Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.
Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.
Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.
La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.
Un par de días después Mas se ha desinflado
como un desangelado soufflé, Podemos ha firmado la crónica de un fracaso deseado
–y sensato- y el resto de fuerzas políticas andan haciendo cábalas de como
formar gobierno, y patatín y patatán.
Desde la distancia no puede dejar de
alegrarme porque el día después no haya sido un despertar comatoso y porque
alguna voz sensata habla de ponerse a trabajar juntos… Menos mal.
Sólo me queda felicitar a los catalanes
sensatos por su ejercicio de sentido común que el resto de ciudadanos del
Estado España agradecemos profundamente. Hasta yo que nací en el emirato
independiente de Cantarranas allá en el profundo sur soberanista… Jajaja.
Ayer de nuevo me encontré con Pintado. Me
preguntó por la novela, -cómo avanza, -dijo lacónicamente, mientras apuraba de
un trago el whisky que le había servido Alfonso, el barman de la
barra de La Sibila, y pedía otro con un seco gesto de muñeca y el vaso vacío en
la mano.
Pintado parecía perdido allí y no dejaba de
mirar hacia un sofá chester que había en el interior del local. Sus ojos tienen
ahora una mirada más intensa que cuando lo conocí y su rostro es más terrible, la
cicatriz se destaca pálida en la piel curtida por el sol y el aire marino. -Busca
algo, o a alguien, -pensé. Y se lo pregunté.
No dijo nada al principio, sólo me miró, dio otro
trago largo al Macallan y sólo después susurró algo así como que había estado
allí con La Rusa… Imaginé la escena del Dry Martini, en aquel escenario que
sólo meses atrás me hubiera parecido imposible para Pintado, pero que ahora es
el decorado ideal de sus encuentros con La Rusa, a la que algún día deberé de
poner nombre porque se ha instalado en la vida de mi amigo. No me dijo mucho
más, no hizo falta, lo llevaba escrito en los ojos…
Miré alrededor y traté de imaginar qué mujer
era capaz de transformar así un ser como Pintado…
Entraron de la mano, ella no le había
permitido que le ofreciera el brazo, y todas las miradas masculinas se
voltearon hacia ellos como atraídos por un imán. Pintado presentía que eso iba
a ocurrir, a fin de cuentas él habría hecho lo mismo en esas circunstancias,
pero se sintió molesto igualmente, ella era el objeto del deseo común y no le
gustaba. La chica que recibía en la entrada le pidió el nombre y un teléfono,
le dio el primero que se le vino a la mente. Atravesaron la pieza que ocupaba
la barra y se dirigieron hacia un sofá
chester ubicado en la pieza continua. La Rusa había tomado la iniciativa y no
dejaba lugar a vacilaciones. Pintado la ayudó a acomodarse y le tendió la mano
mientras ella se sentaba cuidando que sólo una fracción pertinente de piernas
quedaran al descubierto.
Encargaron los tragos, mientras esperaban
una legión de varones curiosos se hizo presente desfilando por delante de la
zona en una cadencia lenta y cansina, como vagones de un tren de mercancías. La
Rusa apenas apartaba la mirada de Pintado, pero él sabía que ella no perdía un
solo detalle de la situación, él la tomó de las manos y sin darle tiempo a
protestar la besó en los labios con todas las ganas que llevaba dentro desde
que la había recogido esa noche a la puerta del hotel…
De golpe volví a la realidad cuando Alfonso
me preguntó si llenaba de nuevo mi vaso. Pintado había desaparecido como por
arte de magia, tan ensimismado estaba imaginándome la escena que ni cuenta me di.
Pregunté por mi amigo y el barman me señaló la puerta con un golpe de su
barbilla mientras secaba un vaso de una forma inequívocamente profesional. El sofá
chester seguía vacío al fondo y ahora lo miré con envidia. Pagué y me fui. Fuera
la noche era cálida, los sapitos inundaban el aire con su sonido agudo y
persistente. Salvo por los guardias de seguridad no había un alma. Llegó mi
coche y cuando subí a él me inundó una sensación de pérdida absoluta,
probablemente la misma del piloto superviviente al posarse en la plataforma de la
nave nodriza que acoge al último caza rezagado…
Hoy es un día muy importante para España y
para los españoles de todas las Españas. Nuestra historia está salpicada de
episodios difíciles, de esos que perforan las entrañas y desgarran el corazón.
