SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


viernes, 29 de junio de 2012

CADA MOCHUELO A SU OLIVO. PACO REAL.

17           CADA MOCHUELO A SU OLIVO
Paco Real

“(…) Si yo me hago árbol viejo al otro lado del río
y me toca ser el árbol que recuerda y sueña
puedes estar bien segura que soñaré contigo
con tus ojos grises como el alba
y con tu sonrisa
con la cual se vistieron los labios de los rosales
en los días más felices (...)”

Al Otro Lado
Alvaro Cunqueiro




Paco Real atravesó la puerta de la discoteca de moda en Sevilla con la vaga esperanza de encontrar al Arreglao. Hacía años que no trataba con el confite y en estas cosas, como en otras, la clave está en la continuidad y en el lubricante que engrasa la maquinaria, y ni de lo uno ni de lo otro había en este caso.
Una música estridente empantanaba el aire como la nada ocupa cada uno de los intersticios del espacio. Un chunda chunda que, perdido el cerebro, hecho pulpa, taladraba el cerebelo como un berbiquí y hacía que los ojos de los abducidos danzantes concentraran su mirar en algún lugar indeterminado del vacío. Un grupo de chicas saltaban sin moverse del sitio, suspendidas de un muelle imaginario, semejantes a polichinelas de trapo colgados de una cuerda elástica. A su alrededor se movían jóvenes varones con las manos en los bolsillos, aferrados a los vasos de tubo como si estos fueran el único punto fijo del planeta, alrededor del cuál giraban su danza particular. Empapados por el sudor, la ropa se les pegaba a la piel como camisetas mojadas, sus cuerpos húmedos brillaban como jamones curando en la bodega al calor del verano.
Real miró a su alrededor hasta que lo vio en el pasillo, junto a la puerta de los urinarios, vestido como Travolta antes de ir a los toros: de chaqueta blanca y pañuelo rojo anudado al cuello sobre camisa negra, el súmmum de la elegancia siglo veintiuno. Le acompañaba un rapaz de aspecto atolondrado y mirada perdida en algún lugar del universo tenebroso. A sus pies la vieja caja de limpiabotas señalaba la posición de la pareja, como una baliza la maniobra de entrada al puerto. Un par de jóvenes salieron de los meaderos con aspecto de haberse puesto tibios de alguna sustancia estupefaciente ilegal.
Nada más verlo el Arreglao tiró para el Puerto intentando escabullirse por la salida de emergencia. Real se adelantó y atrancó la puerta con el pie. Le puso la mano en el hombro y lo presionó contra la pared obligándolo a mirar en su dirección. El atolondrado tiró para Barranquilla, y se encontró con la caja del limpiabotas en medio de sus pies, tropezando y cayendo al suelo. Real lo remató con un golpe, justo detrás de la rodilla.
-Inspector, joder, ¿se puede saber lo que le hemos hecho? –Preguntó airado el Arreglao. –No ve que le ha hecho daño al pobre chico. –El pícaro se arrodilló junto al joven y lo ayudó a levantarse.
-Tú sabrás, no parecía que me estuvierais dando la bienvenida. –Respondió Real, tomando al chaval por el brazo y apoyándolo junto a la pared. El chico se dolía del golpe recibido en la rodilla con evidentes gestos en el rostro.
-Con ustedes en este plan más vale darse el piro… No se ha visto los ojos. –Argumentó el Arreglao.
-Entonces ya sabes lo que no tienes que hacer la próxima vez. -Concluyó Real.
Uno de los seguratas del antro se había acercado hasta ellos con intención de repartir un mamporro al broncas bajito que le andaba revolviendo el colmado. Real lo miró con cara de cabreo y le enseñó la placa. El armario puso a trabajar la única neurona sana y pareció entender la indirecta, reculó con gesto ostensible, las manos abiertas y los brazos separados del cuerpo en señal de pasaba por aquí y no quiero buscarme problemas, jefe. El policía le señaló la puerta de emergencia cuya barra de apertura estaba bloqueada con una cadena y un candado. El guardapuertas sacó una llave de un bolsillo y franqueó la salida del grupo. El viejo sujetó al joven por las axilas y los tres salieron a la calle fuera del local.
-¿Y este quién es, Arreglao? –Preguntó Real señalando al chaval con la mirada perdida.
-¿Este? El hijo de mi hermana. Un desgraciao… Nació un poco lelo, y de algo tiene que vivir el pobre… Además como da lástima, y no es tan tonto como parece, me vale para ir repartiendo las cosillas… Que de algo hay que vivir. Aunque ahora con eso de la prohibición del tabaco en los lugares públicos… Habrase visto, que crean que la gente es capaz de expansionarse sin fumar ni na y esas cosas… Estamos locos, Inspector. Locos…
-Déjate de discursos Arreglao. Así que de vuelta a las andadas… No me dirás que lo que andas trasegando es tabaco… Tú no has vendido tabaco en la vida. A otro perro con ese hueso…
-No sea usté asaura… Dígame en qué puedo servirlo Inspector. Hace mucho tiempo que no me buscaba.
-Verás Arreglao ¿Te acuerdas del asunto aquel de la Marquesita?
-Como quiere usted que no me acuerde. Pero de eso hace ya una jartá de tiempo. Por lo menos tres años… ¿Qué quiere usted saber?
-Me he enterado que tras la muerte de Soledad de Guzmán y todas las detenciones que hubo, alguien se le quedó con el negocio… -Real hizo el silencio esperando la respuesta del Arreglao. Lo miró como quien mira al oráculo.
-Joder, jefe, ha pasado mucho tiempo, yo ya no estoy como antes, míreme, no ve que ando en otros menesteres… -Respondió el pícaro intentando salirse por los cerros de Úbeda.
-Déjate de cuentos. Arreglao, no se mueve nada en Sevilla que tú no sepas, así que desembucha…

NOTA DEL AUTOR: El capítulo, tal y como se ha incluido, está incompleto. Solo contiene alguno de los párrafos del original.

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