego, el replicante Roy, tiene sin embargo una nobleza postrera imposible de encontrar en Sanmartín o en Elena Carrión. Es un “malo” diferente.

Vi la película en Sevilla por primera vez, en el desaparecido Cine Imperial, en la calle Sierpes, allá por finales de Enero de 1983. Desde entonces siempre procuro mirar en los rincones, por si Gaff me ha dejado una de esas minúsculas figuritas de papel...

La revisito casi cada año...

LA ADVERTENCIA DE CAIN


11          LA  ADVERTENCIA DE CAIN
“"… Al borde estoy de ser
lo que más aborrezco:
Caín de lo que quiero"”

Todo más claro
Pedro Salinas




El taxi lo dejó a la puerta del local en que lo había citado Miranda. El portero le franqueó la entrada, acostumbrado a recibir a los europeos sin hacer preguntas, luego obtendría su parte de la propina. Un hombre mayor con aspecto de abuelo afable enarcó las cejas y le ofreció una sonrisa condescendiente. Pintado preguntó por el reservado del señor Prim, tal y como había acordado con el argentino. El tipo que parecía el abuelo de Heidi se levantó y le indicó con un gesto que lo siguiera. Recorrieron el largo pasillo, una galería cubierta por un techado de madera y hojas de palma que rodeaba un enorme patio central en el que la vegetación hacía acto de presencia en cada rincón: epífitas de brillantes hojas y flores misteriosas colgando de búcaros, en el aire, macizos de buganvillas y plantas del ave del paraíso en el terrado. Un pequeño jardín del edén domesticado. Llegaron a la puerta que había al final del pasillo. El sherpa, desde fuera y sin traspasar el umbral, la abrió e invitó al español a entrar. Este miró dentro, Miranda aún no había llegado.
La puerta se cerró tras Pintado. Una camarera que esperaba dentro le señaló las bebidas ordenadas sobre una vieja cómoda de caoba. El español eligió un single malt de veinte años a palo seco y se lo ventiló de un trago. La chica le sirvió otro y lo dejó solo. Echó un vistazo a su alrededor. La zona central del reservado la ocupaba una mesa para cuatro comensales, las paredes estaban decoradas con pinturas religiosas, réplicas de obras de estilo barroco mestizo. Pintado se acercó a una de ellas y contempló el maravilloso trabajo: pasó el dedo con delicadeza sobre la superficie cuarteada y observó la estampa policromada de un ángel, el labrado de la madera del marco, los sobredorados de pan de oro. Llegó a la conclusión de que la réplica tenía una calidad de ejecución semejante a la del original y dado el tiempo transcurrido se había convertido en una antigüedad en si...

Pintado se acercó hasta la barra y pidió un jugo de Maracuyá. Vio a Elena a lo lejos, tomando el sol en una tumbona, tostándose como un bife de chorizo a la parrilla. Su piel reverberaba y emitía vapores, como asfalto recalentado. Estaba embotado, los sonidos llegaban amortiguados hasta él hechos meros ruidos, como si hubiera estado sometido al cambio de presión de la cabina de un avión. La cabeza le zumbaba como si dentro se hubiera instalado una colmena. Junto a él se sentó una mujer. Primero le llegó su aroma. Simplemente a jabón, como si acabara de salir de la ducha. Se giró ligeramente para verla mejor. Morena, con el pelo cortado en una media melena y con inconfundibles rasgos mestizos donde la parte africana pugnaba en las mismas proporciones con la blanca y la latina. Parecía brasileña, quizás venezolana.
Estaba sentada, cruzada de piernas sobre el taburete. Vestía jeans y una sencilla camiseta blanca de algodón. Sonrió a Pintado con elegancia y ordenó un coctel –un peach beach, oyó-. Ambos permanecieron en silencio. Ella se quitó las gafas de sol y aunque sus miradas se enredaron a ratos ninguno dio pie a la conversación. El rostro femenino apenas reflejaba su edad, seguramente unos años más joven que Pintado, rozando los cuarenta. La nariz era pequeña y fina y los ojos almendrados y de color ámbar. Tenía los pómulos bien marcados y la boca de labios grandes y generosos. Una belleza en plena madurez que había dejado hace mucho tiempo de ser una niña.
Ella bebió de la copa a pequeños sorbitos hasta agotar su contenido y se irguió alejándose de la barra casi tan sigilosamente como había venido, apenas un repiqueteo de tacones en el piso de terracota. Dejó tras de sí una estela olorosa discreta y suave.
En el cabezal del taburete dejó olvidada una bolsa de plástico negro. Pintado hizo ademán de correr en su busca y avisarla, pero el peso de la misma le indicó que era lo que Miranda le había prometido. La ocultó entre su regazo y la barra y comprobó que nadie lo estuviera observando. Elena seguía en la piscina, como un lagarto al sol. Nadie pareció reparar en los manejos del español…