Nuestro país ha crecido entre guerras intestinas, de sucesión y dinásticas,
económicas –siempre que los griegos, fenicios, romanos, cartagineses, vándalos,
alanos, árabes –de cualquier etnia o franquicia islámica-, franchutes,
ingleses, holandeses o cualquier otro tahúr del Misisipí de turno han querido
tomar por asalto las fuentes de aprovisionamiento de nuestra tierra pobre de
familia, fronterizas –ya fuera con los hermanos portugueses (que siempre
prefirieron al inglés que al de al lado, más bajitos, mucho menos glamorosos y
un poco estúpidos al pensar que las chicas portuguesas tienen bigote y pelos en
las piernas –completamente falso, se los juro-), los franchutes (que no son muy
diferentes a nosotros, salvo por el hecho que son un poquito más altos y feos y
le pusieron mejor nombre al guiso de caracoles, a los quesos o al vino que
preparan con uvas de cepas idénticas a las de las áridas planicies peninsulares,
pero envejecen en barriles de roble mejor cuidado), o cualquier de los países que
disputaron los territorios que nosotros también disputábamos, etc, etc, y no
extiendo más el argumento histórico ni mi cultivada erudición al respecto…
En todos esos episodios España se ha ido conformando
de una u otra forma. Hoy 27S hay elecciones en Cataluña y en ellas los
catalanes llamados a las urnas –algo más de cinco millones y medio- deciden no
solo su futuro político directo sino el de España toda. Sin opinar hoy sobre lo
que me parece el señor Mas y su banda –por no tocar los huevos me refiero a sus
comilitones de partido- o sobre el impacto que la segregación de Cataluña de
España traería –personas mucho más preparadas que yo lo han hecho sobradamente-,
sí expreso mi deseo de que mañana 28S España se despierte íntegra y con la
certeza de saber que es necesario hacer reformas constitucionales importantes que
eviten un futuro sin Cataluña en el Estado. Eso es mucho mejor que la
segregación de los catalanes del resto de los españoles, ya que ellos, a fin de cuentas, son como yo, o como tú…
Como decirte en unos minutos que te querré
toda una vida… Como expresar con palabras lo que ni el alma entiende, que un
roce en el corazón es más profundo que la más feroz herida… Cómo decirte que
este mar embravecido no es sino el principio, pero que no debes temer a mi lado…
Cómo decirte ahora lo que tienes que escuchar por toda una vida… Cómo decirte
que te cuidaré por siempre y sin embargo cada encuentro es un sufrimiento… Lo
es esperar por verte, acabar y quedar sólo… Cómo decirte…
Y es que tienes miedo a volar, y sólo
saltando se aprende, sólo cayendo y sintiendo el vacío nuestro cuerpo reacciona
y emprende vuelo, y nuestra alma se agarra a lo conocido, al calor de lo
cotidiano, al pausar del ritmo que no sobrecoge… Y sin embargo mi alma anhela
cada segundo en el vacío buscando la tuya…
Como decirte en unos pocos minutos que te querré
toda una vida… que ya te quiero toda mi vida…
Como decirte que ese segundo que siento que
soy tuyo, que te sobrecoges con mis caricias y te abandonas a mis abrazos…
valen por toda una vida. Y que te quiero… No tengas miedo a volar…
Hoy toca cine. Este fin de semana he vuelto a
mis orígenes, cuatro películas por día tiene sobre mi espíritu un efecto
sedante que necesitaba desesperadamente. Cuando Pintado se instala es difícil hacerlo
a un lado, menos mal que le gusta el cine casi tanto como a mí.
El Patrón, radiografía de un crimen no es una joya del cine,
ni tan siquiera una gran obra, pero hay que reconocer en el trabajo de Sebastián
Schindel un magnífico ejercicio de respeto hacia un guión muy sólido. Joaquín Furriel interpreta a Hermógenes Saldivar
en una transformación meritoria –salvo por la utilización irregular del acento
particular de Santiago del Estero- que, a veces, consigue meternos en la piel
de un personaje arquetipo de la sumisión desesperada, de la anulación de la
personalidad de un individuo del cual nunca llegamos a saber si es bueno, malo
o qué. Luis Ziembrowski, la contraparte, hace de hijo de puta integral sin
ninguna concesión a sentimientos intermedios, su rostro –que no necesita
transformación alguna- transita la cinta monótono, sin rictus que matice la
facies, le basta el tono de sus palabras, sus ojos inexpresivos de depredador
natural. Un relato de esclavitud en estado puro.
A destacar la fotografía de Marcelo Laccarino que es capaz de transitar
espacios minúsculos sin que por ello perdamos atención por encuadres imposibles…
Y sobre todo el montaje consecuencia del cual el ritmo de la película es impecable…
Un reconocimiento al cine argentino -en este caso en coproducción con Venezuela- capaz de rodar este tipo de cintas capaces de asomarnos al submundo del Mundo Feliz, aunque lo hace de forma tímida, apenas se atreve con el interior de la carnicería, y desaprovecha la incursión en los juzgados -que trata de forma indebidamente amable-, en los barrios marginales -con ocasión de la visita del abogado a la esposa- y en el decorado exterior de la carnicería en la esquina de una calle cualquiera...
No es que Perdiendo el Norte se merezca
muchas líneas… Nacho G. Velilla firma una comedia romántica simpática, de esas
que te hacen pasar un buen rato y ya está. No es que el reparto tenga una
interpretación antológica, por mucho que la belleza a ratos candorosa, a ratos seductora, y en contados instantes arrebatadora, de Blanca
Suarez -que no acaba de creerse que por fin esté rodando películas y no series de televisión- se vea correctamente contrastada por el chico blandito de turno Yon Gonzalez, por mucho que Julián
Lopez y Javier Cámara –me encantó en La Vida Inesperada a la que le dedicaré oportunamente
un ratito- hagan de secundarios de lujo y por mucho que Pepe Sacristán
interprete un cuasi cameo en recuerdo de Vente a Alemania Pepe…
Lo realmente excepcional de esta película es
una joya que aparece al final, mientras los títulos, un bolero increíble: Berlin
Rozalen… Va por ti…
Llevo recorrida media Europa detrás de Padrón
y no he conseguido atraerlo a la trampa. Como un ratón, pensé, entraría a
morder el queso que había entre las piernas de La Rusa, aunque hay un pequeño
problema que no había previsto, me he enamorado de ella, y de resultas el ratón
soy yo…
La habitación de este hotel de Amsterdam me
resulta opresiva, estrecha, mal ventilada como una cloaca, como el canal
inmundo que puedo ver desde este ventanuco que da a una calle del barrio rojo.
