SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


viernes, 13 de julio de 2012

LA LUZ AL FINAL DEL TUNEL

Así, casi, titula D. Leopoldo Abadía su artículo semanal en El Confidencial.

PEREZOSO ¿POLITICO ANCLADO AL PUESTO?

Cada día millones de españoles nos desayunamos con una noticia mala y las demás también, asomándonos a un abismo que de conocido y entrañable empieza a atraernos, como canto de sirenas, y encima nadie, señalo nadie, es capaz de aportarnos el más mínimo apunte de cómo y cuándo acabará esto. Pues bien, D. Leopoldo, hoy nos aporta una pequeña alegría que, aunque dure poco, Dios no lo quiera, alegría es, al fin y al cabo.
Queda por meter mano a la casta política y al esquema de Estado que se ha demostrado fallido después de servir durante treinta años al propósito de los que nunca creyeron en España. Asumo con disciplina los recortes que me tocan, el incremento de mis cargas y la necesaria austeridad en mi vida diaria. Pero, de la misma manera, exijo la desaparición de tanto político –de carrera y contratado, por voluntad propia o por enchufe- que en este momento supone una carga encima del carro del que tiro. Exijo también la desaparición del estado de la autonomías, y hago mio el grito que está en la calle, el que quiera autonomía que se la pague con su sudor y trabajo. Yo estoy dispuesto a tirar por España, pero en absoluto en nombre de ninguna de las diecisiete autonomías, que ni me definen, ni me alimentan –ni cuerpo, ni sueños-.
No estoy dispuesto a malograr el futuro de mis hijos –que es el de los hijos de los demás- a costa de las prebendas de aquellos que ni siquiera soñaron en estar donde están.
Lo digo con propiedad, he nacido y vivido en Andalucía, he vivido en Galicia, Castilla La mancha y Madrid, además de en un par de países de Latinoamérica, y sólo me siento español. Sobre todo ahora que vivo en un país pobre, de solemnidad, esta España que me posee el corazón.

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