A la hora señalada apagó las luces del cuarto y descorrió las cortinas que ocultaban la vidriera que daba al jardín. La abrió, sintió en su cara la bofetada de aire cálido procedente del exterior. Las balizas luminosas señalaban  los caminos interiores entre los macizos con plantas y los árboles de mayor porte iluminados también en su base. Los cantos de las chicharras y sapitos llenaban el aire con su sinfonía del nuevo mundo. El improvisado espectáculo de luz y sonido resultaba inquietantemente apacible. Pintado se retiró hacia el interior de la habitación a cubierto de la claridad que venía desde el jardín, apoyó el cañón del fusil sobre el respaldo de una silla e introdujo un proyectil en la recámara. Sintió el zumbador del celular en su muslo y miró el mensaje de Miranda. “Ánimo amigo, tres minutos para puesta en escena, atento a mi movimiento”.
La figura se distinguía con toda nitidez a través de la mira telescópica. Miranda terminando de acicalarse frente al espejo, de perfil respecto a Pintado; ajustando la corbata; abrochando el botón de la chaqueta. Se giró de espaldas al jardín. Pintado respiró hondo, centró el cuerpo de Miranda en la mira y apuntó al corazón. Un tiro fácil a menos de 120 metros y con un objetivo estático –si hubiera sido un francotirador-. Deslizó el dedo en el gatillo tal y como le habían enseñado y disparó. En la habitación sonó el ruido amortiguado por el silenciador, el descorche de una botella, un susurro en movimiento.
Vio la luna de vidrio templado saltar hecha añicos y el cuerpo de Miranda salir despedido hacia atrás al recibir el impacto del proyectil. Descorrió el cerrojo y cargó una segunda bala, sacó la silueta del argentino del centro de la mira y disparó, esta vez en dirección al techo. Y algo imprevisto ocurrió: La cabeza de Miranda saltó hecha pedazos, reventada como una calabaza.
Todo a su alrededor pareció moverse a cámara lenta. El corazón le galopaba en el pecho… Algo había salido mal, algo que no había calibrado. El sonido de alguien corriendo por el jardín alejándose del edificio de enfrente le trajo de vuelta a la realidad. Apenas distinguió una sombra pasando frente a él. Estaba demasiado conmocionado para reaccionar con claridad. Se asomó al jardín y miró a su derecha, la cortina de la habitación de al lado se agitaba movida por el viento, miró dentro y vio la mesa situada frente a la vidriera y el resto de la habitación ocupada por los trastos de los albañiles. Volvió al interior de la suite y cerró la puerta corredera con el seguro. Se obligó a pensar.
Supo que apenas tardarían unos segundos en reaccionar y llegar hasta él. La ruta de escape lógica era la que había comprobado aquella tarde. Abandonó tras de sí el arma y salió al pasillo. Lo atravesó corriendo en dirección a la zona de recogida de la lencería. Atrancó la puerta tras de sí y lanzó su viejo bolso de viaje por la boca de la rampa que llevaba hasta la lavandería. Se tiró detrás de ella sin dudar y calló sobre un sobado montón de ropa sucia cinco metros más abajo. La camarera que recogía la ropa lo miró con temor y gritó de pánico. Pintado no pudo evitar la reacción. Corrió hasta la puerta de la galería de servicio y apenas cuarenta segundos después estaba intentando recuperar el resuello en el callejón trasero del edificio, una cinta de tierra sin asfaltar y mal iluminada que daba a la trasera de las fincas que limitaban con la calle perimetral del hotel.
El bolso que llevaba a la espalda le pesaba como si cargara piedras, estaba fatigado y sentía la boca ácida, el regusto metálico de la sangre excitando las papilas. A lo lejos destellaban las luces de las cuatro por cuatro del ejército y escuchó el estrépito de las sirenas. Entendió que si no se alejaba inmediatamente sería una presa fácil. Se dirigió corriendo por las calles secundarias y mal iluminadas alejándose del hotel en dirección al lugar donde había quedado con Elena. De momento no tenía muchas más alternativas. Comprendía que le habían preparado una encerrona, una trampa dentro de otra trampa, pero debía de seguir el juego y continuar en la mesa hasta que repartieran las próximas cartas… En cualquier caso estaba vendido…

Desde la esquina, amparado por la oscuridad, Pintado distinguió la trasera del vehículo. Una Toyota 4runner esperaba con el motor en marcha y las luces apagadas. No se distinguía gran cosa tras los cristales tintados, vagamente una silueta sentada en el asiento del acompañante. Pintado se dirigió hasta allí, abrió el portón trasero y tiró al interior el bolso de viaje. Entró en la Toyota y ocupó la plaza del conductor. La oscuridad apenas estaba matizada por la leve iluminación roja procedente del cuadro de mandos, como si del interior de una sala de revelado se tratara. Algo impactó en su sien derecha, de repente las luces se apagaron a su alrededor y perdió la consciencia. 