Me he convertido en una puta más exponiéndose por algo de lo que ya no me
acuerdo porque ella me ha borrado todos los registros anteriores. Un reflejo
naranja titila en la esquina opuesta a la cama que ocupo. Las sabanas están
desaliñadas y siento un frío húmedo que la ropa que llevo ni calma ni merma. Me
duele la cabeza y mis pies no obedecen. Creo que he hecho mal fumando ese porro
con la hierba que me vendieron en el coffee shop de abajo. No me debí fiar de
aquel turco maloliente y barbudo, o sería sirio o quizás albano kosovar, tanto
da, he perdido la cuenta de tanto refugiado perdido por las calles, deambulando
en la compañía de otros como ellos… Aunque ahora que recuerdo el tipo hablaba
un español perfecto, igual sería de Almería, yo que sé, tanto da…
Una semilla de idea se ancla a mi cerebro y
el naranja cambia a un azul celeste flojito, como si las luces de fuera quisieran
expulsar las miasmas tenebrosas de esta habitación vacía sin ella... No soy
capaz de concretar, sólo soy capaz de ver colores que se me escapan como agua
entre los dedos…
Me desperté con el indefinible sabor de ella
en mis papilas, con su aroma en la pituitaria, como si se hubiera fundido en el
aire que respiro y penetrado cada partícula de mi ser. No había poesía en esa sensación, iba más
allá, era total y desesperantemente absoluta, ni latir, ni respirar, ni
pulsión, formaba parte de lo elemental y primigenio, era anterior siquiera a mi
conciencia física. Me incorporé como pude y palpé mi cabeza, me dolía allá
dónde el día anterior me golpeó el gordo, la piel estaba inflamada, pero no se
había roto la epidermis, mi cuero cabelludo parecía un campo de amapolas de
acero ensartadas en mi cráneo…
Una hora después estaba bebiendo café dentro
de un antro que parecía un vagón de tercera atestado de mochileros fumados. Mi
aspecto no era mucho mejor, aunque mi edad claramente desentonaba. No tenía
dinero para otra cosa. Hasta que llegara el Andaluz no me quedaba otra.
La había llamado. Su teléfono no contestaba.
Caía la llamada al cuarto ringazo. Sólo deseaba que Padrón no la encontrara
antes que yo.
Un rayo de sol alcanzó a penetrar la maraña
humana que me antecedía. Una sensación cálida que invadió mis pupilas y entró
en mi cerebro como una estrella fugaz. Recordé el sabor de sus labios en los
que lamí la última gota de cocktail y entonces supe a lo que sabía el queso de
la trampa…
No nos conocemos tanto como creemos, a veces
para saber realmente como somos tenemos que acudir a los ojos de terceros…
Y aun así nos queda saber lo que ven ellos.
Casi nunca lo sabremos porque difícilmente se abrirán a nosotros, raramente nos
contarán lo que ven y eso contando con que se hayan hecho una composición
coherente y aplicable de nuestra realidad como humanos, la más irreal de las
realidades físicas del universo por tratarse de una quantum cambiante en la línea
temporal que marca nuestra percepción de lo que es y deja de serlo.
No es que de pronto me haya hecho filósofo.
Ayer me invitaron a cenar a casa de unos amigos y en la sobremesa, como tema de
conversación, salió la reciente ruptura sentimental de un compañero. No tenía
mucho interés en atender, yo mismo me encuentro ahora lidiando con una
situación parecida –qué barbaridad nunca una situación así es parecida a nada-.
Bastante tengo con lo mío, como para inmiscuirme en la vida de los otros. De
pronto me vi inmerso en una realidad paralela que nunca busqué, la
interpretación de los motivos de la decisión de mi amigo aliñado con las
circunstancias del desenlace –me refiero naturalmente a la información sobre la
susodicha causante del evento, como siempre prejuzgadamente perversa y malvada-.
No es que mis amigos fueran desconsiderados –no lo fueron, para todos apenas
sería una noticia del telediario, salvo por el hecho de que le afecta a alguien
próximo a quien conoces y ¿quieres?- y de la misma manera que entendí el
sentimiento de pena por la pérdida de una pareja establecida –tan bien que se
les veía juntos, era el clamor popular- me resultó sorprendente que metieran en
el ajo –a mí en particular- a quien no ha tenido nada que ver en el entuerto, y
mucho menos en las decisiones de otros, por el sólo hecho de resultar
sospechoso de compartir tiempo y situación con el afectado. Fue entonces
cuando, copa de whisky de por medio, me dio por pensar en cómo me verían ellos
a mí, algo que nunca me preocupó lo más mínimo –para decirlo educadamente, ni
un huevo- y de pronto me vi con la mirada de los otros…
Lo que vi y entendí se lo contaré a Pintado,
y quizás éste reflexione con La Rusa sobre el tema, a fin de cuentas tengo que
buscar diálogos creíbles entre ellos dos.
