SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


domingo, 27 de mayo de 2012

ANOCHECER FRENTE AL MONTE ABANTOS


El viernes mi amigo Rubén me invitó a cenar en El Escorial.
Su casa, un venerable edificio de granito, escenario de algunos capítulos de la novela, parecía emerger de entre los madroños y los castaños de indias. En la terraza, iluminada por unos hachones de parafina, se podía disfrutar del fresco de una tarde de Mayo en Madrid, y al fondo el sol poniéndose tras el monte Abantos, que ha recuperado el verdor que perdió tras el incendio forestal de hace unos años.
Luego un paseo a pie por la localidad. Ni un alma en las calles empedradas, sólo de vez en cuando algún grupo de jóvenes camino de la calle Floridablanca y un hortera que hacía sonar en el estéreo de su coche tuneado, a todo volumen, un estrepitoso tema que ni conozco, ni quiero conocer.
Salvo por eso la soledad era mi única compañera mientras el aire fragante, por las rosas y el azahar, me tonificaba trayéndome recuerdos de muchos años atrás, mientras pasaba algunas semanas allí, en un curso de Euroforum.
De aquella época recuerdo el frío de la habitación monacal, una canción -vete tú a saber por qué- que Víctor Manuel cantaba a Ana Belén, el Quijote que aproveché para leer por la noche y la ilusión que por entonces todo tocaba, como un halo de luz.

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