¿Y qué diablos hago escribiendo sobre la
chica esta Meghan Trainor?, por cierto un año menor que mi hijo menor…
Pues resulta que andábamos este verano mis
dos hijos y yo circulando por la A2 holandesa. Habíamos salido de Amsterdam a
eso de las cinco de la tarde y nos dirigíamos a Ijsselstein, un pueblito
pegadito a Utrecht, yo con las manos apoyadas en el salpicadero del coche, del
lado del copiloto, mi hijo conduciendo el auto alquilado, con el desparpajo
propio de sus 23 años y los reflejos y pericia propia de su edad, que yo ya
olvidé. Le repetía, una y otra vez, que no superara los límites de velocidad
establecidos, que los holandeses que nos rodeaban no parecían miembros de la
escuadra de ataque del Enterprise por casualidad, que en esos países 120
significaba 120, no 120 más menos veinte por ciento. Mi hijo sonreía y con la suficiencia
acostumbrada, no sé heredada de quién, me informaba con esa vocecita irónica
que le conozco: Papá si no te gusta paro y tomas tú el volante, así que ya
sabes…
Me callé, no tenía ganas de conducir y menos
en esa masa homogénea que constituyen los conductores es una autopista
holandesa un lunes por la tarde a la salida del trabajo, pero mis nudillos
estaban blancos de tanto como apretaban contra el plástico texturado de la tapa
de la guantera. En eso mi hija, que había asistido pacientemente en silencio al
diálogo de alfas de la manada, arqueó sus labios en una sonrisa beatífica, que
no sé de quién habrá heredado, y me dijo: Escucha papá para que te calmes…
Y el ritmito de la tal Meghan Trainor empezó
a sonar y una extraña paz inundó mi alma… Y pensé le tengo que poner esta a Pintado, igual se
la manda a la Rusa…
All about that bass…
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