Que el dios bueno acoja en su seno a la
pareja perdida y otorgue sus bendiciones a la encontrada, recreando la
realidad del universo y afirmando el primer principio que aplica a todo quisqui:
nada se crea o se destruye, pero se transforma… La Mirada de los demás.
Hace unos días incluí una entrada relacionada
con la situación de los refugiados en las fronteras europeas.
La situación
continúa, evidentemente no se trata de una anécdota, estamos viviendo Historia
pura, experimentando un acontecimiento universal que pasará a los libros de
texto –o al soporte que la tecnología depara para entonces- y que nuestros descendientes
estudiarán con la misma distancia con la que nosotros estudiamos en su día la caída
del Imperio Romano a manos de los bárbaros.
Arturo Perez –Reverte hizo el pasado fin de
semana un lúcido análisis de la situación en su apartado del dominical semanal “Los godos del emperador Valente”. Demoledor por lo irrevocable de la conclusión que
comparto.
Todo tiene dos caras, todo forma parte del
equilibrio de la balanza, el precio de la libertad y de los derechos humanos,
sólo se compensa con libertad y derechos, tal es el peso de ambas cosas. El
resultado final, la Caída del Imperio…
Andaba dándole vueltas a una escena entre
Pintado y la Rusa y se me ocurrió una en la que la pareja conversaba en los
instantes previos a la cena en un elegante local acorde a la calidad de la
fémina. Imaginé un elegante hotel boutique, pequeño y acogedor, escondido a las
miradas de la multitud, discreto y exclusivo.
Lo primero era situar a la pareja en la zona
lunch, ya saben esa área previa al comedor en la que los comensales inician la
conversación, degustan un aperitivo, ordenan la cena y dependiendo de cómo
vayan las cosas inician el escarceo amoroso. Un sofá chester de color tabaco me
pareció el soporte perfecto.
Imaginé a la Rusa de mono (braga le dicen en Venezuela) con blusa abierta sobre
un bustier negro.
Pintado estrenaría camisa blanca, primero iba
a ser negra, pero lo dejé en blanca aunque sin corbata…
Y me faltaba el aperitivo. Le pregunté a la
musa inspiradora, Dry Martini, sugirió.
La elaboración del Dry Martini es fácil.
Vertemos el Martini y la ginebra en un vaso mezclador con abundante hielo,
removemos bien, y servimos filtrando con cuidado en una copa de cóctel. A
continuación, perfumamos retorciendo la piel de limón.
Para decorar una aceituna verde, sin hueso,
pero sin relleno. Dependiendo del tamaño de la copa, hay quien añade dos.
Servirlas ensartadas en un palillo cruzado en la copa.
Además de James Bond, que no sólo lo prefiere
agitado, sino que también lo pide con vodka en vez de con ginebra — lo que se
conoce como vodka Martini— algunos personajes reales, cayeron rendidos al
encanto de este cóctel. Desde Marlene Dietrich hasta Franklin D. Roosvelt, Eisenhower,
Hemingway, Frank Sinatra o Luis Buñuel.
Proporciones del DRY MARTINI:
Receta clásica: 1 parte de Martini extra
seco, 1 parte de Ginebra, 1 golpe de orange bitter, 1 twist de limón, 1
aceituna verde
Receta actual: 1 parte de Martini extra seco,
4 partes de Ginebra, 1 twist de limón, 1 aceituna verde.
Nota: Algunos expertos indican que la mejor
ginebra para un Dry Martini clásico es la Tanqueray Rangpur…
Y Pintado acabó rendido de nuevo al poder
seductor de La Rusa … Sus besos tendrán un definido sabor a ginebra suavizada por
el pálido dulzor del Martini seco. En los labios de ella, el sabor del Perfecto Dry Martini
La oclocracia consiste en términos llanos en
llamar a la revuelta urbana por parte de la clase política, lo cual es
indudablemente una perversión de la democracia para manipular el normal desempeño del gobierno por medio de la
presión de las muchedumbres en la calle.
La llamada democracia “participativa” -como lo denomina Podemos en España-, mezcla
de manifestaciones y escraches callejeros, de malversación torticera de los
poderes públicos teóricamente independientes –el poder judicial entre otros- y
de habilidosa utilización de las redes sociales y los medios de comunicación -imaginénse que ocurre cuando ni tan siquiera existe la prensa libre-, como
propugnan los políticos populistas en general, es el primer y más peligroso
paso para acabar con la democracia real, la que, como decía Churchill, mejor
garantiza la libertad, que ése sí que es el bien político supremo –como dice
Esperanza Aguirre, inspiradora de este post-. Pero todavía resulta mayor perversión cuando la oclocracia la ejerce el gobierno establecido lo cual viene a significar la perversión de la perversión.
