SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


sábado, 18 de marzo de 2017

HILARIO CAMACHO


Directamente del último rincón de mi memoria… Tantos recuerdos de mi época de estudiante en Sevilla. Cuantas veces lo escuché de fondo mientras trataba de resolver los problemas de cálculo y álgebra… Las noches frescas de Mayo, el olor del Guadalquivir allá al fondo a la altura de la esclusa, los rumores del aeródromo de Tablada y el perfil de los cerros del Aljarafe.
El soporte eran cintas de cassette grabadas de los discos comprados con los ahorros robados a la asignación para la comida. Miguel, mi amigo Miguel de la Torre, me había montado un amplificador casero en una caja de aluminio, y dentro una placa de circuitos fabricada por él mismo cuyos componentes había comprado en una tienda cerca de la Plaza de Cuba –Sonytel creo que se llamaba-. La caja estaba atornillada burdamente y tenía un par de diales luminosos y dos potenciómetros, uno para el sonido y el otro para el balance. Las cajas acústicas eran dos cajones de madera con un par de altavoces de no más de 20 watios de potencia… Un cañón…
Los graves sonaban bien, lo suficiente para hacerme pensar que aquella habitación de apenas 10 metros cuadrados que Benjamín, mi amigo Benjamín Rodriguez, me había asignado…


Gracias Hilario, cuando te fuiste te llevaste contigo muchos de mis mejores recuerdos de juventud…

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