SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


sábado, 19 de enero de 2013

LA JODIDA GLOBALIZACION



Lo peor que tiene la globalización es que uno no puede dejar de ver la camiseta de Messi en cualquier lugar del planeta, ni siquiera en aquellos más alejados de la mano de Dios.
No entiendo la razón por qué nadie recomendó a los diseñadores de planes de marketing limitar los daños reduciendo el colectivo portador a aquellos con una talla más o menos similar al portento futbolístico argentino. El resultado final es que te puedes encontrar a un cimarrón de dos metros vistiendo la dichosa camiseta del Barca, algo así como si Torrebruno -¿se acuerdan de nuestro querido Torrebruno?- llevara con orgullo de campeón la camiseta de Gasol, o como si pongamos la señora gorda que hace de esposa insoportable en esos infumables sketches –ya desaparecidos- que producía el ínclito Jose Luis Moreno llevara uno de esos apretados vestidos que ciñe el cuerpo de Beyoncé, Jennifer López o, por estar a la última, la estupenda Sofía Vergara.
Pues eso, esta mañana, mientras desayunaba al cálido sol de la mañana caribeña, entre datileras, chaguaramos y mangos – lo cito mayormente por dar envidia al lector congelado por los fríos europeos-, en la esquina más alejada del salón auxiliar que habilitan cada fin de semana para los desayunos masivos apareció un garañón de doscientos kilos en canal vestido de azul y grana. Su estampa masiva ocultó parte de la luz del astro rey, tal era su volumen. Miré a un lado y al otro, y no es que el elemento desentonara, el resto del personal vestía, como él, indumentarias deportivas relacionadas con beisbol, baloncesto y futbol, pero los demás parecían los enanitos de Blancanieves a su lado. A este, al Messi gigantesco y pantagruélico lo acompañaba una figura grácil y esbelta, casi femenina, con gafas de sol que ocultaban sus ojos, los pómulos y casi rozaban los labios, desproporcionadas, con el tupé arracimado en una cresta agresiva y oleosa . De su cuello colgaba una pesada cadena de oro, gruesa como un dedo de estibador portuario. Llevaba una camiseta blanca, también de jugador de futbol famoso. Adivinen. Correcto… Cristiano… Iban juntos, en otros cuerpos, en otra vida, pero al fin emparejados…
Seguí desayunando y mientras lo hacía no pude dejar de pensar en la jodida globalización…

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