Ayer Jueves condenaron a Leopoldo Lopez. La
jueza Susana Barreiros, dictó la sentencia: 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas
de prisión para el coordinador de Voluntad Popular, Leopoldo López. El sitio de
reclusión será la cárcel militar de Ramo Verde.
Pintado miró al techo de la habitación con la
mente en blanco donde las sombras del amanecer se confundían con la suciedad del
revoco de yeso, donde el blanco retrocedía frente a los estragos del tiempo.
Intentaba entender lo que le estaba pasando, sin conseguirlo del todo.
La Rusa había llenado todo: el tiempo, el
espacio, sus ganas, sus deseos, sus expectativas. Ella había llegado como lo
hace la ola primigenia en la cadencia vital, silenciosa y previsible,
inminente, omnipresente, poderosa, pasando por encima del orden natural,
sustituyéndolo. No quedaba nada de su geografía interior anterior. Ella había
reordenado cada partícula de su ser, aplanando cada irregularidad y dejando tras
de sí una superficie líquida y uniforme…
Nunca antes él había cedido tanto, de forma
natural, fuera de toda su lógica anterior, pero absolutamente dentro del
racional que ella representaba. Ella era su mujer absoluta, su femme fatale sin
remisión, lo que tarde o temprano sólo algunos hombres tienen la suerte de
enfrentar. Su suerte absoluta, su destino único.
Y sin embargo, nada, nada, le garantizaba que
ella se quedara con él.
La noche anterior ella le había preguntado,
medio en broma, medio en serio, si acaso su historia no sería un affair. Él mirándola
a los ojos, muy serio, le dijo que no, y le expuso algunas razones que ahora le
parecían pueriles. No había acertado a decirle todo lo que ella significaba
para él, ni como ella había cambiado toda su existencia, su práctica vital.
Cómo desde que ella era soberana de su universo, él ni tan siquiera volteaba la
mirada en pos de otras faldas.
Mientras la abrazaba la había mirado una y
otra vez, sintiendo el calor de su cuerpo y el remanente cálido olor del sexo
consumado, estremeciéndose de deseo apenas pasados unos minutos del encuentro.
Sólo quería quedarse allí de aquella forma para siempre, disfrutando del aroma mestizo
de su cuerpo, mitad perfume, mitad ella. Sus ojos desprovistos de maquillaje,
sus labios sin carmín, los pómulos, el pecho todavía pulsando con respiración
entrecortada. Su geografía amada…
Esperaba que ella le dijera algo que no pronunció.
Lloró para sus adentros. Y esperó… Apenas unos segundos…
Hoy toca rendir homenaje a mi amigo Carlos Guerrero. Tiempo de valientes es el título de una
magnífica película argentina, una historia que narra en clave de comedia la
alquimia de los perdedores cuando se enfrentan a situaciones extremas y estos
se transforman.
Carlos es un Don Quijote ecuatoriano, un hidalgo de otra
época. Carlos no es ni Diego Peretti ni Luis Luque,
no es un psicoanalista maniático ni está traumatizado por ninguna traición conyugal,
Carlos es un ingeniero de campo, un soldado disciplinado, un hombre con mayúsculas, que cuando llegó el
momento de la verdad alzó lentamente la cabeza y con mirada muy tranquila
respondió con seguridad a una pregunta realizada por un comisario del servicio
de inteligencia, asumiendo la responsabilidad indefinida del cargo, que es la
más difícil de asumir -digánselo a la clase política-.
Carlos es un tipo alto y delgado, de aire
pacífico y andar tranquilo. Nacido en Guayaquil y criado en Quito, nos conocimos
hace algo más de tres años y me cayó simpático desde el primer momento que nos
tropezamos. Conversador incansable, hemos tenido ocasión de compartir sobremesa
que siempre ha resultado en tertulia apacible mientras ventilábamos
una copa, y mirábamos al futuro, antes que al pasado. No le queda mucho pelo y
su sonrisa es la de un chico travieso, pero su mirada, lo ha demostrado con
creces, es la de un hombre de los de antes. Es educado y de modales amables y
pausados, una persona de metal noble, de brillos de cobre viejo, como adquirido
trescientos años atrás…
Como al que nació para martillo, del cielo le
caen los clavos, a Carlos le cayeron de golpe las responsabilidades del cargo que asumió con la hidalguía que lleva en la sangre y la normalidad de los actos nobles. Y con ello nos ha demostrado a todos sus
compañeros cómo los gestos simples se convierten, más allá del testimonio que representan, en
actos heroicos que mueven la voluntad de los demás. Y con profundo respeto y
admiración reconozco la extraordinaria lección de bravura que me ha dado, sin
ni siquiera alzar la voz, enfrentando una injusticia con gesto amable y
respetuoso. Con valentía.
Este domingo mi amigo Paco “el gallego” -el
señor Paco como le llama la feligresía local- me invitó a navegar en su velero
por las islas del Parque Mochima. Su
esposa Bárbara, una maracucha de armas tomar, su hija Rosario -una preciosa
muñeca híbrida hispano criolla-, su hermano José –un marino de los de antes,
tostado por el sol, de barba blanca y ojos melancólicos-, y un matrimonio
español recién llegado a la zona, éramos de la partida. No me olvido de “Rufo”
el beagle familiar.