NOTA DEL AUTOR: El capítulo, tal y como se ha incluido, está incompleto. Solo contiene alguno de los párrafos del original.

viernes, 18 de mayo de 2012

UN POEMA DE MI AMIGO JAVIER

Cómo me siento.

Pasa el tiempo,
fluye como viento.
Tras un silencio,
tu voz,
mi aliento.

Siento que se va,
el viaje se acaba,
le oigo hablar,
Al oído me susurra
lo que va a pasar.
Es mi tiempo que me habla.

Rumor constante,
casi distante,
manantial de despedida,
se va, el tiempo se va,
sin darme cuenta…

Muero por dentro,
me agoto, lo siento.
Luto por una vida.
Requiem,
en mis adentros.

Y al final…..silencio.


Poema de Javier Fuentes. Gracias Amigo.

LA MARCA ESPAÑA



Es posible que para la inmensa mayoría de los españoles la marca España no signifique nada, apenas un invento de los políticos o el breve motivo de exhibición de algunos empresarios de postín como escusa de encuentros en la tercera fase.

Sin embargo no es así. La marca España tiene más de 500 años, una de las más longevas del catálogo mundial, tanto como la marca Francia, Inglaterra –por quedarnos en las europeas- o China y Japón entre las asiáticas. A pesar de los pesares para aquellos que no son capaces de distinguir la cama del dormitorio y este de la casa.

Para aquellos que hemos corrido la suerte de vivir fuera de la patria, España es algo más que un nombre que te hace encoger el corazón, o una bandera que hace que las lágrimas humedezcan los ojos una tarde de farra. Es algo más que el sitio que te vio nacer o donde seguramente te aventarán, es algo más que el lugar común de nuestros ancestros. Pero también es todo eso.

España atraviesa por malos momentos. Cada mañana las noticias son peores y la situación se torna más difícil. Clamamos por soluciones que no llegan, y que no llegarán porque no existe una receta mágica que haga desaparecer de un plumazo el mal que nos aqueja. España está enferma de desidia, de pérdida de valores, de desesperanza.

Usuarios de la marca, no vamos a encontrar un Gurú con la solución, ni Krugman –por muchas medallas y premios Nobel que haya ganado- ni la madre que lo parió. Aunque grazne el fin del Euro, una posibilidad real, pero que no debemos apoyar con el pánico.

Es hora de ponerse a laburar porque no tengo duda de que el camino de salida está más cerca de las tesis del ilustre Abadía que de aquellas de los agoreros que asaltan tenazmente cada mañana el bastión que guarda los últimos resquicios de esperanza.

El camino se recorre pasito a pasito. Es hora de dar el primero… El mío decir buenos días a los compañeros y sonreír mientras lo digo, no tocar los ahorros que ayer eran buenos y hoy deben servir para mantener la confianza en el sistema bancario, no comprometer fondos que no tengo, no valorar propiedades por encima de lo que me dice el mercado que valen, no mirar para otro lado si alguien comete una tropelía en la calle, pedirle a mis hijos esfuerzo y a mis colegas también, confiar en el valor de la compañía en la que trabajo, pagar el IVA de los servicios que contrato, pagar mis impuestos religiosamente, exigir de los políticos la responsabilidad que la confianza que deposité en ellos merece, mandar al carajo a la SGAE, no ver Telecinco, tampoco La Sexta…

Y sobre todo como decía Dickens en David Copperfield por boca del siempre endeudado señor Micawber: “Mi otro consejo, Copperfield”, dijo el señor Micawber, “ya lo conoces. Si ingresas veinte libras anuales y gastas diecinueve más seis chelines, el resultado es la felicidad. Si ingresas veinte libras y gastas veinte más seis peniques al año, la consecuencia es la miseria. Las flores se llenan de hongos, las hojas se marchitan, el sol desciende sobre esta horrorosa escena, y… en resumidas cuentas, te echas a perder para siempre, ¡como yo he hecho!”

Así muchos otros pequeños pasitos harán el camino.