SINOPSIS



Esta nueva entrega de la saga protagonizada por Ginés Pintado nos introduce en una historia de venganza y corrupción. Elena Carrión –la particular Moriarty de Ginés- hace de nuevo irrupción en escena para desquitarse de su obligada salida de escena en la novela anterior.

Pintado persigue el rastro de su ex mujer desaparecida en Buenos Aires, por Argentina, Bolivia y Perú. Lo inesperado se hace presente cuando la Organización que dirige el magnate Ricardo Sanmartín le obliga a planear un atentado contra un viejo amigo y colega, ahora Ministro del Gobierno argentino.

Una trama ambientada en la Latinoamérica gobernada por las grandes fortunas en la que dos siglos después las familias patricias que protagonizaron la independencia de la metrópolis siguen ostentando el poder. Ahora no sólo ejercen el dominio político y económico, más allá de la corrupción, son los señores del tráfico de drogas y la trata de blancas, con las que se complementan los ingresos de las corporaciones familiares.

La sombra del Cisne Negro es una historia donde la maldad destila la suficiencia del poder y donde la razón no es arma bastante para limitar el daño que aquella produce. Una historia en la que el amor ha dejado su sitio a la soledad permanente del héroe.


sábado, 19 de septiembre de 2015

EL QUESO DE LA TRAMPA


Llevo recorrida media Europa detrás de Padrón y no he conseguido atraerlo a la trampa. Como un ratón, pensé, entraría a morder el queso que había entre las piernas de La Rusa, aunque hay un pequeño problema que no había previsto, me he enamorado de ella, y de resultas el ratón soy yo…
La habitación de este hotel de Amsterdam me resulta opresiva, estrecha, mal ventilada como una cloaca, como el canal inmundo que puedo ver desde este ventanuco que da a una calle del barrio rojo. Me he convertido en una puta más exponiéndose por algo de lo que ya no me acuerdo porque ella me ha borrado todos los registros anteriores. Un reflejo naranja titila en la esquina opuesta a la cama que ocupo. Las sabanas están desaliñadas y siento un frío húmedo que la ropa que llevo ni calma ni merma. Me duele la cabeza y mis pies no obedecen. Creo que he hecho mal fumando ese porro con la hierba que me vendieron en el coffee shop de abajo. No me debí fiar de aquel turco maloliente y barbudo, o sería sirio o quizás albano kosovar, tanto da, he perdido la cuenta de tanto refugiado perdido por las calles, deambulando en la compañía de otros como ellos… Aunque ahora que recuerdo el tipo hablaba un español perfecto, igual sería de Almería, yo que sé, tanto da…
Una semilla de idea se ancla a mi cerebro y el naranja cambia a un azul celeste flojito, como si las luces de fuera quisieran expulsar las miasmas tenebrosas de esta habitación vacía sin ella... No soy capaz de concretar, sólo soy capaz de ver colores que se me escapan como agua entre los dedos…
Me desperté con el indefinible sabor de ella en mis papilas, con su aroma en la pituitaria, como si se hubiera fundido en el aire que respiro y penetrado cada partícula de mi ser.  No había poesía en esa sensación, iba más allá, era total y desesperantemente absoluta, ni latir, ni respirar, ni pulsión, formaba parte de lo elemental y primigenio, era anterior siquiera a mi conciencia física. Me incorporé como pude y palpé mi cabeza, me dolía allá dónde el día anterior me golpeó el gordo, la piel estaba inflamada, pero no se había roto la epidermis, mi cuero cabelludo parecía un campo de amapolas de acero ensartadas en mi cráneo…
Una hora después estaba bebiendo café dentro de un antro que parecía un vagón de tercera atestado de mochileros fumados. Mi aspecto no era mucho mejor, aunque mi edad claramente desentonaba. No tenía dinero para otra cosa. Hasta que llegara el Andaluz no me quedaba otra.
La había llamado. Su teléfono no contestaba. Caía la llamada al cuarto ringazo. Sólo deseaba que Padrón no la encontrara antes que yo.

Un rayo de sol alcanzó a penetrar la maraña humana que me antecedía. Una sensación cálida que invadió mis pupilas y entró en mi cerebro como una estrella fugaz. Recordé el sabor de sus labios en los que lamí la última gota de cocktail y entonces supe a lo que sabía el queso de la trampa…

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