Salimos no muy temprano, el sol lucía bien
alto y ardía inmisericorde allá arriba. Bárbara –quien habitualmente oficia de
timonel en las salidas dominicales- dio toda la máquina que pudo para recoger
brisa cuanto antes. En la bañera, incluso a la sombra del toldillo, hacía un
calor pegajoso que sólo se despejó cuando pusimos proa al norte y el soplo
fresco del Caribe nos entró como agua de mayo. El horizonte estaba jalonado de
mar y tierra a partes iguales en aquella dirección. Los buques tanque petroleros descansaban apaciblemente en la bahía al abrigo del morro y de La Borracha dormitando la mañana como si hubieran salido de juerga. Puerto La Cruz
aparecía envuelto en la neblina de primera hora y Lechería recogía el sol desde
la Playa Lido.
Estaba en la proa como suelo a la salida.
Sujeto a uno de los vientos del palo mayor,
respirando el aire fresco que me tomaba el rostro con sus dedos,
pensando en nada, como suelo… José se acercó pronto con la primera cerveza,
helada y protegida con un forro para dilatar su frescura. Las bebimos en
silencio, mirando hacia Puinare y oteando delfines que no aparecían en lontananza.
Atracamos en Dominguín, los Dominguez –Paco y
José- bautizaron así una playa aislada a la espalda del Saco en honor a su
padre, un gallego de noventa años tostado y vivaracho que cada año repite
experiencia caribeña-. Han hecho de una calita solitaria un lugar de solaz,
limpiando –sólo con sus manos y con la eventual ayuda de los amigos- la playa
de piedras y rocas, erigiendo un monolito piramidal de algo más de dos metros
de altura y cuatro de diámetro que se puede ver desde bien lejos cuando te aproximas.
El barco fondeó fuera de la zona de corales,
amarrado de popa a una cadena sumergida en el roqueo del fondo. Me puse el
protector solar y nadé hasta la orilla mientras los Dominguez limpiaban el
casco de caracolillo y escoria marina. Sólo en la playa todavía desierta -salvo
por las carreras del Beagle- pensaba en la historia que me ha trasladado Pintado
y en como contarla sin echarla a perder.
Pensaba en la extraordinaria pasión que le
veo por la Rusa, sin saber todavía si habrá la misma pasión de ella por mi –supongo
que ahora ya podré llamarlo así- amigo. Supongo que será pasión correspondida,
pero necesito saberlo antes de escribirle las escenas, la cosa cambia si no…
Mientras miraba sin ver el horizonte, veía
sin mirar como otras embarcaciones ocupaban la hasta entonces solitaria y
tranquila cala, las más de ellas ocupando con suficiencia los espacios vacío. A
fin de cuentas había mar suficiente para todas.
Poco me duró la reflexión a la sombra del tronco
que literalmente plantamos en la arena hace un par de años. La compañía en
pleno llegó y con ella las cervezas, las risas y las conversaciones de domingo…
Una hora después estábamos tostados y hambrientos, dejé a Pintado y la Rusa de
lado y volvimos al barco para darle cumplida cuenta a la tortilla y el
jamoncito ibérico que nos habíamos traído.
Y en eso andábamos, finiquitando la tortilla
y el tintorro, cuando la sombra de una nave mayestática –cómo si no defino el
casco de 56 pies de un yate último modelo- se adueñó del espacio a nuestro
alrededor y se acercó para abarloarse al yate más próximo a nosotros. Lo hizo
sin mirar los niños que jugaban en el agua a nuestro lado, sin respetar los
espacios de fondeo y amarre que el viento y la corriente dibujaban claramente
alrededor.
Saltamos indignados y proclamamos en voz alta
nuestra indignación por la maniobra. No sirvió de nada, el bordo del yate se
vino contra el nuestro con la contundencia del matón del barrio o del niño chuleta
que hace bulling en el colegio.
