SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


sábado, 10 de octubre de 2015

MAS O MENOS REGULAR. EL MIEDO DE PARECER JEP GAMBARDELLA



Aquella noche Pintado estaba menos melancólico que de costumbre y Alfonso, ya saben el barman de La Sibila, más generoso que otras veces. La música que sonaba de Antonello Venditti -"Amici Mai”- tenía a mi amigo con la mirada perdida en el sofá Chester hacia el que siempre mira cuando acabamos allí. Yo iba por mi segundo whisky y Pintado por su tercer Dry Martini. -Alfonso los prepara muy secos y muy fríos, -me dijo él, -como los ojos de ella cuando se molesta por algo…
-Le pregunté si se refería a La Rusa, -a quien demonios si no, -me respondió, con un cierto toque sarcástico en la voz y los labios fruncidos, con cierta violencia contenida. -Sabes andaluz, -me dijo, y yo supe que tocaba sentencia, como siempre que me menciona por mis orígenes, -Yo la quiero mucho y no sé si lo que ella quiere es que yo la quiera como Jep Gambardella…
Al principio no caí, rebusqué en el disco duro, el nombre me sonaba. Pintado estaba hablando con Alfonso, le acercó la copa vacía y le pidió el cuarto Martini. Me removí nervioso en el taburete y empecé a deletrear el alfabeto en silencio, dentro de mi cabeza, lentamente, esperando que las imágenes se me formaran en la mente. Una pareja entró. Ella bonita, de mediana edad, grandes ojos verdes y  boca carnosa, no debería tener menos de cincuenta, quizás más pensé cuando la luz de los halógenos le acarició la piel sedosa.  Más joven él, tercera generación de pijos por lo menos, bronceado y cuidado en gimnasio. Pareja ocasional. No se miraban con complicidad.
Un grupo ruidoso en una mesa del fondo destruyó con sus risas estentóreas la magia de la siguiente canción de Venditti, “Che tesoro che sei”, los camareros revoloteaban alrededor de aquella mesa como buitres hambrientos sirviendo el vino. Otro grupo esperaba que los acomodaran a una mesa. Una mujer joven se separó de este último grupo y caminó hacia nosotros con la mirada altiva que tienen esas mujeres que miran sin ver cuando se acercan. Algunos miembros del sexo opuesto giraron sus cabezas a su paso, como ventiladores. En un último esfuerzo la imagen que esperaba se formó de pronto: Jep Gambardella es el personaje de Toni Servillo en la Gran Belleza. La película italiana…
-Por qué dices eso, -le dije a mi amigo satisfecho de que la senilidad no me pueda de momento. -No te pareces nada a Gambardella. Tú no tienes su sentido estético de la vida, ni su sensibilidad, ni su estilo, nada de nada, -apostillé al final de mi corto relato de diferencias, nada sutiles por cierto.
-Es la sensación que tengo. No sé si ella espera un tipo como yo y no busca en realidad a alguien como Jep Gambardella. Yo nunca podré ser él. Yo nunca la querré como Gambardella quiere a Ramona –el personaje interpretado por la bellísima Sabrina Ferilli-, nadie quiere a nadie de la misma manera, ni más, ni menos. Yo nunca podré revolotear la vida sólo por el puro disfrute de la belleza, yo nunca podré ser el Rey de la Mundanidad. No, yo soy un tipo algo más prosaico. No me importa usar la misma chaqueta dos días seguidos, no me gustan las fiestas… -Para, no sigas, -le interrumpí, -pero te gustan los amaneceres, como él, y amas el arte y la literatura, como él, te gusta escuchar en silencio las conversaciones inteligentes y ajusticiar las peroratas de los insustanciales, y a los dos os gusta la soledad cuando hacéis mutis por el foro... –Es posible, -me dijo, -ojalá entienda que la quiero como nunca antes a nadie… Ni más. Ni menos, Ni regular… -Y dicho eso se calló y apuró el cuarto Martini…

Me quedé mirándolo sin entender del todo sus últimas palabras… Más o menos, regular.  

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