Hoy toca rendir homenaje a mi amigo Carlos Guerrero.
Tiempo de valientes es el título de una magnífica película argentina, una historia que narra en clave de comedia la alquimia de los perdedores cuando se enfrentan a situaciones extremas y estos se transforman.
Tiempo de valientes es el título de una magnífica película argentina, una historia que narra en clave de comedia la alquimia de los perdedores cuando se enfrentan a situaciones extremas y estos se transforman.
Carlos es un Don Quijote ecuatoriano, un hidalgo de otra
época. Carlos no es ni Diego Peretti ni Luis Luque,
no es un psicoanalista maniático ni está traumatizado por ninguna traición conyugal,
Carlos es un ingeniero de campo, un soldado disciplinado, un hombre con mayúsculas, que cuando llegó el
momento de la verdad alzó lentamente la cabeza y con mirada muy tranquila
respondió con seguridad a una pregunta realizada por un comisario del servicio
de inteligencia, asumiendo la responsabilidad indefinida del cargo, que es la
más difícil de asumir -digánselo a la clase política-.
Carlos es un tipo alto y delgado, de aire
pacífico y andar tranquilo. Nacido en Guayaquil y criado en Quito, nos conocimos
hace algo más de tres años y me cayó simpático desde el primer momento que nos
tropezamos. Conversador incansable, hemos tenido ocasión de compartir sobremesa
que siempre ha resultado en tertulia apacible mientras ventilábamos
una copa, y mirábamos al futuro, antes que al pasado. No le queda mucho pelo y
su sonrisa es la de un chico travieso, pero su mirada, lo ha demostrado con
creces, es la de un hombre de los de antes. Es educado y de modales amables y
pausados, una persona de metal noble, de brillos de cobre viejo, como adquirido
trescientos años atrás…
Como al que nació para martillo, del cielo le
caen los clavos, a Carlos le cayeron de golpe las responsabilidades del cargo que asumió con la hidalguía que lleva en la sangre y la normalidad de los actos nobles. Y con ello nos ha demostrado a todos sus
compañeros cómo los gestos simples se convierten, más allá del testimonio que representan, en
actos heroicos que mueven la voluntad de los demás. Y con profundo respeto y
admiración reconozco la extraordinaria lección de bravura que me ha dado, sin
ni siquiera alzar la voz, enfrentando una injusticia con gesto amable y
respetuoso. Con valentía.
Tiempo de Valientes…
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