Un gordo de gafas negras y gorra roja de
jugador de ligas menores bajó del puente con la parsimonia de un embajador
plenipotenciario y mirándome con cara de lobo sanguinario me encaró: -Y esa “guevoná”
a qué viene –dijo-. Lo hizo con toda la violencia explícita y amenaza sin
contener del que se sabe el dueño del cotarro. -Mi general olvídelos. –escuché decir
a uno de los miembros de la clá que acompañaba al personaje. –No ve que son
unos “mieldas”…
Deseé estar solo y deseé que me hubiera
acompañado Pintado… Deseé no estar allí por un puñado de dólares…
¿Y qué diablos hago escribiendo sobre la
chica esta Meghan Trainor?, por cierto un año menor que mi hijo menor…
Pues resulta que andábamos este verano mis
dos hijos y yo circulando por la A2 holandesa. Habíamos salido de Amsterdam a
eso de las cinco de la tarde y nos dirigíamos a Ijsselstein, un pueblito
pegadito a Utrecht, yo con las manos apoyadas en el salpicadero del coche, del
lado del copiloto, mi hijo conduciendo el auto alquilado, con el desparpajo
propio de sus 23 años y los reflejos y pericia propia de su edad, que yo ya
olvidé. Le repetía, una y otra vez, que no superara los límites de velocidad
establecidos, que los holandeses que nos rodeaban no parecían miembros de la
escuadra de ataque del Enterprise por casualidad, que en esos países 120
significaba 120, no 120 más menos veinte por ciento. Mi hijo sonreía y con la suficiencia
acostumbrada, no sé heredada de quién, me informaba con esa vocecita irónica
que le conozco: Papá si no te gusta paro y tomas tú el volante, así que ya
sabes…
Me callé, no tenía ganas de conducir y menos
en esa masa homogénea que constituyen los conductores es una autopista
holandesa un lunes por la tarde a la salida del trabajo, pero mis nudillos
estaban blancos de tanto como apretaban contra el plástico texturado de la tapa
de la guantera. En eso mi hija, que había asistido pacientemente en silencio al
diálogo de alfas de la manada, arqueó sus labios en una sonrisa beatífica, que
no sé de quién habrá heredado, y me dijo: Escucha papá para que te calmes…
Y el ritmito de la tal Meghan Trainor empezó
a sonar y una extraña paz inundó mi alma… Y pensé le tengo que poner esta a Pintado, igual se
la manda a la Rusa…
Casi con el susurro de Danny de Vito en L.A
Confidential, les voy a confesar un secreto que tiene que ver conmigo y con
Guillermo Francella. Cada vez que estoy aburrido y desconectado del mundo
cotidiano me pego un youtubazo de Poné a Francella… No sé por qué, pero me
reconforta la sonrisa de complicidad del personaje, me
devuelve a la vida. No sé por qué, quizás porque durante mi estancia en Buenos
Aires viví lo más cercano a la felicidad que experimenté en mis cuarenta, quizás
porque envidiaba los cuarenta de Francella en los sketches de “Es una nena”, “Sambucetti”,
“Ojitos Azules” y sobre todo de “Cuñados”. Cualquiera de ellos es prescribible
si se sienten jodidos, créanme y háganme caso…
Glosé a Francella un par de veces anteriormente
y no será esta de ahora la última.
Lo admiré en El Secreto de sus Ojos y me
gustó en Atraco. La primera la repito cada año, como hago con: El mundo en
sus Manos, Blade Runner, Bullitt, Rockanrolla, El Último Mohicano o
pongamos con No habrá Paz para los malvados… Pintado tiene algo de cada uno
de los protagonistas de todas esas películas –menuda mezcla, verdad?-, de Francella
en El Secreto de sus Ojos: la postrera lealtad de Pablo Sandoval, como también algo de
la tenacidad y quizás de la melancólica pérdida del amor del Benjamín Espósito de Darín.
La segunda no admite segundos pases: lo hice
y Merello ya no funcionó. Me preocupé, pero esperé por sus nuevos trabajos, no
podía dejar que la pequeña fracción de Pintado en común con Francella muriera.
Afortunadamente sus dos últimas películas
estrenadas -dos comedias inteligentes: Corazón de León y El Misterio de la Felicidad-
me han devuelto la alegría y por diferentes motivos.
Corazón de León. León Godoy, el arquitecto
minúsculo, no admite el fracaso. Podría parecer un personaje improbable, pero
la vida me ha puesto por delante ejemplos de personas con el coraje y las ganas de vivir, y
hacerlo con la elegancia con que lo hace el arquitecto es envidiable, de Godoy.
Cuando lo vi, supe que Pintado también tenía derecho a una segunda oportunidad
y a enamorarse de la mujer improbable. Que tenía derecho a hacer crecer su
corazón más allá de su parálisis. La Comedia no tiene desperdicio y se resuelve
sin que la singularidad física del personaje sea objeto de mofa en ningún
momento. Es un canto a la vida y al esfuerzo por superar las adversidades.
El Misterio de la Felicidad. Quizás alguien
me pueda decir que no desarrolla las posibilidades del argumento hasta las
últimas consecuencias. Sin embargo yo diría que la forma simple en que resuelve
la búsqueda del Dorado personal de los tres protagonistas es magistral. Dos
personas que buscando a una tercera se encuentran a ellos mismos y además el
amor tanto tiempo perdido, me parece una brillante solución, donde la luz que
surge del amor entre los socios plantados supera a la terrible desesperación
del abandono. La pérdida conduce al encuentro de la felicidad. El día a día de Pintado
tiene algo de la mecánica rutina de Santiago. Su búsqueda debería tener la
recompensa del encuentro de Inés. La escena del baile magistral.
Las dos películas, supongo que por
coincidencia, tienen una escena final en una playa brasileña. Supongo que
Pintado deberá tener una escena final con La Rusa en una playa brasileña.
Supongo…
Aunque Pintado, ya lo saben, no tiene los
Ojitos Azules de Francella…
¿Alguna vez has estado en la luna?
Es una divertida comedia italiana dirigida por Paolo Genovese e interpretada en
los papeles principales por Liz Solari y Raoul Bova.
Va de chica pija que se dedica al
mundo de la moda en Milán, una triunfadora cool que para liquidar una herencia irrumpe en el apacible entorno
rural de su niñez en el cual sobreviven un nutrido grupo de aparentes
perdedores… Pero las cosas no son lo que parecen, ya saben, sino lo que acaban
siendo… Los secundarios de lujo…
Habitualmente la comedia romántica
italiana, si bien carece del interesante punto ácido de la francesa, o del negro de la británica, es capaz de imprimir
al trasfondo amoroso una aguda elegancia que hace de estas películas pequeñas perlas de las cuales merece la pena disfrutar. Es el caso de películas como Inmaduros o la magnífica
Ex… Sobre todo, para mí, esta última.
Si queréis disfrutar y pasar un
buen rato os la recomiendo. Y no dejéis de escuchar la canción de cabecera por Francesco
De Gregori…
Y por cierto la protagonista,
Guia, bien podría ser –salvo por los ojos- la Rusa, el personaje que trae de
cabeza a Pintado en su tercera entrega. No se pierdan los tacones y el cabello
rubio recogido en esa cola de caballo… Pero que conste que yo la imaginé
primero…
Europa asemeja a un gigantesco parque
temático con 27 atracciones diferentes, cada uno de los 27 países miembros que
constituyen la UE.
A pesar de las dificultades, de la crisis que asoló las economías
mundiales a partir de 2008, nada es comparable a la perpetua crisis que asola
algunos países de los otros continentes, en particular Asia, África y América –los
tres que empiezan por A-.
Este mes he disfrutado de un viaje por
Bélgica y Holanda y de unos días en España. A cada paso que daba me maravillaba
del aparente bienestar que se respira en las calles de cada ciudad que visité,
repletas de turistas que paseaban y disfrutaban, como yo mismo, de ese enorme
parque temático.
Admirando las ciudades belgas y holandesas
que recorrí, sus infraestructuras, las industrias que salpicaban la geografía,
las granjas, etc. Sabiendo que fueron asoladas por batallas y enfrentamientos
bélicos en dos guerras mundiales, las que se libraron en sus campos y calles,
pensé que los europeos se podían sentir orgullosos de este enorme espacio
político y social que había permitido semejante desarrollo y bienestar.
Pensé en la suerte que había tenido de nacer
en España y por tanto de compartir ese espacio y disfrutar de las prebendas de ser europeo.
Sin embargo la Crisis de los Refugiados
procedentes del Este –Siria, Afganistan, cualquier de los países presionados
por la salvaje guerra del Islam- y del sur -en este caso por la miseria, el
hambre y las guerras fratricidas en África- dejan en evidencia la falta de
fibra social de la sociedad de los países privilegiados.
Mi reacción primero fue algo tibia viendo las
imágenes de los refugiados afganos e las puertas de la estación de trenes de
Budapest a la espera de tomar un tren para Alemania. Mi reacción fue terrible
cuando vi la foto del cadáver de un niño de tres años llamado Aylan Kurdi en
una playa Turca.
Ante este escenario no podemos quedar pasivos,
porque hace sesenta años los ascendientes de los europeos que hoy disfrutan del
bienestar estaban en la misma situación… Y todo eso me hace sentir una profunda
vergüenza de mi condición de privilegiado que vivo y disfruto de este
gigantesco parque temático…
Hay muchas cosas discutibles en la vida,
interpretables y hasta negociables. Sin embargo no es el caso de la defensa de
la razón y de los derechos humanos.
Ayer, en votación celebrada en el Senado de
mi país, Podemos se abstuvo en una moción presentada por el PP en relación con la
liberación de los 75 presos y el respeto a los derechos humanos políticos en
Venezuela y que insta al Gobierno español a hacer «las gestiones oportunas»
ante el régimen de Caracas para la urgente liberación de dichos presos, varios
de los cuales aguardan a conocer hoy sus sentencias condenatorias.
Por poner las cosas en su sitio el portavoz
de Podemos, Ramón Espinar, primero quiso quedar bien dentro de lo políticamente
correcto y aseguró que «estamos de acuerdo con el espíritu de la moción
presentada por el Grupo Popular» y hasta se dirigió a la tribuna de invitados
para saludar y declarar su «respeto» a Mitzy Capriles -la esposa del alcalde de
Caracas, Antonio Ledezma, hoy en arresto domiciliario-. En el arranque de su
intervención, el senador llegó incluso a invocar su defensa de los derechos
humanos «en cualquier lugar», y a «condenar la resolución por vía judicial de
cualquier tipo de conflicto político».
No obstante, Espinar justificó la falta de
apoyo a la iniciativa en el «filibusterismo» de los populares. Según sus
palabras, «no es que al PP le haya dado de pronto un ataque de defensa de los
derechos humanos sino que desde hace tiempo lleva queriendo situar el tema de
Venezuela en la agenda pública para no hablar de los problemas de los españoles».
En la misma línea se pronunciaron IU, ERC,
Compromís y Amaiur, que no participaron en la votación. Cosas de la Izquierda
progresista, supongo, cuyos senadores estaban incorporándose de las vacaciones de
agosto, probablemente demasiado cansados para ejercer sus deberes democráticos.
Una más de Podemos, a la que se le ve el plumero… Espero que evidencias como esta, exponente claro del real cariz de la formación política, sirvan para disuadir al personal de nuevas aventuras...